La
disciplina del matrimonio
Hoy en día existe la tendencia a decir que el matrimonio
está enfrentando una crisis profunda. En EE.UU en los últimos 40 años la tasa
de divorciados se ha duplicado y solo la mitad de la población contrae
matrimonio. El matrimonio es concebido como un contrato entre dos personas para
satisfacción y potenciación a título individual[1].
Por tanto el matrimonio ya no es visto como un pacto delante de Dios o de la
comunidad como se veía en el pasado, sino que es simplemente una relación donde
pueda satisfacer todas mis necesidades y gustos personales.
En el caso de Chile, en el pasado fue un país conservador
que se mantuvo con tasas muy bajas de convivencia pero en los últimos años ha
aumentado considerablemente. Según el
cuadernillo de IES “Vivir juntos, reflexión sobre la convivencia en Chile[2]”
Tenemos 2 millones de personas que cohabitan y 5 millones personas casadas. La
cifra de la convivencia entre la juventud va aumentando rápidamente.
Ante todo estos datos podríamos rápidamente concluir que
la frase “el matrimonio está en crisis” es totalmente cierta. Pero la pregunta
que podríamos formularnos es ¿Acaso el matrimonio no ha estado en “crisis” en
otras épocas? La historiadora Stephanie Coontz ha escrito un libro llamado “La
historia del matrimonio”[3] en
donde desarrolla una tesis en la cual argumenta que a través de la historia han
existido diversos tipos de matrimonios y que por tanto el matrimonio siempre ha
estado en crisis. Esto es de alguna manera cierto, aunque no de la misma manera
en la cual Coontz lo plantea.
Cuando revisamos las Escrituras podemos ver que Dios creó
a Adán y Eva para que vivieran juntos en matrimonio en el jardín del Edén (Gen
2:21-25) Pero debido a la caída el pecado entro en el mundo y por ende en el
matrimonio (Gen 3:16-20) Es por eso que vemos en la narrativa bíblica
matrimonios pecaminosos que Dios permitió (Gen 16:1-16), pero no aprobó. Esto
lo sabemos porque cuando había otra “crisis” en la época de Jesús respecto al
divorcio, Cristo aclaro que el divorcio fue permitido por la “dureza de los
corazones” y no porque fuera el propósito original de Dios (Mt 19:1-9)
En base a las palabras de Jesús, me permito concluir que
el matrimonio siempre ha estado en crisis. Esto es porque vivimos en un mundo
caído. Creo que el matrimonio en estos 2.000 años en Occidente fue visto como
algo estable y respetable por la influencia del cristianismo. Pero ahora que se está abandonando su
influencia judeocristiana, simplemente se está volviendo a paganizar el matrimonio.
Como hombres cristianos no debemos sentirnos presionados
por toda crisis que existe en el mundo, pues la filosofía del mundo siempre
trae confusión, sino que debemos aprender a través de las Escrituras cual es el
rol bíblico del hombre. Lamentablemente aun en la iglesia evangélica actual no
parece haber claridad respecto al “rol bíblico del hombre”. Por ejemplo hay un
interesante artículo llamado “Hombres amanerados en el pulpito”[4] en
el cual se muestra como se ha feminizado el ministerio de la palabra:
Una de las primeras señales del juicio de Dios en una cultura
es la confusión de los papeles de género (Rom. 1:26ss). Los hombres ya no
actúan como hombres. A medida que se tornan más auto-conscientes de su
rebelión, la imagen de Dios en ellos se hace más torcida y distorsionada. Por
lo tanto, mientras más se acomoda una Iglesia a las normas culturales es menos
probable que los hombres en esa iglesia sean capaces de resistir la presión de
conformarse a las normas culturales (e.g., Rom. 12:2). Como resultado, en lugar
de que los hombres proclamen la ley y los estatutos de nuestro Dios y Rey,
tenemos eunucos espirituales, jugando tontos juegos de palabras mientras toda
una civilización se hunde en la decadencia. Las iglesias conservadoras insisten
correctamente en tener únicamente hombres en el púlpito. ¿Pero qué bien le hace
a la iglesia si los hombres en el púlpito piensan, hablan y actúan como
mujeres?
¿Cómo resolvemos el problema? Tiene que comenzar con los
esposos asumiendo su responsabilidad en el hogar. Y no podrán hacerlo, y no lo
harán, a menos que tengan una cosmovisión Bíblica global que lo abarque todo.
Es tarea del hombre tomar dominio, y por lo tanto, necesitamos hombres que
puedan pensar y actuar bíblicamente. Pero, para ser un líder, tienes que saber
hacia dónde estás yendo, y qué es necesario para llegar allí. Si no eres un
hombre de la Palabra, entonces no serás el hombre de tu hogar.
Este artículo nos muestra que debido a que se ha
descuidado el “rol bíblico del hombre” ahora la filosofía del mundo ha entrado
a la iglesia y no se nos ha enseñado cual es el rol de los hombres y debido a
eso nos comportamos como mujeres. Entonces ¿Cómo debe ser un hombre casado
bíblicamente? Pablo nos escribió sobre eso en Efesios 5:25-33
Efesios 5:25-33
Amar a la esposa como Cristo amo a la iglesia y entregarse
por ella (V 25) En el mundo los
hombres no tienen ningún estándar o guía para seguir y evidenciar que son
realmente hombres. Pero en el cristianismo tenemos a Jesucristo como Señor y
modelo de vida. El fue Dios encarnado, el hombre perfecto. Cuando Pablo habla
de que debemos amar nuestra esposa como Cristo amo a la iglesia establece
inmediatamente cual es el estándar para nosotros como hombres. Entonces ¿Cómo
amo Jesús a su iglesia?
En primer lugar Jesús amo a su esposa la iglesia sometiéndose
al Padre (Mt 26.29; Jn 4:34; 6:38; 1 Cor 15:28) por tanto el hombre manifiesta
su amor en primer lugar cuando se somete a Dios. Este es el argumento planteado
de Pablo sobre la sujeción en el contexto (Efe 5:21) Cristo siendo cabeza de la
iglesia no hizo lo que quiso, sino que se sometió al Padre. Por tanto para que
como hombres cumplamos realmente nuestro rol de “cabeza” debemos en someternos
al padre a su voluntad revelada en su palabra.
En segundo lugar, Cristo siendo cabeza de la iglesia fue un
servidor de ella (Mt 20:25-28; Jn 13:13-15) el marido al ser cabeza de la
mujer quiere decir que él es servidor de ella. Lamentablemente abundan las
ideas equivocadas de ser “cabeza” pues se piensa que es una especie de rey al
cual deben servirle en todo ¡Es todo lo contrario! Como hombres estamos
llamados a servir a nuestras esposas y así mostrar el amor abnegado que mostro
Cristo con su iglesia.
En tercer lugar Jesús amo a su iglesia de forma paciente. Los discípulos del
Señor no siempre hicieron lo que él les decía, en ocasiones se mostraban con
poca fe (Mt 8:26), no entendían (Mc 8:17) o simplemente discutían por poder (Luc
22:24) pero Jesús tuvo la paciencia para reprenderles y enseñarles en el camino.
Jesús sabiendo que los discípulos eran pecadores, tuvo paciencia para con ellos
en todo. La situación es más complicada para nosotros porque nosotros somos
pecadores, tanto el marido como la esposa. Por tanto en muchas ocasiones el
hombre como cabeza de hogar deberá ser paciente. Debido a que vivimos en una cultura egoísta y
feminizada, los hombres de hoy no pueden soportar “un poco de presión” pues
explotan inmediatamente y no tienen paciencia con su esposa. Esto manifiesta el
poco amor y dominio propio que abunda en los hombres de hoy.
En cuarto lugar Jesús amo a su iglesia hasta la muerte. Jesucristo puso como
estándar de su discipulado la negación de sí mismo hasta la muerte (Mt
16:24-25; Mc 8:34-35; Luc 9:23-24) El mismo cumplió esto literalmente por amor
a su pueblo (Juan 12:24-26) Cuando los hombres entramos al matrimonio, entramos
a un proceso de morir continuamente. Esto no quiere decir que el matrimonio sea
terrible, sino que para amar como el Señor nos demanda, debemos morir a
nuestros deseos egoístas y amar a nuestras esposas con todo nuestro ser.
Amar a la esposa como Cristo santifica a su iglesia por medio
de la palabra de Dios (V 26-27)
Pablo
sigue ampliando como se muestra el amor de Cristo por su iglesia y como
nosotros como hombres debemos seguirlo. Jesús murió por su iglesia y ahora la
esta santificando por medio de su palabra (Juan 17: 17-19) la predicación de la
palabra es tan importante porque santifica a su iglesia. Este es el mismo
trabajo que el hombre debe hacer, santificar a su esposa por medio de la
palabra de Dios.
Entonces, en primer lugar debe santificarse a sí mismo. Cristo era
intrínsecamente santo, pero nosotros somos declarados santos por medio de su
obra, somos santos por sus meritos. (Rom 5:1) Pero a la vez estamos en el
proceso de santificación y como hombres estamos llamados a ser santos (1 Pedro
1:16) Por lo que el llamado como hombres es a la santificación (1 Tes 4:7) Por
tanto debemos alejarnos de todo pensamiento pecaminoso (Mt 5:28) de la mujer
extraña (Prov 5-7) y que toda conversación pecaminosa que nos contamina (Efe
5:3) y procurar santificarnos cada Dios en toda nuestra manera vivir.
En segundo lugar, para santificar a la esposa con la palabra
de Dios, debemos conocer la palabra de Dios. Jesús usaba las Escrituras para combatir
a Satanás (Mt 4:1-11) nos mando a escudriñar las Escrituras porque ellas dan
testimonio de él (Jn 5:39) y esto es porque ella es la espada del Espíritu (Efe
6:17) Es una pena ver como los hombres de hoy no conocen las Escrituras y en
vez de estar enseñando a sus esposas en el hogar, ¡Ellas les están enseñando!
Con esto no estamos diciendo que sea malo que una mujer enseñe en cosas a los
hombres, pero esa no es la labor principal de la esposa, sino del hombre.
En tercer lugar el debe guiar a su esposa a la santidad. Jesús no solamente
conocía las Escrituras, sino que el siendo Dios encarnado las aplicaba de forma
sabias. Las Escrituras no es solamente información, sino que ellas nos da
dirección para guiar a nuestras esposas por las sendas rectas.
Finalmente
este capítulo podemos ver 3 razones más de porque debemos amar a nuestras
esposas. La primera razón es que amar a
tu esposa es amarte a ti mismo (V28-29) debido a que somos pecadores, vamos
a tender amarnos a nosotros mismos de manera natural, por eso Jesús dijo “Ama a
tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22:39) así que de la misma manera en cómo nos
amamos a nosotros mismos debemos amar a nuestra esposa. Nuestro principal
énfasis no debe ser nuestras necesidades, sino las necesidades de la esposa.
La segunda razón es que debemos amar a la esposa porque es un
miembro de Cristo (30) Cuando uno se casa con una hermana en Cristo, debe tener en
claro que el Padre de ella es Dios, por tanto es parte del reino de Dios y
miembro del cuerpo de Cristo (1 Cor 12:27) ¿Acaso se puede tomar una hermana en
Cristo y tratarla de cualquier forma cuando la Biblia nos advierte del trato
con uno de los más pequeños? (Mt 18:6; Rom 14)
La tercera razón es que debemos amar a la esposa porque somos
una sola carne con ella (31) Pablo recuerda que cuando
uno se une a su mujer es una sola carne (Gen 2:24) por tanto el cuidado, la
atención, la dedicación debe ser total, pues no se trata de alguien extraño,
sino del ser mas intimo que Dios le ha provisto. ¿Podríamos acaso ser
indiferentes con nuestras esposas?
Amar porque es un misterio sublime entre Cristo y la iglesia (V32-33)
El
matrimonio es un llamado sublime de Dios para los cristianos, no es que el
estado “lo legalice” no es que la iglesia lo “bendiga” es que es creación de
Dios. Dios es el autor del matrimonio y es tan sublime porque representa algo
mucho más profundo de lo que podemos ver o pensar, representa la unión entre
Cristo y la Iglesia.
[1] Timothy Keller y Kathy Keller. El significado del Matrimonio.
Editorial Andamio 2014. Página 28-36
[2]
http://www.ieschile.cl/libros/vivirjuntos.pdf
[3]
https://www.casadellibro.com/libro-historia-del-matrimonio/9788497841214/1091797
[4]
http://www.contra-mundum.org/castellano/abshire/Girlie_pulpit.pdf