En estos últimos días
en vuelvo a releer los algunos diálogos de Platón que leí cuando era mucho más
joven. Pero en esas ocasiones no era cristiano y ahora que los leo puedo verlos
desde otra perspectiva. Los diálogos que he leído son los 3 que tienen relación
con su encarcelamiento y su juicio de Sócrates en donde reflexiona sobre lo que
es vivir bien con una vida examinada. Creo que es sabido que Sócrates
consideraba que quien desee vivir una vida virtuosa es una persona que ha
examinado las razones de vivir de forma virtuosa o si es justo o malo las
decisiones que toma al respecto de su vida. Esto es lo que se puede ver en
estos 3 diálogos platónicos. En su dialogo de la apología Sócrates examina
varias de las acusaciones que hay contra él y por ejemplo cuando está respondiendo
a la acusación de Melito de ser ateo y, pero a la vez de creer en nuevas divinidades
lo acorrala mostrándole su contradicción.
Por consiguiente, puesto que yo creo en los demonios,
según tu misma confesión, y que los demonios son dioses, he aquí la prueba de
lo que yo decía, de que tu nos proponías enigmas para divertirte a mis expensas,
diciendo que no creo en los dioses, y que , sin embargo, creo en los dioses,
puesto que creo en los demonios. Y si los demonios son hijos de los dioses,
hijos bastardos, si se quiere, puesto que se dice que han sido habidos de
ninfas o de otros seres mortales, ¿quién es el hombre que' pueda creer que hay
hijos de dioses, y que no hay dioses? Esto es tan absurdo como creer que hay
mulos nacidos de caballos y asno y que no hay caballos ni asnos. Así, Melito,
no puede menos de que hayas intentado esta acusación contra mí, por sólo
probarme, y a falta de pretexto legítimo, por arrastrarme ante el tribunal;
porque a nadie que tenga sentido común puedes persuadir jamás de que el hombre
que cree que hay cosas concernientes a los dioses y a los demonios, pueda
creer, sin embargo, que no hay ni demonios, ni dioses, ni héroes; esto es
absolutamente imposible. Pero no tengo necesidad de extenderme más en mi
defensa, atenienses, y lo que acabo de decir basta para hacer ver que no soy
culpable, y que la acusación de Melito carece de fundamento[1].
Para Sócrates una vida
bien vivida es una vida que las razones de todas las cosas, en este caso las
acusaciones que hay en su contra. Luego de eso Sócrates reflexiona que es
absurdo temerle a la muerte sino sabemos que es la muerte.
Es preciso de dos cosas una: o la muerte es un
absoluto anonadamiento y una privación de todo sentimiento, o, como se dice, es
un tránsito del alma de un lugar a otro. Si es la privación de todo
sentimiento, una dormida pacífica que no es turbada por ningún sueño, ¿qué
mayor ventaja puede presentar la muerte?... Pero si la muertes es un tránsito
de un lugar a otro, y si, según se dice, allá abajo está el paradero de todos
los que han vivido, ¿Qué mayor bien se puede imaginar, jueces míos[2]?
Esto nos lleva al
segundo dialogo platónico que es el dialogo con Criton o del deber. En este
dialogo Sócrates se encuentra en la cárcel con su amigo Criton el cual va a
intentar convencerlo de que escapar de la muerte es algo bueno y que morir de
esa manera no es algo virtuoso. Entonces lo que hace Sócrates es examinar las
razones si Criton tiene o no razón.
Mi querido Criton, tu solicitud es muy laudable, si es
que concuerda con la justicia; pero por lo contrario, si se aleja de ella,
cuanto más grande es, se hace más reprensible. Es preciso examinar, ante todo,
si deberemos hacer lo que tú dices o si no deberemos; porque no es de ahora, ya
lo sabes, la costumbre que tengo de sólo ceder por razones que me parezcan
justas, después de haberlas examinado detenidamente. Aunque la fortuna me sea
adversa, no puedo abandonar las máximas de que siempre he hecho profesión;
ellas me parecen siempre las mismas» y como las mismas las estimo igualmente.
Si no me das razones más fuertes, debes persuadirte de que yo no cederé, aunque
todo el poder del pueblo se armase contra mí, y para aterrarme como a un niño,
me amenazase con sufrimientos más duros que los que me rodean, cadenas, la
miseria, la muerte. Pero ¿cómo se verifica este examen de una manera
conveniente? Recordando nuestras antiguas conversaciones, a saber: de si ha
habido razón para decir que hay ciertas opiniones que debemos respetar y otras
que debemos despreciar. ¿O es que esto se pudo decir antes de ser yo condenado
a muerte, y ahora de repente hemos descubierto, que si se dijo entonces, fue
como una conversación al aire, no siendo en el fondo más que una necedad o un
juego de niños? Deseo, pues, examinar aquí contigo en mi nueva situación, si
este principio me parece distinto o si le encuentro siempre el mismo, para
abandonarle a seguirle. Es cierto, si yo no me engaño, que aquí hemos dicho
muchas veces, y creíamos hablar con formalidad, que entre las opiniones de los
hombres las hay que son dignas de la más alta estimación y otras que no merecen
ninguna. Critón, en nombre de los dioses, ¿te parece esto bien dicho? Porque,
según todas las apariencias humanas, tú no estás en peligro de morir mañana, y
el temor de un peligro presente no te hará variar en tus juicios; piénsalo,
pues, bien. ¿No encuentras que con razón hemos sentado, que no es preciso
estimar todas las opiniones de los hombres sino tan sólo algunas, y no de todos
los hombres indistintamente, sino tan sólo de algunos? ¿Qué dices a esto? ¿No
te parece verdadero[3]?
Después de analizar las
objeciones de Criton Sócrates lleva a la conclusión que es más justo y virtuoso
morir injustamente que practicar la justicia o como dice su máxima famosa es
mejor padecer una injusticia que cometerla. En el tercer dialogo platónico
llamado el Fedon en donde vemos a Sócrates reflexionando sobre la inmortalidad
del alma antes de morir. Si resumimos el argumento de Sócrates de toda esta
obra sería más o menos así: A) Las ideas son eternas y no físicas. B) Lo eterno
o no físico solo puede ser conocido por algo eterno-no físico C) Por tanto
aquello que conoce las formas debe ser eterno y no físico. D) Entonces se puede
concluir que el alma debe ser inmortal y no corpórea. Sócrates ve el cuerpo
como un impedimento de poder llegar a la verdad.
—Pues bien —continuó Sócrates—, después de todas estas
consideraciones, por necesidad se forma en los que son genuinamente filósofos
una creencia tal, que les hace decirse mutuamente algo así como esto: tal vez
haya una especie de sendero que nos lleve a término [juntamente con el
razonamiento en la investigación], porque mientras tengamos el cuerpo y esté
nuestra alma mezclada con semejante mal, jamás alcanzaremos de manera
suficiente lo que deseamos. Y decimos que lo que deseamos es la verdad. En
efecto, son un sin fin las preocupaciones que nos procura el cuerpo por culpa
de su necesaria alimentación; y encima, si nos ataca alguna enfermedad, nos
impide la caza de la verdad. Nos llena de amores, de deseos, de temores, de
imágenes de todas clases, de un montón de naderías, de tal manera que, como se
dice, por culpa suya no nos es posible tener nunca un pensamiento sensato.
Guerras, revoluciones y luchas nadie las causa, sino el cuerpo y sus deseos,
pues es por la adquisición de riquezas por lo que se originan todas las
guerras, y a adquirir riquezas nos vemos obligados por el cuerpo, porque somos
esclavos de sus cuidados; y de ahí, que por todas estas causas no tengamos
tiempo para dedicarlo a la filosofía. Y lo peor de todo es que, si nos queda
algún tiempo libre de su cuidado y nos dedicamos a reflexionar sobre algo,
inesperadamente se presenta en todas partes en nuestras investigaciones y nos
alborota, nos perturba y nos deja perplejos, de tal manera que por su culpa no
podemos contemplar la verdad. Por el contrario, nos queda verdaderamente
demostrado que, si alguna vez hemos de saber algo en puridad, tenemos que desembarazarnos
de él y contemplar tan sólo con el alma las cosas en sí mismas. Entonces, según
parece, tendremos aquello que deseamos y de lo que nos declaramos enamorados,
la sabiduría; tan sólo entonces, una vez muertos, según indica el razonamiento,
y no en vida. En efecto, si no es posible conocer nada de una manera pura
juntamente con el cuerpo, una de dos, o es de todo punto imposible adquirir el
saber, o sólo es posible cuando hayamos muerto, pues es entonces cuando el alma
queda sola en sí misma, separada del cuerpo, y no antes. Y mientras estemos con
vida, más cerca estaremos del conocer, según parece, si en todo lo posible no
tenemos ningún trato ni comercio con el cuerpo, salvo en lo que sea de toda
necesidad, ni nos contaminamos de su naturaleza, manteniéndonos puros de su
contacto, hasta que la divinidad nos libre de él. De esta manera, purificados y
desembarazados de la insensatez del cuerpo, estaremos, como es natural, entre
gentes semejantes a nosotros y conoceremos por nosotros mismos todo lo que es
puro; y esto tal vez sea lo verdadero. Pues al que no es puro es de temer que
le esté vedado el alcanzar lo puro. He aquí, oh Simmias, lo que necesariamente
pensarán y se dirán unos a otros todos los que son amantes del aprender en el
recto sentido de la palabra. ¿No te parece a ti asi[4]?
Así que el
planteamiento de Sócrates a través de estos diálogos platónicos es más o menos así:
Aunque mueras de forma injusta no debes temerle a la muerte porque no hay
verdaderas razones para temerle y además al ser tu alma inmortal la muerte es
solo un paso hacia otra etapa de la existencia y nada más que eso. Esto me ha llevado
a preguntarme ¿Tiene razón Sócrates? ¿Es el razonamiento de Sócrates correcto? ¿Es
el planteamiento de Sócrates coherente con el planteamiento cristiano o se opone
al? ¿Influyo este planteamiento socrático en el desarrollo de la fe cristiana? No
tengo las respuestas a estas preguntas, pero espero en algún momento aventurarme
en busca de una respuesta.