Pensar el mundo a través de las Escrituras...

jueves, 4 de julio de 2024

La ambición del poder en Macbeth


Macbeth es una tragedia escrita por el dramaturgo inglés William Shakespeare la cual se cree que represento por primera vez en 1606. La tragedia trata sobre la ambición política de Macbeth y en ella hay muchas cosas interesantes en las cuales se podría reflexionar, pero en este artículo solo me propongo analizar la evolución del pecado de la ambición política en Macbeth y como ella representa una visión muy precisa de como el pecado evoluciona en nosotros como una raza caída. La tragedia comienza mostrando que Macbeth y Banquo habían peleado en la guerra contra los traidores de Escocia (Mcdonald  y Cawdor) y le aparecen las 3 brujas que profetizan que Macbeth seria el rey de Gladis, Cawdor y que también seria rey. Luego le dicen a Banquo algunas profecías mucho más enigmáticas que apuntan a que el también posiblemente seria rey. Luego de estas profecías Mcbeth y Banquo se encuentran con Ross que era un mensajero del rey para comunicarles que ahora Macbeth seria el rey de Cawdor. Esta profecía impacta mucho en Macbeth y poco a poco lo ira llevando a la ambición de querer tener todo el poder. El primer deseo pecaminoso aparece cuando comienza a pensar sobre la verdad de estas profecías.

MCBETH: ¡Con dos verdades se abre la escena de este drama, que ha de terminar con una corona regia! ¿Es un bien o un mal este pensamiento? Si es un mal, ¿por qué empieza a cumplirse, y soy ya señor de Cáudor? Si es un bien, ¿por qué me aterran horribles imágenes, y palpita mi corazón de un modo inusitado? El pensamiento del homicidio, más horroroso que la realidad misma, comienza a dominarme y a oscurecer mi albedrío. Sólo tiene vida en mí lo que aún no existe.

Luego se encuentran con el rey de Duncan el cual les comunica a todos que su hijo Malcolm seria el heredero al trono. Debido a las profecías que Macbeth ha recibido comienza a tratar en su interior el hacer el mal contra el rey Duncan y su heredero Malcolm. El pecado comienza a engendrarse en los pensamientos más profundos y secretos de Macbeth tal como sucede con nosotros cuando comenzamos a anidar pensamientos impuros y el pecado se comienza a volver atractivo en nuestra mente. Luego Macbeth ya comienza a planificar como llevar a cabo su maldad.

MCBETH: Principe heredero Malcolm! Obstáculo nuevo en mi camino. He de saltar por él ó rendirme. No brilleis, estrellas: no aclare vuestra luz el negro deseo que abriga mi corazón. Ojos míos, la mano hará lo que vosotros no queréis ver. 

Pero, aunque Macbeth tenga ese deseo de ambición por el poder no puede evitar enfrentarse a su “conciencia” que le dice que lo que quiere realizar es algo horrible. Dentro de sí mismo lucha con las dudas de matar y el deseo de obtener todo el poder matando al rey Duncan y a su heredero Malcolm.

MACBETH. Tenemos que renunciar a ese horrible propósito. Las mercedes del Rey han llovido sobre mí. Las gentes me aclaman honrado y vencedor. Hoy he visto los arreos de la gloria, y no debo mancharlos tan pronto.

MACBETH. ¡Calla, por el infierno! Me atrevo a hacer lo que cualquiera otro hombre haría, pero esto no es humano.

MACBETH. Estoy resuelto. Todas mis facultades se concentran en este solo objeto. Oculte, con traidora máscara, nuestro semblante lo que maquina el alma

MACBETH. Creí escuchar una voz que me decia: «Macheth, tú no puedes dormir, porque has asesinado al sueño.» ¡Perder el sueño, que desteje la intrincada trama del dolor, el sueño, descanso de toda fatiga: alimento el más dulce que se sirve á la mesa de la vida.

Luego que lleva a cabo el asesinato al rey Duncan lucha con muchos pensamientos de culpa, pero su esposa es quien apoya todos estos crímenes ayudándole en varias ocasiones a ejecutarlo y encubrirlos. Debido a esto y a que los hijos de Duncan se van del lugar porque creen que los van a matar Macbeth aprovecha la oportunidad y es nombrado rey de Escocia. Sin embargo, como sabía que la profecía sugería que Banquo también seria rey decide que hay que matarlo a él y a su hijo y para eso contrata a unos asesinos que lo maten. Estos asesinos logran matar a Banquo pero no a su hijo. Macbeth inquieto por todas estas cosas quiere saber en qué va a terminar todo esto y va a buscar a las brujas para que le den más profecías al respecto y ellas le dicen que debe cuidarse de Macduff, que vaya a la batalla no más porque no podrá ser vencido por un hombre nacido de mujer y finalmente que no podría ser vencido hasta que el mismo bosque venga hacia él. Macbeth solo en toma en cuenta las primeras profecías, pero ignora las otras dos. Esto hace que Macbeth se sienta muy seguros debido a que nadie va a poner matarlo por lo que manda a matar a Macduff y a su familia, pero Macduff ya se había ido así que solo mata a su familia. Por otro lado, su esposa que era igual o más malvada que el comienza a enfermarse debido a su participación en estos asesinatos y se enferma hasta morir.

LADY MACBETH. Todavía siento el olor de la sangre. Todos los aromas de Oriente no bastarían a quitar de esta pequeña mano mía el olor de la sangre.

LADY MACBETH. Lávate las manos. Vístete. Vuelva el color a tu semblante. Macheth está bien muerto, y no ha de volver de su sepulcro.... Á la cama, a la cama... Llaman a la puerta... Ven, dame la mano... ¿Quién deshace lo hecho?... Á la cama.

Macbeth se ha vuelto tan ambicioso de poder que cuando se entera que su esposa está enferma y muere es indiferente y sigue preparándose para la batalla que viene. El expresa esto en sus pensamientos más profundos de maldad.

MACBETH. Yo soy inaccesible al miedo. Tengo estragado el paladar del alma. Hubo tiempo en que me aterraba cualquier rumor nocturno, y se erizaban mis cabellos, cuando oía referir alguna espantosa tragedia, pero después llegué a saciarme de horrores: la imagen de la desolación se hizo familiar a mi espíritu, y ya no me conmueve nada.

Mientras Macbeth se cree invencible debido a las profecías de las brujas el ejército Ingles se acerca rodeando el castillo liderados por Malcolm y Macduff los cuales se esconden entre las ramas y entonces le avisan a Macbeth que el bosque se está moviendo contra el (Segunda profecía). Entonces al pelear en la batalla Macbeth mata a unos soldados y luego se encuentra con Macduff al cual le dice que se aparte de su camino porque nadie que haya nacido de una mujer podría matarlo. Pero Macduff responde que no nació de mujer porque él fue sacado cuando su madre murió y al pelear mata a Macbeth. La historia de esta tragedia resume bien el pecado hace en cada uno de nosotros es que comienza primero en nuestros pensamientos y luego va escalando poco a poco hasta estar totalmente entregados a él. El final de Macbeth es la muerte porque ese es el fruto que el pecado nos deja. La historia de Macbeth es la historia de todos los seres humanos que son llevados por la maldad del pecado y finalmente dan a luz la muerte. Santiago 1:14-15

Sino que cada uno es tentado cuando es llevado y seducido por su propia pasión. Después, cuando la pasión ha concebido, da a luz el pecado; y cuando el pecado es consumado, engendra la muerte.

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sábado, 8 de junio de 2024

John S. Kloppenborg. Asociaciones de Cristo: Conexión y pertenencia en la ciudad antigua.



John. S. Kloppenborg es un investigador del Nuevo testamento y del mundo social del cristianismo primitivo el cual es reconocido por sus trabajos relacionados con el documento Q[1]. Pero además de eso ha escrito un libro sumamente interesante llamado “Christ S Associations: Connecting and Belonging in the Ancient City[2]” en el cual desarrolla algunas ideas iluminadoras para interpretar algunos pasajes del Nuevo testamento. La tesis general del libro es que en el mundo antiguo existían muchas asociaciones ya sea de artesanos o comerciantes y por tanto esos grupos te daban un sentido pertenecía e identidad en la ciudad. Así que por ejemplo cuando Pablo argumentaba que el había trabajado con sus manos en Tesalónica o Corinto lo que hay como trasfondo son estas asociaciones del mundo antiguo que dan pertenencia e identidad. 1 Corintios 4:12; 1 Tesalonicenses 2:9

Nos agotamos trabajando con nuestras propias manos. Cuando nos ultrajan, bendecimos. Cuando somos perseguidos, lo soportamos.

 Porque recuerdan, hermanos, nuestros trabajos y fatigas, cómo, trabajando de día y de noche para no ser carga a ninguno de ustedes, les proclamamos el evangelio de Dios.

De igual manera cuando escribe en la carta a los filipenses decía que su ciudadanía está en los cielos el trasfondo de esto era decir que su sentido de pertenecía no estaba solo en las asociaciones de la ciudad que le daban un estatus, sino que estaba en pertenecer “al camino”, que en otras palabras es que Pablo decía que aunque tiene cierta relevancia pertenecer a estas asociaciones que dan estatus en la ciudadanía es más importante pertenecer a Cristo. Filipenses 3:20

Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también ansiosamente esperamos a un Salvador, el Señor Jesucristo, 

Además, estos grupos de asociaciones de la ciudad se inscribían en un libro en donde al resaltar sus nombres tendrían ciertos estatus en la ciudad y es por eso que la Biblia usa algo similar cuando se habla de estar anotado o borrado del libro de la vida (Apo 3:5) Esto nos puede llevar a creer con bastante seguridad que siguiendo los mismos patrones de la época los libros de la membresía de la iglesia deben haber existido, aunque no se tenga una evidencia explicita en Escritura o en el mundo antiguo. Por tanto, podemos decir que este es un muy buen libro para considerar a la hora de interpretar el sentido de pertenencia en el mundo antiguo y para aplicarlo en la actualidad.

 

 

 



[1] https://www.sigueme.es/autores/john-s.-kloppenborg.html

[2] https://www.amazon.com/Christs-Associations-Connecting-Belonging-Ancient/dp/0300217048

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jueves, 30 de mayo de 2024

Una vida bien vivida es una vida examinada.


En estos últimos días en vuelvo a releer los algunos diálogos de Platón que leí cuando era mucho más joven. Pero en esas ocasiones no era cristiano y ahora que los leo puedo verlos desde otra perspectiva. Los diálogos que he leído son los 3 que tienen relación con su encarcelamiento y su juicio de Sócrates en donde reflexiona sobre lo que es vivir bien con una vida examinada. Creo que es sabido que Sócrates consideraba que quien desee vivir una vida virtuosa es una persona que ha examinado las razones de vivir de forma virtuosa o si es justo o malo las decisiones que toma al respecto de su vida. Esto es lo que se puede ver en estos 3 diálogos platónicos. En su dialogo de la apología Sócrates examina varias de las acusaciones que hay contra él y por ejemplo cuando está respondiendo a la acusación de Melito de ser ateo y, pero a la vez de creer en nuevas divinidades lo acorrala mostrándole su contradicción.

Por consiguiente, puesto que yo creo en los demonios, según tu misma confesión, y que los demonios son dioses, he aquí la prueba de lo que yo decía, de que tu nos proponías enigmas para divertirte a mis expensas, diciendo que no creo en los dioses, y que , sin embargo, creo en los dioses, puesto que creo en los demonios. Y si los demonios son hijos de los dioses, hijos bastardos, si se quiere, puesto que se dice que han sido habidos de ninfas o de otros seres mortales, ¿quién es el hombre que' pueda creer que hay hijos de dioses, y que no hay dioses? Esto es tan absurdo como creer que hay mulos nacidos de caballos y asno y que no hay caballos ni asnos. Así, Melito, no puede menos de que hayas intentado esta acusación contra mí, por sólo probarme, y a falta de pretexto legítimo, por arrastrarme ante el tribunal; porque a nadie que tenga sentido común puedes persuadir jamás de que el hombre que cree que hay cosas concernientes a los dioses y a los demonios, pueda creer, sin embargo, que no hay ni demonios, ni dioses, ni héroes; esto es absolutamente imposible. Pero no tengo necesidad de extenderme más en mi defensa, atenienses, y lo que acabo de decir basta para hacer ver que no soy culpable, y que la acusación de Melito carece de fundamento[1].

Para Sócrates una vida bien vivida es una vida que las razones de todas las cosas, en este caso las acusaciones que hay en su contra. Luego de eso Sócrates reflexiona que es absurdo temerle a la muerte sino sabemos que es la muerte.

Es preciso de dos cosas una: o la muerte es un absoluto anonadamiento y una privación de todo sentimiento, o, como se dice, es un tránsito del alma de un lugar a otro. Si es la privación de todo sentimiento, una dormida pacífica que no es turbada por ningún sueño, ¿qué mayor ventaja puede presentar la muerte?... Pero si la muertes es un tránsito de un lugar a otro, y si, según se dice, allá abajo está el paradero de todos los que han vivido, ¿Qué mayor bien se puede imaginar, jueces míos[2]

Esto nos lleva al segundo dialogo platónico que es el dialogo con Criton o del deber. En este dialogo Sócrates se encuentra en la cárcel con su amigo Criton el cual va a intentar convencerlo de que escapar de la muerte es algo bueno y que morir de esa manera no es algo virtuoso. Entonces lo que hace Sócrates es examinar las razones si Criton tiene o no razón.

Mi querido Criton, tu solicitud es muy laudable, si es que concuerda con la justicia; pero por lo contrario, si se aleja de ella, cuanto más grande es, se hace más reprensible. Es preciso examinar, ante todo, si deberemos hacer lo que tú dices o si no deberemos; porque no es de ahora, ya lo sabes, la costumbre que tengo de sólo ceder por razones que me parezcan justas, después de haberlas examinado detenidamente. Aunque la fortuna me sea adversa, no puedo abandonar las máximas de que siempre he hecho profesión; ellas me parecen siempre las mismas» y como las mismas las estimo igualmente. Si no me das razones más fuertes, debes persuadirte de que yo no cederé, aunque todo el poder del pueblo se armase contra mí, y para aterrarme como a un niño, me amenazase con sufrimientos más duros que los que me rodean, cadenas, la miseria, la muerte. Pero ¿cómo se verifica este examen de una manera conveniente? Recordando nuestras antiguas conversaciones, a saber: de si ha habido razón para decir que hay ciertas opiniones que debemos respetar y otras que debemos despreciar. ¿O es que esto se pudo decir antes de ser yo condenado a muerte, y ahora de repente hemos descubierto, que si se dijo entonces, fue como una conversación al aire, no siendo en el fondo más que una necedad o un juego de niños? Deseo, pues, examinar aquí contigo en mi nueva situación, si este principio me parece distinto o si le encuentro siempre el mismo, para abandonarle a seguirle. Es cierto, si yo no me engaño, que aquí hemos dicho muchas veces, y creíamos hablar con formalidad, que entre las opiniones de los hombres las hay que son dignas de la más alta estimación y otras que no merecen ninguna. Critón, en nombre de los dioses, ¿te parece esto bien dicho? Porque, según todas las apariencias humanas, tú no estás en peligro de morir mañana, y el temor de un peligro presente no te hará variar en tus juicios; piénsalo, pues, bien. ¿No encuentras que con razón hemos sentado, que no es preciso estimar todas las opiniones de los hombres sino tan sólo algunas, y no de todos los hombres indistintamente, sino tan sólo de algunos? ¿Qué dices a esto? ¿No te parece verdadero[3]?

Después de analizar las objeciones de Criton Sócrates lleva a la conclusión que es más justo y virtuoso morir injustamente que practicar la justicia o como dice su máxima famosa es mejor padecer una injusticia que cometerla. En el tercer dialogo platónico llamado el Fedon en donde vemos a Sócrates reflexionando sobre la inmortalidad del alma antes de morir. Si resumimos el argumento de Sócrates de toda esta obra sería más o menos así: A) Las ideas son eternas y no físicas. B) Lo eterno o no físico solo puede ser conocido por algo eterno-no físico C) Por tanto aquello que conoce las formas debe ser eterno y no físico. D) Entonces se puede concluir que el alma debe ser inmortal y no corpórea. Sócrates ve el cuerpo como un impedimento de poder llegar a la verdad.

—Pues bien —continuó Sócrates—, después de todas estas consideraciones, por necesidad se forma en los que son genuinamente filósofos una creencia tal, que les hace decirse mutuamente algo así como esto: tal vez haya una especie de sendero que nos lleve a término [juntamente con el razonamiento en la investigación], porque mientras tengamos el cuerpo y esté nuestra alma mezclada con semejante mal, jamás alcanzaremos de manera suficiente lo que deseamos. Y decimos que lo que deseamos es la verdad. En efecto, son un sin fin las preocupaciones que nos procura el cuerpo por culpa de su necesaria alimentación; y encima, si nos ataca alguna enfermedad, nos impide la caza de la verdad. Nos llena de amores, de deseos, de temores, de imágenes de todas clases, de un montón de naderías, de tal manera que, como se dice, por culpa suya no nos es posible tener nunca un pensamiento sensato. Guerras, revoluciones y luchas nadie las causa, sino el cuerpo y sus deseos, pues es por la adquisición de riquezas por lo que se originan todas las guerras, y a adquirir riquezas nos vemos obligados por el cuerpo, porque somos esclavos de sus cuidados; y de ahí, que por todas estas causas no tengamos tiempo para dedicarlo a la filosofía. Y lo peor de todo es que, si nos queda algún tiempo libre de su cuidado y nos dedicamos a reflexionar sobre algo, inesperadamente se presenta en todas partes en nuestras investigaciones y nos alborota, nos perturba y nos deja perplejos, de tal manera que por su culpa no podemos contemplar la verdad. Por el contrario, nos queda verdaderamente demostrado que, si alguna vez hemos de saber algo en puridad, tenemos que desembarazarnos de él y contemplar tan sólo con el alma las cosas en sí mismas. Entonces, según parece, tendremos aquello que deseamos y de lo que nos declaramos enamorados, la sabiduría; tan sólo entonces, una vez muertos, según indica el razonamiento, y no en vida. En efecto, si no es posible conocer nada de una manera pura juntamente con el cuerpo, una de dos, o es de todo punto imposible adquirir el saber, o sólo es posible cuando hayamos muerto, pues es entonces cuando el alma queda sola en sí misma, separada del cuerpo, y no antes. Y mientras estemos con vida, más cerca estaremos del conocer, según parece, si en todo lo posible no tenemos ningún trato ni comercio con el cuerpo, salvo en lo que sea de toda necesidad, ni nos contaminamos de su naturaleza, manteniéndonos puros de su contacto, hasta que la divinidad nos libre de él. De esta manera, purificados y desembarazados de la insensatez del cuerpo, estaremos, como es natural, entre gentes semejantes a nosotros y conoceremos por nosotros mismos todo lo que es puro; y esto tal vez sea lo verdadero. Pues al que no es puro es de temer que le esté vedado el alcanzar lo puro. He aquí, oh Simmias, lo que necesariamente pensarán y se dirán unos a otros todos los que son amantes del aprender en el recto sentido de la palabra. ¿No te parece a ti asi[4]?

Así que el planteamiento de Sócrates a través de estos diálogos platónicos es más o menos así: Aunque mueras de forma injusta no debes temerle a la muerte porque no hay verdaderas razones para temerle y además al ser tu alma inmortal la muerte es solo un paso hacia otra etapa de la existencia y nada más que eso. Esto me ha llevado a preguntarme ¿Tiene razón Sócrates? ¿Es el razonamiento de Sócrates correcto? ¿Es el planteamiento de Sócrates coherente con el planteamiento cristiano o se opone al? ¿Influyo este planteamiento socrático en el desarrollo de la fe cristiana? No tengo las respuestas a estas preguntas, pero espero en algún momento aventurarme en busca de una respuesta.



[1]Platón. La apología de Sócrates. Páginas 65-66

[2] Platón. La apología de Sócrates. Páginas 84-85

[3] Platón. El Criton o del deber. Páginas 96-97

[4] Platon. El Fedon. Paginas 10-11

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domingo, 17 de marzo de 2024

La influencia del cristianismo en el occidente. Parte 1.




A nuestra sociedad se le conoce como una sociedad postmoderna o pos cristiana. Esto significa que vivimos en una época que supuestamente ha superado la modernidad y la cristiandad. Como lo ha escrito hace ya mucho tiempo el filósofo canadiense Charles Taylor estamos en la época secular. Lo que signifique vivir en una época secular es algo que en el futuro espero reflexionar, pero ahora quiero enfocarme en la relación entre el cristianismo y la sociedad occidental. Cuando uno conversa con las personas respecto al cristianismo es muy común escuchar cosas como “el cristianismo detuvo a la ciencia” “torturo a las personas” “restringió las libertades” “atraso los avances del mundo” pero si tú le dices que el cristianismo es la base de la sociedad occidental seguramente no te creerán y esperaran que les argumentes al respecto. Que el cristianismo sea la base y el fundamento de la sociedad occidental no significa que no hubo intercambio entre la filosofía grecorromano u otras filosofías, pero el cristianismo fue quien definitivamente formo el pensamiento y el estilo de vida occidental. El historiador británico Christopher Dawson (1889-1970) en su obra “La religión y el origen de la cultura occidental” escribió[1]:

Cuanto más se estudian los orígenes del humanismo, más se llega a reconocer la existencia de un elemento que no es sólo espiritual sino decididamente cristiano. Se puede objetar que éste es sólo uno y no el más importante aspecto del movimiento humanístico. Pero aun las realizaciones puramente naturalistas del Renacimiento dependían de sus antecedentes cristianos. El humanismo fue, es cierto, una vuelta hacia la naturaleza, un redescubrimiento del hombre y del mundo natural. Pero el autor del descubrimiento, el principio activo del cambio, no fue el hombre natural: fue el hombre cristiano, el tipo humano producido por diez siglos de disciplina espiritual e intenso cultivo de la vida interior. Los grandes hombres del Renacimiento eran hombres espirituales aun estando profundamente sumergidos en el orden temporal. De los recursos acumulados en su pasado cristiano adquirieron la energía para conquistar el mundo de la materia y crear la nueva cultura del espíritu.

El cristianismo penetró por primera vez en Europa occidental bajo la forma de un movimiento misionario que se había originado en las ciudades helenísticas del Levante, y durante siglos los hombres del Oriente —Pablo, Ireneo, Atanasio, Casiano, Teodoro de Tarso y los papas sirios y griegos del siglo VIII— desempeñaron un papel notable en la formación del cristianismo occidental. En la época que siguió a la caída del Imperio, este proceso de transmisión continuó de los cristianos de las provincias occidentales hacia los pueblos bárbaros, como vemos en la misión de san Patricio a Irlanda, en la evangelización de san Amando en Bélgica, y sobre todo en la conversión de Inglaterra por Gregorio el Grande, que hizo época (Quede leyendo en el capitulo 2 de este libro)

Por otro lado El historiador británico Tom Holland reafirma esta opinión en su obra “Dominio, como el cristianismo dio forma a occidente”[2]:

Hoy, en esta época de realineamientos geopolíticos sísmicos, en un momento en que nuestros valores demuestran no ser tan universales como algunos de nosotros creíamos, es más acuciante que nunca que comprendamos lo mucho que derivan y dependen de nuestra cultura. Vivir en un país occidental es vivir en una sociedad completamente saturada de suposiciones y conceptos cristianos. Esto es igual de cierto para los judíos o los musulmanes que para los católicos o los protestantes. Dos mil años después del nacimiento de Cristo, no hace falta creer que resucitó de entre los muertos para asombrarse ante la formidable —de hecho, la ineludible— influencia del cristianismo. Sea en la convicción de que la conciencia es fundamental para establecer buenas leyes, en la de que la Iglesia y el Estado existen como entidades distintas o en la de que la poligamia es una práctica inaceptable, los vestigios del cristianismo se encuentran por doquier en Occidente. Incluso escribir sobre él en un lenguaje occidental conlleva emplear expresiones saturadas de connotaciones cristianas. «Religión», «secular», «ateo»: ninguna de estas palabras es neutral. Aunque derivan del pasado clásico, todas nos llegan cargadas con el legado del cristianismo. Si no somos conscientes de esto, nos arriesgamos constantemente a caer en el anacronismo. Por mucho que los bancos de las iglesias estén cada vez más vacíos, Occidente permanece amarrado con firmeza a su pasado cristiano

El cristianismo, según parecía, no necesitaba cristianos para que sus creencias prosperaran. Solo el tiempo dirá si esto fue una ilusión o si el poder de las víctimas sobre sus opresores sobrevivirá al mito que lo alumbró. Por el momento, la retirada de la fe cristiana no parecía implicar necesariamente la desaparición de los valores cristianos. Al contrario. Incluso en Europa —un continente cuyas iglesias están mucho más vacías que las de Estados Unidos—, los vestigios del cristianismo seguían impregnando la moral y las creencias de la gente hasta tal punto que muchos ni siquiera percibían su presencia. Como partículas de polvo demasiado finas para distinguirse a simple vista, todo el mundo las respiraba por igual: creyentes, ateos y aquellos que ni siquiera se habían parado jamás a pensar sobre religión.

Como podemos ver la cultura occidental está totalmente influenciada por el cristianismo y por tanto debemos analizar qué tan profundos, relevantes y beneficiosos ha sido su influencia[3]. Los teólogos católicos romanos Mike Aquilina y James L Papandrea escribieron un interesante libro llamado “las 7 revoluciones que cambiaron al mundo. Como el cristianismo cambio el mundo y como puede cambiarlo hoy nuevamente[4]” el cual nos ayudara a ver lo revolucionario que fue el cristianismo que llevo a cambiar diversos ámbitos de la vida humana que eran comunes para las culturas del mundo antiguo pero especialmente en el contexto de la cultura grecorromana donde nació el cristianismo.

La primera revolución que el cristianismo hizo fue la revolución de la persona.

La primera revolución cristiana es la manera en que el mundo antiguo y en especial el mundo grecorromano veía a los seres humanos. Para poder entender de una manera más plena como el cristianismo revoluciono esta perspectiva del ser humano es importante analizar brevemente como ellos pensaban al respecto. Para esto usaremos varias citas del libro de Mike Aquilina y James L Papandrea[5].

Hoy en día, cuando alguien quiere defender su caso ante los medios de comunicación, apela a ciertas nociones que considera evidentes: que todas las personas tienen la misma posición. A menudo piden un trato especial basado en su “victimismo”, como si el victimismo les confiriera cierta dignidad.

¿Derechos humanos? La idea no habría tenido sentido si hubieras intentado explicarla. ¿Por qué tendrías “derechos” sólo porque naciste? Tenías derechos si eras alguien importante, como Paul, el hijo de un ciudadano. O podrías tener derechos si los compraste, como hizo el tribuno. Pero la gente corriente no tenía derechos. El pueblo existía para el Estado, y si no era útil al Estado no tenía derecho a existir.

La utilidad era el factor clave para decidir si un ser humano era digno de vivir. Lo útil debe ser recompensado y lo inútil debe desecharse.  Cuando las Buenas Nuevas eran nuevas, el aborto e incluso el infanticidio eran algo común en la cultura y requerían poca deliberación. En toda la historia, sólo una cultura había prohibido estas prácticas: la de los judíos. Y eran una minoría insignificante en el primer siglo, en su mayoría exiliados de su patria, especialmente después de la desastrosa rebelión que condujo a la destrucción de Jerusalén en el año 70.

Todas las demás naciones, todos los demás imperios, todos los demás reinos, todos los demás pueblos (los asirios, los babilonios, los hititas, los griegos, los romanos) mataban rutinariamente a sus crías. Platón y Aristóteles elogiaron el aborto y el infanticidio. Como dijo el filósofo Séneca, deshacerse de los niños inútiles era simplemente lo razonable.

De forma resumida podemos decir que las creencias en el mundo grecorromano sobre las personas era que no creían en la dignidad inherente de los seres humanos, no creían en la protección de los débiles, no creían en los derechos humanos y creían que la vida de una persona importante solo si era útil. Por lo tanto ¿Quién o qué fue lo que cambio esa forma de pensar? Lo que cambio esa forma de pensar fue el cristianismo que con el mensaje del evangelio conquisto el mundo antiguo. Nuestra sociedad se preocupa constantemente por la “igualdad” “los derechos humanos” “La dignidad de las personas” pero muy pocas veces se detiene a pensar cual es el origen de esa forma de pensar. Yo generalmente pongo el ejemplo de dar el asiento en la micro a mujeres embarazadas o adultos mayores pues si yo no soy cristiano ¿Por qué debería darles el asiento a ellos? Algunos podrían argumentar que es sentido común pero cuando revisamos la historia no ha sido así. En que nuestra cultura esto se considera “correcto” debido a que tenemos conceptos cristianos con los cuales juzgamos las cosas y de lo cual la mayoría de las personas no lo sabe. Ahora esto no significa que nuestra sociedad sea totalmente coherente con eso pues mientras que para algunos es “escandaloso” que no les den la asiento a mujeres embarazas o adultos mayores no ven ningún problema con permitir el aborto. Pero el punto que quiero señalar aquí es que la preocupación por dignidad de las personas, la preocupación por los débiles o los derechos humanos son conceptos que emanan del cristianismo.

La segunda revolución que el cristianismo hizo fue la revolución del hogar

La segunda revolución cristiana que el cristianismo hizo en la cultura grecorromana fue la revolución del hogar. A pesar de todos los cambios que ha enfrentado la idea de “familia” en el occidente últimamente aún se sigue considerando en términos generales que la familia es la base de la sociedad. Y por familia aun entendemos la unión de un hombre con una mujer que aspira a tener hijos. Sin embargo ¿era esta la forma de entender la familia en el mundo grecorromano?

Para un romano, una esposa era una propiedad, así como los hijos eran una propiedad. Una mujer no tenía existencia legal aparte de los hombres que la controlaban: su padre hasta que se casaba, su marido después, su hijo si era viuda y tenía la suerte de tener un hijo. Si ningún hombre la poseía, ella no era nadie en absoluto. Los niños no estaban mejor. Tradicionalmente, un padre romano conservaba el derecho legal de ejecutar a sus hijos si los consideraba culpables de un delito, incluso hasta la edad adulta. Eran sus hijos; le pertenecían.

Según la costumbre matrimonial, la joven recién casada podría esperar una relación depredadora, plagada de sodomía, aborto y anticoncepción. Se esperaba el adulterio de los hombres y, al menos en las familias ricas, también de las mujeres.

De modo que el matrimonio podía ser miserable y sin amor, y en cierto sentido se esperaba que fuera miserable y sin amor. Pero si el matrimonio se volvía demasiado miserable, el divorcio era fácil. Todo lo que hizo falta fue que una de las partes se fuera de casa con la intención de divorciarse.

Aquí está la diferencia entre una boda pagana y una cristiana. La boda pagana es una celebración del placer que el marido está a punto de obtener de su novia (a quien, como dijimos antes, se espera que no le guste). La boda cristiana es un sacramento, una unión de dos almas, una imagen terrena que refleja el amor de Cristo por su Iglesia y el amor de las tres personas de la Trinidad. Ninguno de los cónyuges adquiere bienes; ambos se están uniendo para formar una unión indisoluble.

Podemos ver que para el mundo grecorromano la familia era donde un hombre tenía a su esposa e hijos como una propiedad con la cual podría hacer lo que quisiera. Además, no existía la fidelidad pues era muy fácil tener otras mujeres u hombres con los cuales tener relaciones sexuales. El centro de todo el matrimonio romano era el placer y no el amor cristiano sacrificial que los cristianos practicaban. El cristianismo cambio todo esto pues consideraba a cada persona creada a imagen y semejanza de Dios y por tanto ambos debían someterse al Señor mutuamente pues ambos eran iguales en dignidad delante de Dios (Efesios 5:21) Así que la idea de que hombres y mujeres son iguales no es una idea del feminismo, sino que es una idea cristiana. Esto hacia que la esposa y los hijos no fueran visto como una propiedad del hombre sino como personas creadas por Dios con una dignidad inherente. A las esposas sea les pide que se sometan a sus maridos y sean respetuosos con ellos (Efesios 5:22-24) A los esposos se les demandaba no solo fidelidad (lo cual era una locura para el mundo grecorromano) sino que además sacrificio a su esposa como Cristo amo a la iglesia (Efesios 5:25) y a ambos como padres se le pide que deben criar a sus hijos en disciplina y amonestación del Señor (Efesios 6:4) La sociedad occidental se basó en estos principios por muchos siglos y ahora poco a poco los ha ido abandonando. Ahora esto no significa que siempre se practicaron de forma perfecta, sino que como vivimos en un mundo donde hay pecado se pueden haber usado estos principios con motivaciones pecaminosas. Aunque nuestra sociedad actual es una sociedad “secular” o “postcristiana” aún hay discusiones sobre el significado de lo que es una familia o la importancia que hay respecto a la corresponsabilidad a lo domestico o a la crianza de hijos. Sin embargo, las personas muy pocas veces piensan que estos temas se discuten en la actualidad porque el cristianismo permeo toda la cultura para que pensemos que es “importante la familia” “es importante la fidelidad” “es importante preocuparse por los hijos”.



[1] Christopher Dawson. La religión y el origen de la cultura occidental. Página 22, 24.

[2] Tom Holland. Dominio, como el cristianismo dio a forma a occidente. Página 11 y 206.

[3] Con esto no estamos desconociendo las cosas negativas que se hicieron en nombre del cristianismo pero que cuando se le compara con los beneficios ellos lo superan con creces.

[4] Hay otros libros que abordan este mismo tema, pero desde distintas perspectivas. Vishal Mangalwadi. El libro que dio forma al mundo. Dinesh D Souza. Lo grandioso del cristianismo. Cesar Vidal. El legado del cristianismo a la sociedad occidental. Sin embargo, pienso que por temas pedagógicos el libro de Mike Aquilina y James L. Papandrea es mejor para este caso.

[5] Mike Aquilina y James L. Papandrea. Las 7 revoluciones que cambiaron al mundo. La revolución de la persona. Capítulo 2. 

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sábado, 16 de marzo de 2024

Mi intención de leer los clásicos.

Italo Calvino (1923-1985) fue un periodista y escritor italiano principalmente de cuentos, novelas y ensayos. Uno de sus libros póstumos se llama “Porque leer los clásicos” que es una colección de ensayos de varios de los libros conocidos como “clásicos”. El libro comienza dando 14 distintos tipos de definiciones sobre lo que sería un libro clásico.

1. Los clásicos son esos libros de los cuales se suele oír decir: «Estoy releyendo...» y nunca «Estoy leyendo...».

2. Se llama clásicos a los libros que constituyen una riqueza para quien los ha leído y amado, pero que constituyen una riqueza no menor para quien se reserva la suerte de leerlos por primera vez en las mejores condiciones para saborearlos.

3. Los clásicos son libros que ejercen una influencia particular ya sea cuando se imponen por inolvidables, ya sea cuando se esconden en los pliegues de la memoria mimetizándose con el inconsciente colectivo o individual.

4. Toda relectura de un clásico es una lectura de descubrimiento como la primera.

5. Toda lectura de un clásico es en realidad una relectura.

6. Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir.

7. Los clásicos son esos libros que nos llegan trayendo impresa la huella de las lecturas que han precedido a la nuestra, y tras de sí la huella que han dejado en la cultura o en las culturas que han atravesado (o más sencillamente, en el lenguaje o en las costumbres).

8. Un clásico es una obra que suscita un incesante polvillo de discursos críticos, pero que la obra se sacude continuamente de encima.

9. Los clásicos son libros que cuanto más cree uno conocerlos de oídas, tanto más nuevos, inesperados, inéditos resultan al leerlos de verdad.

10. Llámase clásico a un libro que se configura como equivalente del universo, a semejanza de los antiguos talismanes.

11. Tu clásico es aquel que no puede serte indiferente y que te sirve para definirte a ti mismo en relación y quizás en contraste con él.

12. Un clásico es un libro que está antes que otros clásicos; pero quien haya leído primero los otros y después lee aquél, reconoce enseguida su lugar en la genealogía.

13. Es clásico lo que tiende a relegar la actualidad a la categoría de ruido de fondo, pero al mismo tiempo no puede prescindir de ese ruido de fondo.

14. Es clásico lo que persiste como ruido de fondo incluso allí donde la actualidad más incompatible se impone.

En mis palabras yo diría que los libros clásicos son los libros que permanecen vivos, relevantes y vigentes a pesar de todos los cambios culturales que se vayan dando en el tiempo, son a mi parecer; el oxígeno silencioso de la cultura. Pero como ha dicho lamentablemente un historiador nuestra cultura es “ahistorica” y no parece darle importancia en lo más mínimo a esto. Sin embargo, pienso que como cristianos esto debería importarnos mucho. ¿Por qué? Porque la fe cristiana es un pilar fundamental en los libros clásicos. La mayoría de los teólogos cristianos han dialogado con los clásicos de la filosofía o literatura sin ningún problema y ellos lo han citado, criticado o usado como ilustración en muchos de sus escritos y sermones. Por ejemplo, esto se puede ver con relativa facilidad en Justino Mártir, San Agustín, Tomas de Aquino o Juan Calvino. Las razones de porque se ha perdido la práctica de leer los libros clásicos (cristianos o no cristianos) ha hecho que el cristianismo actualmente se empobrezca pues mengua la imaginación, la meditación y la reflexión teológica. No sé si en mi generación esto sea algo que vaya a importar, pero por lo menos por mi parte he emprendido ya hace un tiempo el proyecto personal de leer los clásicos cristianos y no cristianos para poder usarlos como fuente de mi reflexión cristiana. Si Dios me da vida y me lo permite estaré leyendo los libros clásicos y extrayendo lecciones acerca de ellos. Esto quiere decir que hare una “lectura cristiana” de los libros clásicos.

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