En
mis dos entradas anteriores, he estado escribiendo de lo que la Biblia habla
sobre el Estado, especialmente el Estado del bienestar. Sé que algunos después de
haber leído lo que escribí van a etiquetarme como un “liberal” en economía, lo
cual está bien, pues no me ofende. Pero quiero que sepan que aunque considero
que el sistema liberal esta en lo correcto, también considero que posee errores
fundamentales. Supongo que para un
liberal eso no es ningún problema, ya que saben que el mundo es imperfecto. Por
tanto todo sistema diseñado por los hombres es imperfecto; o en lenguaje económico,
el mercado en ocasiones falla.
El
gran problema con la visión marxista de un gran Estado que regule todo y distribuya,
es que cree que puede solucionar todos los problemas. Cree que puede instalar
el reino de Dios en la tierra pero sin Dios. Cree que puede lograr el paraíso en
la tierra donde haya justicia e igualdad para todos. Es sabido que esto es
imposible, y la base bíblica para eso es que el mundo está caído. Por tanto ese
“ideal” jamás se llevará a cabo. El “salvador” estado no podrá redimirnos,
solamente Cristo nos puede salvar de nuestra condición pecaminosa. Esa es la razón
fundamental para rechazar la visión marxista del Estado, que quiere sustituir a
Dios por medio del Estado. Que constantemente quiere ignorar la realidad con lo
que “podría ser”.
Pero
el sistema de libre mercado tampoco está libre de sus errores. Es cierto que es
el mejor sistema económico que existe para un mundo caído, donde se reconoce
que hay personas malvadas y egoístas entre nosotros. La antropología del libre
mercado no es que “considere a las personas buenas” como he leído algunas veces
por allí, sino al contrario. Ellos reconocen las paradojas de la humanidad, que
un día puede crear la cura para millones de enfermedades, pero al otro día en
el poder puede matar a millones de personas. El ser humano es tanto bueno como
malo. ¿No les parece conocido esta antropología? ¡Pues es bíblica!. El hombre
es imagen y semejanza de Dios (imago dei), por que en ocasiones hará “cosas
buenas para la humanidad”. Pero también es un ser caído por lo que también hará
cosas malvadas en este mundo. En este punto la antropología del libre mercado
es muy bíblica. El sistema de libre mercado también reconoce la libertad de las
personas y la igualdad de trato para con el otro.
Paradójicamente el error
fundamental del libre mercado es no reconocer que estos “valores” no se
sostienen sin el cristianismo. Ellos reconocen que gran parte de la raíz que
dio vida al libre mercado es el cristianismo, pero no parecen reconocer que sin
él no se pueden mantener en pie. Ellos hablan constantemente de la libertad y
el respeto por el otro pero ¿Quién fundamenta esos valores? Para los
partidarios del libre mercado la “libertad” se ha hecho una religión. Incluso muchas
veces he oído que las personas pueden usar su libertad en prácticas pecaminosas
claramente condenables en las Escrituras. Y aquí es donde entramos en su talón
de Aquiles. Si yo fuera marxista simplemente les preguntaría a los libre
mercado que si ellos creen que la propiedad privada, la vida y la libertad lo
son todo ¿Quién sustenta esas creencias? Quizás ellos responderían siempre ha
servido para el orden social o que es un acto de fe simplemente creer en eso,
pero la pregunta para ellos sigue siendo pero ¿y quién me obliga a respetarlos?
¿No es acaso una construcción social más? ¿No es acaso un arma para oprimir a
los demás y nada más? El punto es que el sistema de libre mercado sin su raíz que
lo nutre de vida no tiene sentido. Por supuesto puede servir en el discurso público,
pero filosóficamente esta vacio.
Es
por eso mismo que jamás podría sacar pecho y sentirse orgulloso diciendo que
soy un “liberal”. El simple hecho es que yo soy cristiano y mi cristianismo me
lleva a lo que han separado de la Biblia para hacerlo el “libre mercado”. El
libre mercado por si mismo nunca podrá defenderse de forma totalmente coherente
o consecuente, porque ese sistema supone valores morales absolutos que un Dios reveló a la
humanidad. Las personas que profesan el libre mercado y no creen en Dios se les
deben señalar la contradicción de su discurso y que ellos necesitan arrepentirse
y venir a la reconciliación con Dios.
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