Pensar el mundo a través de las Escrituras...

jueves, 19 de julio de 2018





La fe frente a las tentaciones Santiago 1:12-18
El libro de Santiago comienza diciéndonos que como cristianos vamos a enfrentar diversas pruebas (Stgo 1:2) Esto quiere que decir que como cristianos seremos probados de muchas diversas maneras por Dios en muchas ocasiones, esto lo podemos leer en otras partes de las Escrituras. Por ejemplo Dios probó a su pueblo para ver si realmente iba a obedecer a Dios:

“Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos” Deut 8:2

“no darás oído a las palabras de tal profeta, ni al tal soñador de sueños; porque Jehová vuestro Dios os está probando, para saber si amáis a Jehová vuestro Dios con todo vuestro corazón, y con toda vuestra alma” Deut 13:3

El propósito del a prueba era ver que es lo que había en el corazón, donde está realmente su confianza. Dios también probó el corazón de los sus siervos para ver que había en su corazón y en quien ponían sus fuerzas:

“Más a los referente a los mensajeros de los príncipes de Babilonia, que enviaron a él para saber del prodigio que había acontecido en el país, Dios lo dejó, para probarle, para hacer conocer todo lo que estaba en su corazón” 2 Cro 32:21

“Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucito a los muertos” 2 Cor 1:9

Dios probó a Ezequías y a Pablo para ver en quien estaba realmente su confianza, en quienes descansaban. ¿Cuáles fueron los propósitos de todas estas pruebas?  Según Santiago 1:4-11 hay un triple propósito en todas estas pruebas. La primera es la madurez cristiana. La segunda es la búsqueda de Dios para adquirir sabiduría y la tercera es la humillación delante de Dios para aprender a confiar y depender solamente en Cristo. ¿Te das cuenta de lo beneficioso que es la prueba? Estoy convencido que en la eternidad vamos a poder comprender de una mejor manera lo beneficioso que fueron todas las pruebas que tuvimos que enfrentar.

El versículo 12 nos dice que es “bienaventurado” (dichoso, feliz) aquel que soporta la tentación y resiste la prueba. La idea de ser bienaventurado venia desde el Antiguo testamento (Sal 1:1; Isa 30:18; 56:2) y también Jesucristo la uso en muchas ocasiones para aludir a los cristianos en sus diversas circunstancias  (Mt 5:3-12) Un hombre feliz puede ser pobre, estar hambriento y ser perseguido, pero todas formas será feliz porque su convicción esta en Dios. Aquí el hombre feliz es aquel que “soporta” y “resiste” pacientemente las circunstancias difíciles (pruebas-tentaciones) que enfrenta como cristiano. Estas dos palabras describen el lento y doloroso proceso que muchos creyentes deben enfrentar en sus pruebas, pero a la vez nos muestra que no siempre será así sino que habrá un final glorioso después de la prueba. Aquellos que resisten estas pruebas-tentaciones obtienen la corona de la vida. La imagen de la corona aludía a varias cosas en aquella época como la “corona de un vencedor” “la corona como un decoro de honor”, “la corona real[1]”. Pablo uso el ejemplo de los atletas que corrían en el estadio y recibían la corona. (1 Cor 9:25) esta corona era diadema laureada que se ponía en la cabeza del atleta vencedor. El apóstol Juan les escribió a los hermanos de Esmirna:

“Se fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de la vida” Apocalipsis 2:10

Lo que el Apóstol Santiago nos está diciendo aquí no es que por resistir las pruebas y tentaciones vamos a ganarnos la vida eterna, sino que si perseveramos durante las pruebas-tentaciones estaremos mostrando que somos realmente hijos de Dios que amamos a nuestro Padre celestial y por tanto nos espera en su presencia la corona de la vida misma que es Cristo. Con esto podemos pensar en todos los profetas y cristianos que han sido asesinados en el mundo por causa de su fe o podemos pensar en las pruebas que ahora mismo estamos enfrentando y que nos preguntamos ¿Por qué? Pues Dios nos anima a perseverar en ello y ser un bienaventurado (feliz).

La diferencia entre prueba y tentaciones

En estos siguientes versos Santiago comienza a abordar un tema relacionado con las pruebas, que es la tentación. Algunas preguntas que pueden surgir son ¿Es la prueba lo mismo que la tentación? ¿Dios es quien provee la prueba y la tentación? Ya vimos que Dios es quien pruebas a los creyentes, pero cuando nos vemos enfrentamos a esas pruebas tenemos dos opciones. Una es soportar la prueba y salir victorioso de ellas pues Dios es quien nos da la salida. La otra es ceder a la tentación y entregarnos al pecado (1 Cor 10:13) Pensemos en dos ejemplos, uno de victoria y otro derrota. El Señor Jesucristo fue enviado al desierto por medio del Espíritu para ser tentado por el diablo (Mt 4:1; Mc 1:12-13) Jesucristo fue probado y tentado en todo pero sin pecado (Hebreos 4:15) Por tanto el pudo vencer la tentaciones. En el caso de Pedro él fue probado por Dios usando a Satanás (Luc 22:31) y él pecó y fue humillado negando al Señor 3 veces (Luc 22:54-62) Por tanto fue derrotado por medio de esas tentaciones. Dentro de cada prueba que nosotros enfrentamos hay tentaciones con las que luchamos.

Hay una historia de un pastor en Estados unidos que tenía una hija de 15 años la cual comenzó a tener dolores en la rodilla y que con el tiempo se le detecto que tenía un tumor cáncer maligno que le obligaba a amputarle la pierna. El confiado en el Señor le dijo a su hija que no creía que iba a ser necesario que le amputaran la pierna porque Dios iba hacer un milagro, pero lamentablemente eso no sucedió sino que a su hija le amputaron la pierna. El pastor quedo destrozado y lucha de años preguntándose ¿Dónde estaba Dios? ¿Por qué había hecho eso[2]? La prueba que enfrento este pastor fue muy difícil pero él en medio del dolor cedió a la tentación de no reconocer la soberanía de Dios en todas las cosas. Como cristianos nos vamos a enfrentar diversas pruebas y dentro de esas pruebas tendremos dos opciones resistir en el poder de Dios o ceder ante la tentación de nuestros propios corazones. ¿Te sientes tentado a no agradecer a Dios por lo que vives? ¿Te sientes tentado a pecar cuando te ves en medio de la prueba? ¿Te sientes tentado a culpar a Dios por las pruebas que vives?

El proceso de la tentación (Stgo 1:13-15)

Santiago comienza respondiendo a una idea que algunos hermanos estaban sosteniendo y era que Dios es quien los tentaba pero esto no es posible por dos razones. La primera razón es que el “no puede ser tentado por el mal” (RV60) “Dios nunca es tentado hacer el mal” (NTV) esto quiere decir que es “incapaz de ser tentado[3]” ¿Por qué? Porque en su naturaleza santa el no puede ser tentado por el mal. El profeta Habacuc 1:13 nos dice:

“Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio”

La segunda razón es que “el no tienda a nadie” (RV60) “Jamás tienta a nadie” (NTV) Dios prueba a las personas, pero no las tienta en el pecado, sino que la tentación viene como raíz de su propio corazón pecaminoso.  Nuestra confesión de fe define muy bien este tema cuando en el punto del decreto de Dios nos dice:

“Dios, desde toda la eternidad, por el sapientísimo y santísimo consejo de su propia voluntad, ha decretado en sí mismo, libre e inalterablemente, todas las cosas, todo lo que sucede; sin embargo, de tal manera que por ello Dios ni es autor del pecado ni tiene comunión con nadie en el mismo[4]

¿De dónde entonces provienen las tentaciones? ¿De donde surgen todos estos deseos pecaminosos que sentimos en nuestros corazones? La razón es simple, de nosotros mismos, de nuestros propios corazones. Jesús dijo que “del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios y las blasfemias” (Mt 15:19)

Santiago en estos versos describe el proceso de la tentación o también podríamos llamarlo el proceso del autoengaño que produce la tentación para luego llevarnos al pecado consumado y a la muerte. Nuestra fe se ve día a día enfrentando a este proceso de la tentación del cual muchas veces ni siquiera tomamos conciencia. Un puritano llamado John Owen escribió un libro dedicado a este tema y el escribe cosas muy interesantes sobre esto[5].

Muchas personas cuan o son rebasadas por algún pecado, se arrepienten de él y sin embargo fallan al no reconocer que la causa de ello fue la tentación. Si usted desea triunfar sobre cualquier pecado, usted debe considerar qué es lo que le tienta a ese pecado y evitarlo. La tentación es la raíz y el pecado es su fruto amargo: También, muchas personas son conscientes de sus pecados pero no de sus tentaciones. Muchos están disgustados con los frutos amargos del pecado, pero no toman ninguna precaución para evitar la raíz venenosa de la tentación. Usted nunca caerá repentinamente en el pecado sin primero entrar en la tentación[6].

“Una persona puede entrar en tentación sin estar consciente de que un deseo pecaminoso se ha despertado en él. Un ejemplo de esto es cuando el corazón de una persona empieza secretamente a gustar la tentación y está contento a alimentar y darle oportunidad para crecer en varios aspectos pero sin cometer abiertamente el pecado. Esto es una forma muy sutil de tentación. Un ejemplo nos ayudará a detectarla. Un hombre comienza a ganar una reputación de piedad, sabiduría, aprendizaje, etc. (Cosas buenas en sí mismas). Algunas personas le alaban por ello y él comienza a disfrutarlo hasta que su orgullo y ambición son afectados. Entonces, se pone a esforzarse mucho para mejorar sus dones y sus gracias pero sus motivos son equivocados. Lo está haciendo para engrandecer su reputación. Está entrando en tentación y si no se da cuenta de ello, muy pronto le hará un esclavo del deseo pecaminoso de buscar una buena reputación”[7].

“La siguiente, es una regla infalible: Si el corazón del creyente se vuelve flojo, negligente, o formal en la adoración de Dios, entonces, alguna tentación ha empezado a obrar en su corazón. El amor al mundo, o el orgullo, o la impureza, o el egoísmo, o la impureza o la malicia y la envidia, o alguna otra cosa se ha apoderado de su espíritu”[8].

Las reflexiones de John Owen tienen que ver con que siempre pecaremos sino podemos atención a lo que viene antes de consumar el pecado que es la tentación. Esto mismo es lo nos quiere decir Santiago “cuando cada cual es atraído y seducido por su propia concupiscencia” (RV60) “cuando sus propios malos deseos lo arrastran y seducen” (NVI) “La tentación viene de nuestros propios deseos, los cuales nos seducen y arrastran” (NTV). La palabra “concupiscencia” significa deseo y conlleva en general un sentido negativo como “lujuria”, “ambición egoísta”, “malos deseos[9]”. Los rabinos le llamaban a esto el “impulso maligno” que cada ser humano tiene[10]. Santiago utiliza una ilustración tomada del mundo de la pesca. El pez ve la carnada y se ve tentado a morder la carnada. Cuando ese pez toma la carnada, repentinamente se ve arrastrado y paga con su vida[11]. John Owen utiliza otra ilustración para ejemplicarnos esto:

“Los deseos pecaminosos son como un arroyo en su camino hacia el mar, y la tentación es como un viento poderoso que sopla sobre aquel arroyo. Piense en este arroyo e imagínese que un bote vacío es puesto dentro de él. Tarde o temprano, según el curso y la velocidad del arroyo, el bote será llevado al mar. En la misma manera, los deseos pecaminosos de una persona, tarde o temprano,  le arrastrarán al mar de su ruina eterna. Supongamos que hay vientos fuertes que soplan sobre el bote. Entonces el bote será arrastrado con violencia contra cada roca hasta que se rompa en pedazos y sea tragado por el mar. Esta ilustración nos da imágenes del hombre pecaminoso. La primera es de un hombre que lenta pero seguramente es llevado al mar de su ruina eterna por el arroyo de sus deseos pecaminosos. La segunda nos muestra al mismo hombre experimentando el viento fuerte de la tentación. Este viento arrastra al hombre de un pecado a otro hasta que tal como en el naufragio del bote llega a su ruina eterna[12].

¿No fue acaso de esta misma manera como el rey de David que adoraba al Señor fue arrastrado estas sutil tentación que lo llevo a la destrucción con la fornicación con Betsabé (2 Sam 11)? ¿No es acaso la misma sensación que sientes tú cuando estas siendo tentado? ¿No son esos pensamientos que vienen a ti como invitándote a disfrutar del pecado? La razón de porque pecamos es porque cedemos en primer lugar ante la tentación de nuestros corazones. ¿Entonces qué debemos hacer? Debemos escuchar la sabiduría de la Escritura:

“Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿Quién lo conocerá? Jeremías 17:9

“Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvaras a ti mismo y a los que te oyeren” 1 Timoteo 4:16

¿Consideras seriamente el poder engañoso que habita en tu propio corazón? Puedes decir que sí, pero si das espacio para pensamientos pecaminosos en tu mente ¿Acaso no estás siendo engañado? ¿Tienes cuidado de ti mismo cada día? ¿Persistes en tener cuidado de ti mismo en los deberes sagrados de orar, leer las Escrituras, deleitarte en Dios y no gustar secretamente del pecado? Si no es así, entonces el pecado fácilmente entrará en tu vida.
Santiago de aquí en adelante comienza a usar la ilustración de un nacimiento. 

El segundo paso de la tentación no es solo sentirse tentado por el deseo, sino que es “concebir” o “dar a luz al pecado” (Rv60) “luego, cuando el deseo es concebido, engendra el pecado” (NVI) “De estos deseos nacen los actos pecaminosos” (NTV) Nosotros como pecadores podemos ser envueltos por deseos y pensamientos pecaminosos y podemos rechazarlos pero la clave está en la alimentación del pecado. John Owen observa lo siguiente sobre esto:

“La tentación en varias maneras distintas alimenta ese deseo. Así el deseo crece y como resultado, la tentación misma crece en fuerza. Después de un tiempo, el deseo pecaminoso ha crecido tanto que sólo necesita tener una oportunidad favorable y el pecado será cometido. Hay una sola manera satisfactoria de resistir la tentación, y esta es tratando directamente con los deseos pecaminosos que la tentación trata de fortalecer. Tan pronto como seamos conscientes del deseo pecaminoso, no importa si sea la ambición, el orgullo, la mundanalidad, la impureza o lo que sea; debemos esforzarnos para mortificar (matar) este deseo. La alternativa es esta: Debo matar el deseo pecaminoso o terminará matándome a mí”

Es por eso mismo que Jesucristo fue tan radical cuando nos dice si algo te es ocasión de caer sácalo de ti para que no sea todo echado en el infierno (Mt 5:29-30)

“Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno”
Debemos recordar que los deseos son buenos ya que fueron creados por el Señor pero debido a que somos pecadores ellos pueden ser usados para el pecado y Satanás para tentarnos. Por tanto ¿Estas mortificando el pecado en ti o lo estas alimentando? ¿Rechazas todo tipo de pensamientos e imágenes que dañan tu vida espiritual o simplemente las aceptas sin problemas? Sin duda como cristianos tenemos libertad cristianas en muchas cosas pero en ocasiones sin darnos cuenta estamos alimentando el pecado que nos lleva a la muerte.
El tercer paso de la tentación es el que finalmente después de ser tentado y alimentado por el pecado es consumado dando a luz la muerte. Cuando alguien comete un pecado no es porque simplemente derrepente se le ocurrió pecar,  sino porque ha pasado todo un proceso antes de llegar a consumar el pecado. El pecador se deja seducir por el pecado y luego comienza a alimentar el pecado secretamente hasta finalmente cuando llega la oportunidad consuma ese pecado. Una de las mayores paradojas que como pecadores enfrentamos es que muchas veces después de pecar afirmamos que somos débiles, pero en el fondo de nuestro corazón nos creemos fuertes por eso jugamos con el pecado, por eso rondemos cerca de él, por eso suponemos que podemos jugar con fuego y no quemarnos.
¿Tomará el hombre fuego en su seno? Sin que sus vestidos ardan? ¿Andará el hombre sobre brasas Sin que sus pies se quemen? Proverbios 6:27-28
“La parte principal de la debilidad de cada hombre consiste de una vana confianza en su propia fuerza. La confianza de Pedro en sí mismo fue, sin lugar a dudas su debilidad. (Mat.26:33). La mayoría de personas son iguales. Cualquier cosa que pensemos que somos capaces de hacer, nunca lo hacemos tal como deberíamos hacerlo. Lo que es peor, los deseos pecaminosos, como un traidor en nuestros corazones, están dispuestos a entregarnos al enemigo. Esta es la razón por la cual nunca debemos halagarnos a nosotros mismos pensando que tenemos fuerza suficiente para estar firmes en la hora de la tentación. Hay concupiscencias secretas que se esconden en nuestros corazones que tan pronto como se presenta la tentación, se levantan alborotan, gritan, nos inquietan y nos seducen y no se dan por vencidas en tanto no sean o muertas o satisfechas. Podemos pensar orgullosamente que hay ciertas cosas que jamás haríamos. Pero nos olvidamos que el corazón nunca es el mismo bajo la tentación como lo fue antes de que entráramos en ella. Pedro no se imaginó que negaría a su Señor tan pronto como alguien le cuestionara. Cuando la hora de la tentación llegó, todas sus buenas resoluciones fueron olvidadas; todo su amor para Cristo fue temporalmente sepultado, y la tentación se unió con el temor y fue vencido por completo[13].

¿Realmente te ves a ti mismo como un miserable débil necesitado de la gracia de Dios? ¿Realmente estas desesperado y necesitas correr de tus tentaciones? Ven a Cristo.

Todo lo bueno viene de Dios (Stgo 1:16-17)

Santiago vuelve a su tono pastoral para decirles a los hermanos que no se equivoquen con sus interpretaciones acerca de Dios. “Amados hermanos míos, no erréis” (RV60) “Mis queridos hermanos no se engañen” (NVI) “Así que no se dejen engañar, mis amados hermanos” (NTV) Dios no es quien nos provee pruebas pero en medio de esas pruebas debido que nuestros corazones son pecaminosos es que aparecen las tentaciones. No podemos atribuirle a Dios ninguna tentación ¿Por qué? Porque Dios es bueno. A esto es lo que Santiago se refiere con que todo lo “todo buena dadiva y don perfecto desciende de Dios” (Rv60) “Todo lo que es bueno y perfecto es un regalo... de Dios” (NTV) Toda la bondad que en este mundo hemos recibido viene de Dios, entonces ¿Cómo podemos pensar que el nos va a tentar? ¡Es absurdo! Esto es lo que nos dice el Apóstol Pablo:

El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? Romanos 8:32

Dios ha sido bueno con nosotros y podemos estar seguros en todas sus promesas porque el “Padre de las luces” es inmutable (haciendo una alusión a Génesis como creador de todas las luces como el sol y la luna) Santiago nos había dicho que las riquezas de los hombres son como la flor que se seca (Stgo 1:11) pues así mismo es nuestra vida y esto es porque nosotros somos finitos y cambiantes. Sin embargo Dios no es así, el es un Dios inmutable (Mal 3.16) Por tanto aunque enfrentemos diversas pruebas, aunque enfrentemos diversas tentaciones podemos confiar en sus promesas.

Una de las cosas más increíbles que Dios hizo con nosotros es hacernos nacer por medio de su poderosa palabra, Dios crea vida por medio de su palabra (Gen 1:3) pero además de eso somos las primicias de sus criaturas. Una de las fiestas del Antiguo testamento era la fiesta de las primicias o pentecostés (Ex 23:19; Lv 23:9; Dt 26:1-0) y nosotros como creyentes somos las primicias de Dios en esta nueva creación que el va a traer a este mundo. Todo esto es posible porque Dios es tan bueno, tan fiel, tan misericordioso que envió a su hijo Jesucristo para que nos salvará de la condenación que merecíamos. Y ahora aunque nosotros somos muchas veces incrédulos de sus promesas, muchas veces pecamos contra su bondad, el nos sigue amando y llamándonos al arrepentimiento cada día.

También debemos considerar que la tentación afecta la totalidad del alma y no sólo el deseo pecaminoso que es despertado. Podemos ilustrar este punto regresando al ejemplo anterior. Cuando la primera tentación para ser infiel viene al creyente, su razón le dirá que esta tentación debe ser resistida. Sin embargo, cuando la tentación ha hecho su entrada en el alma, empezará a obrar sobre sus razonamientos. La razón debería ser gobernada por la conciencia y oponerse a la tentación. No obstante, llega a ser gobernada por el deseo y comienza a favorecer a la tentación. Mientras que el deseo pecaminoso se fortalezca, en una manera u otra, finalmente arrastrará toda el alma. Otra vez notemos que un proceso está sucediendo. Al principio, la razón dirigida por la voz de la conciencia, se opone a la tentación. Una vez que la tentación haya entrado al alma, encontramos que la razón empieza a obrar progresivamente en favor de la tentación. Muy pronto, la razón que anteriormente no podía ni contemplar tal pecado, lenta pero ciertamente comenzará a contemplar el placer que este pecado pudiera traerle. Paso a paso, la razón es usada para acabar con el temor y la aversión del pecado. Por fin, la razón animará y justificará el mismo pecado que antes ni siquiera podía contemplar. Es espantoso considerar el poder de la tentación para pervertir el uso de la razón para sus propios fines pecaminosos[14].




[1] David P. Nystrom. Comentario bíblico con aplicación. Página 84
[2] http://exegetica.net/ilustraciones/las-pruebas/
[3] Douglas Moo. Serie Cultura bíblica. Tiago. Página 72
[4] https://www.chapellibrary.org/files/archive/pdf-spanish/lbcos.pdf. Punto 3:1
[5] http://www.iglesiareformada.com/Owen_Tentacion.pdf
[6] John Owen. La tentación. Página 27
[7] John Owen. La tentación. Página 29
[8] John Owen. La tentación. Página 31
[9] David P. Nystrom. Comentario bíblico con aplicación. Página 86.
[10] Douglas Moo. Serie Cultura bíblica. Tiago. Página 73.
[11] William Hendriksen. Comentario a Santiago. Página 47.
[12] John Owen. La tentación. Página 28
[13] John Owen. La tentación. Página 15
[14] John Owen. La tentación. Páginas 22-24

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