La bendición de los hijos y su
crianza
El
propósito del matrimonio es glorificar a Dios en todo lo que hacemos. Nuestra
confesión Bautista de 1689 en el capítulo 25 “Del matrimonio” enumera 3 propósitos
del Matrimonio: Para la ayuda mutua, para la multiplicación del género humano y
para evitar la impureza.[1]. El primer propósito ya lo
vimos así que ahora solo veremos el segundo y tercero. El tercero tiene que ver
con que si alguien no tiene el don de continencia debe casarse y deben tener
relaciones sexuales regulares en el matrimonio para evitar la impureza y la
tentación (1 Cor 7:3-5)
El
segundo propósito del matrimonio es tener hijos. Desde la perspectiva bíblica
tener hijos o tener muchos hijos era una bendición de Dios (Gen 1:28; 9:1; Sal
127:3-5; 128: 3-4) El libro “Una teología de la familia” escribe[2]:
“No cabe duda de que los padres deberían
reconocer a Dios en cada hijo que les da. Gran parte de su providencia se
manifiesta en dar y no dar hijos. Encontramos con mucha frecuencia en las
Escrituras, cantos de agradecimiento en otras ocasiones. Es una de las cosas en
las que Dios quiere que su bondad sea reconocida con alabanzas solemnes. Por
cada hijo ¡Dios debiera recibir una nueva honra de los padres! ¡Oh! ¡Sera una
gran felicidad ser padres de los serán herederos de la gloria! Así como los
hijos deben ser considerados como una gran bendición, también deben serlo como
una gran responsabilidad que, según se maneje, puede producir mucho gozo o
mucho dolor. Si los padres los consienten demasiado, los convertirán en ídolos,
no en siervos del Señor, si descuidan su educación o los contaminan con su
ejemplo, resultaran serles cruces y maldiciones”
Aunque
los hijos son una bendición también son pecadores desde su nacimiento (Sal
51:1; 58:3) y por tanto se les debe enseñar a los hijos a obedecer la palabra
de Dios para que lleguen a honrar a sus padres y conozcan a Cristo (Dt 6:6-9;
Prov 1: 8; Efe 6:1-3; Col 3:20) El libro “Una teología de la familia” escribe[3]
“Lo primero que implica educar a los hijos
para Dios, es tener conciencia y una convicción sincera, de que son propiedad
de él, hijos de él más bien que nuestros. Nos encarga su cuidado por un tiempo,
con el mero propósito de formarlos de la misma manera como ponemos a nuestros
hijos bajo el cuidado de maestros humanos con el mismo propósito. A pesar de lo
cuidadoso que seamos para educar a los hijos, no podemos decir que los educamos
para Dios, a menos que creamos que son de él porqué, si creemos que son
exclusivamente nuestros, los educaremos para nosotros mismos y no para él.
Saber que son de él es sentir profundamente y estar convencido de que él tiene
un derecho soberano de hacer con ellos lo que quiere y de quitárnoslos cuando
el disponga”
“Es aquí donde entra en juego,
específicamente, el pensamiento y la enseñanza cristiana. Que sus hijos tienen
que ser criados en el conocimiento del Señor Jesucristo como Salvador y Señor,
deben ser siempre una prioridad en la mente de los padres cristianos. Esta es
la tarea singular a la cual, solo los padres cristianos son llamados. No es
únicamente su tarea suprema: Su mayor anhelo y ambición para sus hijos debe ser
que conozcan al Señor Jesucristo como su Salvador y como su Señor. ¿Es esa la
mayor ambición para nuestros hijos? ¿Tiene prioridad el que llegue a conocer a
aquel cuyo conocimiento es vida eterna, que lo conozcan como su Salvador y que
lo sigan como su Señor[4]?”
“Primero y principal, criar a los hijos
“en disciplina y amonestación del Señor” es algo que deben hacer los padres y
hacerlo en el hogar. Este es el énfasis a lo largo de la Biblia. No es algo a ser
entregado en la escuela, por más buena que sea. Es la obligación de los padres,
su principal y esencial obligación. Es responsabilidad de ellos y no deben
deslindarse de ella pasándoselas a otros. Enfatizo esto porque todos sabemos
muy bien lo que ha estado sucediendo los últimos años. Más y más, los padres
están transfiriendo sus responsabilidades y obligaciones a las escuelas[5]”
Los
padres son quienes deben trasmitir la fe cristiana por medio de la disciplina
pero deben hacerlo con sumo cuidado para que sus hijos no se exasperen (Efe
6:4; Col 3:21) El libro “Una teología de la familia” escribe[6]
“No podemos aplicar una disciplina
verdadera, a menos que podamos poner en practica nosotros mismos dominio propio
y autodisciplina… Las personas que están llenas del Espíritu siempre se
caracterizan por su control. Cuando disciplina usted a un niño, primero tiene
que controlarse a sí mismo. Si trata de disciplinar a su hijo cuando ya perdió
la paciencia ¿Qué derecho tiene de decirle a su hijo que necesita disciplina
cuando resulta obvio que usted mismo la necesita? Tener dominio propio,
controlar el mal genio es un requisito esencial para controlar a otros.
El
hombre es la “cabeza del hogar” (1 Cor 11:3) y por tanto debe guiar y gobernar
a su familia con santidad, sabiduría y ejemplo piadoso (1 Tim 3:4; Tito 1:6) El
libro “Una teología de la familia” escribe[7]
“Padre de familia, si quieres que sus
enseñanzas y amonestaciones a su familia tengan éxito, hágalas respetar por el
poder de un ejemplo santo. No basta que usted sea piadoso en general, sino que
debe serlo totalmente; no solo debe ser un verdadero discípulo, sino uno
excelente, no solo un creyente sincero, sino uno consecuente. Sus normas
religiosas tienen que ser muy altas. Me atrevo a dar este consejo a algunos
padres. Hablen menos acerca de su fe cristiana a sus hijos, sino demuestran más
de su influencia. Dejen a un lado la oración familiar, sino dejan a un lado los
pecados familiares. Tengan cuidado de cómo actúan porque todas sus acciones son
vistas en el hogar. Nunca hablen de la fe cristiana sino es con reverencia”
“Se un buen marido para tu esposa, un buen
padre para tus hijos y que sea el amor el que domine todo tu gobierno, para que
tu familia pueda descubrir con facilidad que obedecerte es algo en su propio
beneficio. El interés y el amor propio son regidores naturales del mundo. Es,
asimismo, la forma más eficaz de procurar la obediencia o cualquier otro bien,
el hacer que los hombres perciban que es para su propio provecho y emplear su
amor propio de forma que ellos puedan ver que el beneficio es para ambos. Si no
les procuras bien alguno y eres amargado, descortés y de puño cerrado con
ellos, pocos se dejaran gobernar por ti[8]”
La
mujer virtuosa era una mujer que se preocupaba por sus hijos (Prov 31:27-29) El
rol de la mujer está fuertemente vinculado con la casa y su maternidad es muy
influyente sobre la vida de los hijos (1 Tim 2:15; Tito 2:4-5) “Una teología de
la familia” escribe:[9]
“Una madre que lo es en realidad, es uno
de los secretos más sagrados para la felicidad en el hogar. Dios nos da muchas
cosas hermosas en este mundo, muchos dones admirables, pero no hay bendición
que sea mejor que aquella que nos otorga al darnos una madre que ha aprendido
muy bien las lecciones del amor y que reconoce algo del significado de su
vocación sagrada”
“Las madres deberían instruir a sus hijos
en los principios de la fe cristiana y sembrar las semillas de la piedad en sus
corazones, tan pronto como sean capaces de hablar y tener el uso de la razón
(Dt 6:6-7) Una educación en la fe cristiana temprana es un bendito medio de
gracia. Esto, no solo es deber de los padres, quienes deberían enseñar a sus
hijos (Prov 4:3-4) sino de las madres; cuando los hijos son demasiados pequeños
ellas deberían ir dejando caer algo para beneficio de su alma. Salomón, no solo
tuvo la lección de su padre, sino la profecía que su madre le enseño[10]
(Prov 31:1; 1:8)
En las
Escrituras tenemos ejemplos de padres que no cumplieron con esa labor (1 Sam
2:12-17) padres que si lo hicieron pero sus hijos se desviaron (1 Sam 8:1-3) o
hijos que llegaron al evangelio por la influencia de su madre y abuela (Hech
16:1; 2 Tim 1:5) Por tanto debemos ser cuidadosos a pensar que un hogar piadoso
hará a los hijos piadosos o que de un hogar incrédulo jamás podrá salir alguien
piadoso. La verdad es que todo esto depende de la soberanía de Dios. Los Padres
(o esposos) también deben honrar a sus padres sustentándoles cuando sea
necesario (Gen 2:24; Ex 20:12; 1 Tim 5:3; 7-8; 16)
La Consumación de la Familia
La
familia que es redimida en Cristo es reunida en este mundo en la gran familia
de la fe (Gal 6:10) en el cuerpo de Cristo (1 Cor 12:12-27) y está siendo
santificada por la palabra de Dios (Juan 17:17) para que finalmente en las
bodas del cordero todas ellas se unan en adoración al Señor (Apo 19:7-9). El
libro “Una teología de la familia” escribe[11]:
“No es accidental que toda la historia de
la redención se exprese en términos de familia. La Biblia comienza con el
matrimonio entre Adán y Eva (Gen 2:20-24) y termina con la cena de las bodas
del Cordero, donde la esposa, la iglesia, se casa con su esposo (Apo 19:7-9) La
historia del amor de Cristo por su Iglesia se ilustra con la figura de un esposo
salvando a una esposa, dando su vida por ella, amándola, santificándola y
glorificándola”
Finalmente
como cristianos nos vamos a reunir todos en Cristo y seremos una gran familia
para siempre.
[1] https://chapellibrary.org:8443/pdf/books/lbcos.pdf
[2]
Editado por Jeff Pollard y Scott T. Brown. Una teología de la familia. Página 336.
[3]
Editado por Jeff Pollard y Scott T. Brown. Una teología de la familia. Página 194
[6]
Editado por Jeff Pollard y Scott T. Brown. Una teología de la familia. Página 213
[7]
Editado por Jeff Pollard y Scott T. Brown. Una teología de la familia. Página 233
[8]
Editado por Jeff Pollard y Scott T. Brown. Una teología de la familia. Página 260
[9]
Editado por Jeff Pollard y Scott T. Brown. Una teología de la familia. Página 287
[10]
Editado por Jeff Pollard y Scott T. Brown. Una teología de la familia. Página. 290.
[11]
Editado por Jeff Pollard y Scott T. Brown. Una teología de la familia. Página. 16
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