Pensar el mundo a través de las Escrituras...

sábado, 13 de enero de 2018

El proceso de la disciplina en la iglesia

En el año 249 el emperador romano Decio (241-251) inicio una persecución contra los cristianos debido al celo que tenía que el Cristianismo se expandiera tanto que la mayoría de las personas habían abandonado las viejas tradiciones de adorar a sus dioses. El emperador Decio pensaba que todas las cosas iban mejor en Roma cuando las personas adoraban a sus dioses (pues los dioses ayudaban a Roma) pero desde que el Cristianismo llego a Roma, la “gloria de Roma” estaba decayendo[1].

El cristianismo había enfrentado anteriormente seis persecuciones, bajo seis emperadores distintos (Nerón, Domiciano, Trajano, Marco Aurelio, Severo, Maximino)[2] y esta era la séptima persecución. Pero lo único que había logrado las persecuciones eran que los creyentes se multiplicarán, como bien decía Tertuliano “La sangre de los mártires, era las semillas de los cristianos”. Por lo que el Emperador Decio busco una manera de que los cristianos no fueran “mártires” sino “apostatas”. Decio los traía delante de su presencia y los torturaba hasta que adoraran a los dioses romanos, y si ellos lo hacían recibían un certificado el cual afirmaba que habían adorado a los dioses. Esto tomo por sorpresa a los cristianos, pues ellos estaban acostumbrados a simplemente morir por su fe, pero no a ser torturados hasta que “negaran su fe”. Debido a esto las reacciones fueron diversas en el cristianismo; algunos obedecieron el edicto inmediatamente, otros se mantuvieron firmes pero después de ser torturados cedieron; otros falsificaron los certificados diciendo que si habían adorado a los dioses y otros simplemente sufrieron torturas hasta la muerte.

En la persecución de Decio hubo pocos muertes (pero muchos torturados), pues el propósito de él era que negaran su fe. Después de esta persecución, se creó un debate en la iglesia entre los “Confesores” (que confesaron su fe en Cristo ante el emperador y no cedieron) y los “Caídos” (Los que habían negado al Señor delante del Emperador para salvarse de las torturas). La pregunta era ¿Debían los caídos considerarse como cristianos ¿Debían ellos ser admitidos nuevamente en la iglesia? ¿Si se arrepentían debían ser “restaurados” nuevamente? Este fue problema complejo de aquella época.

Relato este ejemplo histórico para que veamos dos cosas. Lo primero, es que la iglesia históricamente, ha tenido la preocupación por mantener la pureza de la iglesia entre los creyentes. Ha hecho todo lo posible por mantener a aquellos que niegan a Cristo con sus palabras o vida fuera de la comunión con ellos. Lo segundo, es que el propósito de la disciplina no es condenar a las personas, sino buscar que ellas restauren su relación con Cristo por medio de un arrepentimiento público. Teniendo estas cosas en mente tenemos comenzar mirando ¿Cuál debe ser nuestra actitud con nuestros hermanos? Y ¿Cuál es el proceso eclesial para tratar en el caso de un hermano que se mantiene practicando el pecado?


En primer lugar debemos recordar que Dios nos llama a la edificación, supervisión y preocupación mutua (Rom 12:6-8; 1 Cor 12.4-7; 1 Pedro 4:10-11) Pablo escribió en 1 Tesalonicenses 5:12-14

“Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra. Tened paz entre vosotros. También os rogamos, hermanos, que amonestéis a los ociosos, que alentéis a los de poco ánimo, que sostengáis a los débiles, que seáis pacientes para con todos”
En esta exhortación de Pablo, Dios llama a los creyentes a reconocer a los ancianos en su trabajo (o ser “considerados con ellos” NVI) llama a amonestar al hermano ocioso. Esto apunta reprender al hermano que no está trabajando en la obra del Señor. Llama a los hermanos a “alentar” o “estimular” a los de poco animo (o desanimados) estos son los hermanos que viven con miedos o dudas y se les debe animar por medio de las promesas del Señor. Y también llama a “sostener” (o ayudar) a los débiles. Esto son los hermanos que son débiles espiritualmente por tanto necesitan apoyo de otros hermanos para ser guiados.
Esta preocupación por nuestros hermanos incluye ayuda económica a los hermanos pobres (1 Cor 16:1) y a las viudas de la iglesia (1 Tim 5:9-10)  Con esto vemos con claridad cómo debe ser la supervisión y edificación mutua. Por tanto nuestra preocupación es constante, no estamos esperando que un hermano peque para preocuparnos de él, sino que preocuparse por la iglesia del Señor es preocuparse mutuamente entre hermanos para ir creciendo en la fe. Nuestra actitud es una exhortación, supervisión y preocupación mutua.

En segundo lugar, la disciplina tiene como propósito preocuparse y restaurar a los hermanos (Mt 18:1-14). El contexto donde esta insertado el “proceso” o los “pasos” para ejercer la disciplina en la iglesia nos dice esto. Mateo 18:1 comienza con Jesús respondiendo la pregunta que los discípulos le hicieron ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? Y Jesús pone un niño en medio de ellos y les dice que si no se vuelven con la actitud de un niño (humildes) no van a entrar en el reino de los cielos (Mt 18:2-5) Luego Jesús advierte de que cualquiera que haga tropezar a estos “pequeños” (creyentes humildes como niños) era mejor que se colgara en su cuello una “piedra de molino de asno” (esta era un piedra para moler el trigo que significa literalmente “piedra movida por medio de burro”) y fuera hundido en lo profundo del mar. Este era un método de juicio usado entre los gentiles que a los judíos les parecía terrible. ¡Cuánto deberíamos preocuparnos por nuestros “pequeños” hermanos!
Luego viene una sección de ¡Ay! Donde advierte de que los tropiezos vienen, pero es lo terrible será para aquel que haga tropezar al hermano, el va a ser juzgado por ello (Mt 18:7-9) finalmente termina usando la parábola de la oveja perdida para mostrarnos como Dios se preocupa por la oveja perdida dejando a las 99 y va a buscar a la que se perdió. Esto nos dice a nosotros que debemos tener cuidado con nuestros hermanos “pequeños”. Debemos cuidarnos de no inducirlos a pecar con nuestra vida. Debemos estar atentos a aquellos débiles de la fe que se extravían para ser capaces de ir en busca de ellos. No podemos simplemente ser indiferentes con ellos. ¿No es acaso esto el amor al prójimo? ¿No es lo que Dios nos dice de amar al hermano y guardar los mandamientos? Esta es una clara expresión del amor de Dios por nuestros hermanos.

El primer paso de la disciplina es exhortar al hermano en privado (Mt 18:15) El primer paso comienzo con “Por tanto”, esto quiere decir que esta idea está conectada con la anterior. Por tanto la voluntad de Dios es que ninguno de sus pequeños se pierda. Por el contexto podemos sacar que “perderse” no es perdición de la salvación, sino una profunda “devastación espiritual”. Jesús ha estado advirtiendo que debes tener cuidado cuando tu pecas contra “hermanos pequeños”. Pero ahora dice lo contrario: “Si tu hermano peca contra ti”. La frase “contra ti” ha generado mucho debate, ya que en algunos manuscritos más antiguos la frase no se encuentra.[3] Sin embargo, si no estuviera no alteraría para nada la forma de la oración. El contexto apoya que la frase se encuentre allí (Mirar Mateo 18:21). Lo importante es que un pecado es transgredir la ley de Dios, por tanto afecta al hermano y la pureza de la comunidad cristiana de la cual él pertenece. Siguiendo el contexto podemos pensar también que este hermano que peca contra nosotros es algún “pequeño hermano” débil en la fe, al cual al que exhortar para no se desvié del camino. El tema es que esta exhortación debe ser en privado, entre menos personas es mejor.
En este primer paso encontramos inmediatamente varios problemas en nuestra cultura chilena, la cual rehúye de confrontar la cosas. Es común que no se hablen las cosas “cara a cara” sino que se hablen las cosas por atrás y eso por simple cobardía. La Biblia nos manda a tratar las cosas cara a cara como hermanos. En las congregaciones es conocido el dicho “No le digas porque lo puedes ofender” ¿Acaso es más importante que decirle al hermano de su pecado y ofensa contra Dios? Debemos aprender a confrontarnos en privado. Ahora, esto no significa lo algunos dicen por allí “Yo digo la verdad y no importa nada más”. Por supuesto la verdad es importante. ¿Pero no vemos la gracia y amor de Jesús al tratar a los más “pequeños”? El Señor no oculta la verdad, pero sabe como decirla.
“Hermanos míos, si alguno de entre vosotros se extravía de la verdad y alguno le hace volver, sepa que el que hace volver a un pecador del error de su camino salvará su alma de muerte, y cubrirá multitud de pecados” Stgo 5:19-20
Si aquel hermano oye tu exhortación entonces “has ganado a tu hermano”. Habrás sido un instrumento de Dios para encaminar a tu hermano por la senda del Señor. Habrás mostrado tu preocupación como la parábola de la oveja perdida que fue en busca de aquella que se había perdido. Si como iglesia practicamos este sencillo paso dado por Dios, vamos a evitar llevar muchos casos de “disciplina” a la iglesia y simplemente quedara entre Dios y las dos personas. Pero si el primer paso no provoca el arrepentimiento del hermano, entonces debemos seguir avanzando al siguiente.
El segundo paso es llevar dos o tres testigos para reprender al hermano (Mt 18: 16) Ya que el primer paso ha fracasado, ahora el segundo paso es llevar dos o tres testigos. Mateo cita Deuteronomio 19:15 donde Dios está dando las “leyes sobre el testimonio”.
“No se tomará en cuenta a un solo testigo contra ninguno en cualquier delito ni en cualquier pecado, en relación con cualquiera ofensa cometida. Sólo por el testimonio de dos o tres testigos se mantendrá la acusación. Cuando se levantare testigo falso contra alguno, para testificar contra él, entonces los dos litigantes se presentarán delante de Jehová, y delante de los sacerdotes y de los jueces que hubiere en aquellos días. Y los jueces inquirirán bien; y si aquel testigo resultare falso, y hubiere acusado falsamente a su hermano, entonces haréis a él como él pensó hacer a su hermano; y quitarás el mal de en medio de ti. Y los que quedaren oirán y temerán, y no volverán a hacer más una maldad semejante en medio de ti. Y no le compadecerás; vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie”
El punto de este pasaje es mostrarnos que no se puede tomar un solo testigo para los condenar el delito porque puede ser un testigo falso. Un testigo falso debía ser castigado por acusar falsamente a su hermano. Esta misma lógica aplica en el caso de un hermano acusado por un solo hermano, el hermano podría estar mintiendo o exagerando la situación de un hermano. Por tanto es importante dos o tres testigos para analizar la situación de la forma más bíblica posible y ver si realmente de lo que es acusado es pecado. Si realmente lo es así, entonces los 3 o cuatro hermanos deben exhortar al hermano. Una cuestión importante es pensar ¿a quién debo elegir como dos o tres testigos? Si es una iglesia bíblica, debería tener “Ancianos y diáconos” por tanto es recomendable que acusa en primer lugar a ellos como testigos. Esto no significa que no pueda acudir a otros hermanos pero es más sabio recurrir a aquellos que pueden tener una visión más amplia en estas situaciones. Ahora si el hermano no procede al arrepentimiento y a reconocer que es pecado que daña su relación con Dios, con los hermanos y la iglesia se debe avanzar al siguiente paso que es “Dilo a la iglesia”
Antes de ir directamente al siguiente paso la pregunta que surge aquí es ¿Cuánto tiempo debe pasar desde las exhortaciones privadas (solo o con dos o tres hermanos) a la presentación pública a la iglesia? La verdad es que no tenemos un tiempo establecido en las Escrituras. Pero debemos considerar algunas cosas antes de poder evaluarlo. ¿Cuánto tiempo hemos estado en contacto exhortando al hermano que practica el pecado? ¿Es muestra el hermano indiferente ante las constantes exhortaciones? ¿Es un pecado que ya varios saben y que está dañando la pureza de la iglesia? Si se le ha exhortado constantemente y el hermano se muestra indiferente ante esta exhortación, lo cual estaría dañando la pureza de la iglesia públicamente, se debe presentar con la mayor prontitud posible la situación. En cambio si nosotros no hemos estado exhortando al hermano constantemente y aun la situación se ha mantenido en privado debemos orar por sabiduría a Dios para seguir adelante al siguiente paso.
El tercer paso es decirlo a la iglesia (Mt 18:17) Si el hermano no se ha arrepentido con los pasos anteriores el caso debe ser presentado a la iglesia. En este punto los Ancianos ya deberían estar enterados de la situación, pues es seguro que los dos o tres testigos (si es que no había un anciano allí) ya les contaron la situación a ellos. Las Escrituras nos muestran que en el Antiguo testamento eran los “jueces” quienes averiguaban bien sobre la situación. Y en el Nuevo testamento era los Apóstoles y los Ancianos quienes vieron las situaciones complicadas en la iglesia primitiva (Hechos 15:2,6) y al final junto con toda la iglesia decidieron (Hechos 15:22) por tanto es esperable que los Ancianos tengan una activa participación en el proceso.
¿Cuál es el propósito de presentar esta situación a la iglesia? El propósito es que la iglesia se entenderé del pecado del hermano sabiendo que el pecado no se toma con ligereza en la iglesia. En segundo lugar para que la iglesia ore por el hermano que está en esta práctica. En tercer lugar para que la iglesia en conjunto o individualmente lo llame al arrepentimiento. Nuevamente vemos que no tenemos un tiempo asignado en las Escrituras, pero todo depende del tiempo que los hermanos lo exhorten, de las respuestas que da el hermano y de que si está dañando la pureza de la iglesia de forma pública.
Otra cosa importante a considerar es que si el hermano ha llegado hasta este paso y se “arrepiente”, es importante tener un periodo de restauración ante el pecado que está viviendo. Es importante que los Ancianos se ocupen de acompañarlo en oración y en enseñanza y la iglesia participe de la misma forma para con él.

El cuarto paso es excomulgarlo bajo la autoridad de Cristo (Mt 18:17-20) Si el hermano ha sido exhortado de forma privada por un hermano y luego por dos o tres hermanos. Si es que ha sido informado a la iglesia de su situación y toda la iglesia ha estado llamándolo al arrepentimiento, sin embargo el persiste en su práctica, tenemos que aplicar lamentablemente el último paso que es la separación de la comunión entre miembros de una iglesia.
¿Cómo sería esto? Se le informa a la persona que ha estado siendo exhortada todo este tiempo que debido a la práctica continúa y pública del pecado y de su negativa arrepentirse la iglesia cumple con el mandato de Cristo de tenerlo como “gentil” y “publicano”. Esto no significa que Cristo desprecie a los “gentiles y publicanos” pues él estuvo cerca ellos (Marcos 2:16) sino que a este ex miembro de iglesia se le debe tratar como si él no fuera un creyente. Siempre hay personas con la influencia de la filosofía mundana que consideran que esto no es amor, cuando en realidad es el verdadero amor de Dios por la pureza y santidad de su iglesia.  Otras personas se preguntan bajo la autoridad de quien haces estas cosas y la respuesta es que lo hacemos en nombre del Señor Jesucristo.
Miremos con atención los pasajes que vienen después de la expulsión de la persona de la membrecía. (Mt 18:18-20) Jesús dice algo importante “De cierto, de cierto te digo”, la repetición es importancia. El dice que todo lo que “aten” y “desaten” en la tierra, será “atado” y “desatado” en los cielos. Esto significa que todo lo que la iglesia reunida “ate” (prohíba basado en las Escrituras) o “desate” (permita basado en las Escrituras) será aprobado en los cielos. Esto nos dice que si dos o tres están reunidos en el nombre de Cristo para ejecutar una disciplina bíblica Dios está con ellos. Dios le ha dado la autoridad a la iglesia local para ejercer la disciplina sobre los miembros que no viven conforme a la palabra de Dios.
¿Cuál sería la disciplina? Serian dos. La primera seria la expulsión de la membrecía, el no podía participar en nada que tenga que ver con el relacionamiento de la iglesia local. La segunda seria la negación de la participación a la Cena del Señor, no se puede permitir que alguien que practica el pecado y abiertamente llamándose “hermano” participe de la Cena del Señor.
Un caso de disciplina (1 Cor 5:1-5) Pablo escribió sobre un caso muy grave dentro de la iglesia de Corinto. Como sabemos Corinto era una ciudad pagana donde el culto a su diosa era la práctica común de la fornicación. Pero este caso en particular ni siquiera se veía entre los Gentiles (mantener sexo con mi madrastra), sin embargo en la misma iglesia había esta práctica. Esto nos dice que en este mundo caído es posible que existan iglesias ciegan ante la palabra de Dios que permitan practicas pecaminosas. La iglesia de Corinto que se creía espiritual estaba permitiendo este tipo de prácticas en su iglesia. Pablo les pregunta si acaso no deberían esta lamentándose por no haber sacado de al medio de ellos a aquel que comete tal pecado.
Pablo dice que el estando ausente en cuerpo, pero presente en Espíritu, invita a la iglesia a reunirse en el nombre de Jesús. Y cuando estén reunidos en el nombre de Jesús aquel que cometió ese pecado, sea “entregado a Satanás”, o sea entregado al sistema de este mundo, sin una hermandad que lo exhorta, sin escuchar la palabra de Dios cada dia del Señor, sin ser parte del cuerpo de Cristo. Y que además de eso sea entregado a la “destrucción de la carne” lo cual significa el juicio de Dios sobre la persona que puede traer como resultado la enfermedad o la muerte. Este caso es particularmente grave porque está exponiendo la pureza de la iglesia de manera pública (1 Cor 5:6-8). Es probable que puedan existir casos en los cuales la excomunión deba ser más inmediata que en otros casos, pues sabemos que aunque todos los pecados son iguales delante de Dios, no todos tienen las mismas consecuencias en este mundo.

Pero ¿Qué sucede si la persona después que fue expulsada se arrepiente de su pecado (ese es uno de los propósitos de la disciplina en la iglesia)? La persona debe ser restaurada a la membrecía (2 Cor 2:6-11)
Algunos piensan que la persona a la cual se refiere aquí es la misma que en la primera carta a los Corintios se había expulsado. No se sabe con seguridad, pero es probable que lo sea. Pero lo que importa es como Pablo hace el llamado a la iglesia a restaurar a alguien que le ha causado tristeza a él y la iglesia (2 Cor 2:5) Los creyentes habían seguido el proceso de la disciplina “reprensión hecha por muchos” (2 Cor 2:6) pero aunque él había mostrado signos de arrepentimiento la iglesia no lo estaba perdonando (2 Cor 2:7). Una tentación que como iglesia vamos a tener es poner un estándar más bajo que el que Dios exige, así como también poner un estándar más alto de lo que Dios exige. Por lo que Pablo un llamado a la restauración del hermano “confirmar el amor” (2 Cor 2:8) y obedecer el mandato del perdón de Cristo, pues sino Satanás puede destruir a aquel creyente (2 Cor 2:9-10)
La actitud que como creyentes debemos tener frente a un hermano que ha caído en pecado no puede ser de arrogancia, superioridad, altivez como si ninguno de nosotros se pudiera ver expuesto al pecado, sino que debe ser como Pablo nos escribe en Galatas 6:1-2
“Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo”
La disciplina de la iglesia se lleva a cabo para mantener la pureza de la iglesia y se busca la restauración del creyente. Por tanto ninguno de nosotros puede mostrarse superior a otros, todos somos pecadores y todos tentado por nuestra maldad, por eso es que no confiamos en nosotros mismo, sino en la cruz del Calvario, en su justicia, en su meritos, en su obra, en su amor, en su grandeza, en su bondad, en su gracia, solo en el ¡Jesús nuestro Salvador!


















[1] Justo González. La historia del Cristianismo. Página 106-110
[2] Este cuenta esta tomada del libro de John Foxe. El libro de los Mártires.
[3] William Hendriksen. Comentario y exposición de Mateo. Pág. 519-520. 
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