En el año 249 el emperador romano Decio (241-251) inicio
una persecución contra los cristianos debido al celo que tenía que el Cristianismo
se expandiera tanto que la mayoría de las personas habían abandonado las viejas
tradiciones de adorar a sus dioses. El emperador Decio pensaba que todas las
cosas iban mejor en Roma cuando las personas adoraban a sus dioses (pues los
dioses ayudaban a Roma) pero desde que el Cristianismo llego a Roma, la “gloria
de Roma” estaba decayendo[1].
El cristianismo había enfrentado anteriormente seis
persecuciones, bajo seis emperadores distintos (Nerón, Domiciano, Trajano,
Marco Aurelio, Severo, Maximino)[2] y
esta era la séptima persecución. Pero lo único que había logrado las
persecuciones eran que los creyentes se multiplicarán, como bien decía
Tertuliano “La sangre de los mártires, era las semillas de los cristianos”. Por
lo que el Emperador Decio busco una manera de que los cristianos no fueran
“mártires” sino “apostatas”. Decio los traía delante de su presencia y los
torturaba hasta que adoraran a los dioses romanos, y si ellos lo hacían
recibían un certificado el cual afirmaba que habían adorado a los dioses. Esto
tomo por sorpresa a los cristianos, pues ellos estaban acostumbrados a
simplemente morir por su fe, pero no a ser torturados hasta que “negaran su
fe”. Debido a esto las reacciones fueron diversas en el cristianismo; algunos
obedecieron el edicto inmediatamente, otros se mantuvieron firmes pero después de
ser torturados cedieron; otros falsificaron los certificados diciendo que si
habían adorado a los dioses y otros simplemente sufrieron torturas hasta la
muerte.
En la persecución de Decio hubo pocos muertes (pero
muchos torturados), pues el propósito de él era que negaran su fe. Después de
esta persecución, se creó un debate en la iglesia entre los “Confesores” (que
confesaron su fe en Cristo ante el emperador y no cedieron) y los “Caídos” (Los
que habían negado al Señor delante del Emperador para salvarse de las
torturas). La pregunta era ¿Debían los caídos considerarse como cristianos
¿Debían ellos ser admitidos nuevamente en la iglesia? ¿Si se arrepentían debían
ser “restaurados” nuevamente? Este fue problema complejo de aquella época.
Relato este ejemplo histórico para que veamos dos cosas. Lo
primero, es que la iglesia históricamente, ha tenido la preocupación por
mantener la pureza de la iglesia entre los creyentes. Ha hecho todo lo posible
por mantener a aquellos que niegan a Cristo con sus palabras o vida fuera de la
comunión con ellos. Lo segundo, es que el propósito de la disciplina no es
condenar a las personas, sino buscar que ellas restauren su relación con Cristo
por medio de un arrepentimiento público. Teniendo estas cosas en mente tenemos
comenzar mirando ¿Cuál debe ser nuestra actitud con nuestros hermanos? Y ¿Cuál
es el proceso eclesial para tratar en el caso de un hermano que se mantiene
practicando el pecado?
En
primer lugar debemos recordar que Dios nos llama a la edificación, supervisión
y preocupación mutua (Rom 12:6-8; 1 Cor 12.4-7; 1 Pedro 4:10-11)
Pablo escribió en 1 Tesalonicenses 5:12-14
“Os rogamos, hermanos, que
reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os
amonestan; y que
los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra. Tened paz entre
vosotros. También os rogamos, hermanos, que amonestéis
a los ociosos, que alentéis a los de poco ánimo, que sostengáis a los débiles,
que seáis pacientes para con todos”
En esta
exhortación de Pablo, Dios llama a los creyentes a reconocer a los ancianos en
su trabajo (o ser “considerados con ellos” NVI) llama a amonestar al hermano
ocioso. Esto apunta reprender al hermano que no está trabajando en la obra del
Señor. Llama a los hermanos a “alentar” o “estimular” a los de poco animo (o
desanimados) estos son los hermanos que viven con miedos o dudas y se les debe
animar por medio de las promesas del Señor. Y también llama a “sostener” (o
ayudar) a los débiles. Esto son los hermanos que son débiles espiritualmente
por tanto necesitan apoyo de otros hermanos para ser guiados.
Esta
preocupación por nuestros hermanos incluye ayuda económica a los hermanos
pobres (1 Cor 16:1) y a las viudas de la iglesia (1 Tim 5:9-10) Con esto vemos con claridad cómo debe ser la
supervisión y edificación mutua. Por tanto nuestra preocupación es constante,
no estamos esperando que un hermano peque para preocuparnos de él, sino que
preocuparse por la iglesia del Señor es preocuparse mutuamente entre hermanos
para ir creciendo en la fe. Nuestra actitud es una exhortación, supervisión y
preocupación mutua.
En segundo lugar, la disciplina tiene como propósito preocuparse y
restaurar a los hermanos (Mt 18:1-14). El contexto donde esta insertado el “proceso” o los “pasos” para
ejercer la disciplina en la iglesia nos dice esto. Mateo 18:1 comienza con
Jesús respondiendo la pregunta que los discípulos le hicieron ¿Quién es el
mayor en el reino de los cielos? Y Jesús pone un niño en medio de ellos y les
dice que si no se vuelven con la actitud de un niño (humildes) no van a entrar
en el reino de los cielos (Mt 18:2-5) Luego Jesús advierte de que cualquiera
que haga tropezar a estos “pequeños” (creyentes humildes como niños) era mejor
que se colgara en su cuello una “piedra de molino de asno” (esta era un piedra
para moler el trigo que significa literalmente “piedra movida por medio de
burro”) y fuera hundido en lo profundo del mar. Este era un método de juicio usado
entre los gentiles que a los judíos les parecía terrible. ¡Cuánto deberíamos
preocuparnos por nuestros “pequeños” hermanos!
Luego viene
una sección de ¡Ay! Donde advierte de que los tropiezos vienen, pero es lo
terrible será para aquel que haga tropezar al hermano, el va a ser juzgado por
ello (Mt 18:7-9) finalmente termina usando la parábola de la oveja perdida para
mostrarnos como Dios se preocupa por la oveja perdida dejando a las 99 y va a
buscar a la que se perdió. Esto nos dice a nosotros que debemos tener cuidado
con nuestros hermanos “pequeños”. Debemos cuidarnos de no inducirlos a pecar
con nuestra vida. Debemos estar atentos a aquellos débiles de la fe que se
extravían para ser capaces de ir en busca de ellos. No podemos simplemente ser
indiferentes con ellos. ¿No es acaso esto el amor al prójimo? ¿No es lo que
Dios nos dice de amar al hermano y guardar los mandamientos? Esta es una clara
expresión del amor de Dios por nuestros hermanos.
El primer paso de la disciplina es exhortar al hermano en privado (Mt 18:15) El primer paso comienzo con “Por tanto”, esto quiere
decir que esta idea está conectada con la anterior. Por tanto la voluntad de
Dios es que ninguno de sus pequeños se pierda. Por el contexto podemos sacar
que “perderse” no es perdición de la salvación, sino una profunda “devastación
espiritual”. Jesús ha estado advirtiendo que debes tener cuidado cuando tu
pecas contra “hermanos pequeños”. Pero ahora dice lo contrario: “Si tu hermano
peca contra ti”. La frase “contra ti” ha generado mucho debate, ya que en
algunos manuscritos más antiguos la frase no se encuentra.[3] Sin embargo, si no
estuviera no alteraría para nada la forma de la oración. El contexto apoya que
la frase se encuentre allí (Mirar Mateo 18:21). Lo importante es que un pecado
es transgredir la ley de Dios, por tanto afecta al hermano y la pureza de la
comunidad cristiana de la cual él pertenece. Siguiendo el contexto podemos
pensar también que este hermano que peca contra nosotros es algún “pequeño
hermano” débil en la fe, al cual al que exhortar para no se desvié del camino.
El tema es que esta exhortación debe ser en privado, entre menos personas es
mejor.
En este
primer paso encontramos inmediatamente varios problemas en nuestra cultura
chilena, la cual rehúye de confrontar la cosas. Es común que no se hablen las
cosas “cara a cara” sino que se hablen las cosas por atrás y eso por simple
cobardía. La Biblia nos manda a tratar las cosas cara a cara como hermanos. En
las congregaciones es conocido el dicho “No le digas porque lo puedes ofender”
¿Acaso es más importante que decirle al hermano de su pecado y ofensa contra
Dios? Debemos aprender a confrontarnos en privado. Ahora, esto no significa lo
algunos dicen por allí “Yo digo la verdad y no importa nada más”. Por supuesto
la verdad es importante. ¿Pero no vemos la gracia y amor de Jesús al tratar a
los más “pequeños”? El Señor no oculta la verdad, pero sabe como decirla.
“Hermanos míos, si alguno de entre vosotros se
extravía de la verdad y alguno le hace volver, sepa que el que hace volver a un
pecador del error de su camino salvará su alma de muerte, y cubrirá multitud de
pecados” Stgo 5:19-20
Si aquel
hermano oye tu exhortación entonces “has ganado a tu hermano”. Habrás sido un
instrumento de Dios para encaminar a tu hermano por la senda del Señor. Habrás
mostrado tu preocupación como la parábola de la oveja perdida que fue en busca
de aquella que se había perdido. Si como iglesia practicamos este sencillo paso
dado por Dios, vamos a evitar llevar muchos casos de “disciplina” a la iglesia
y simplemente quedara entre Dios y las dos personas. Pero si el primer paso no
provoca el arrepentimiento del hermano, entonces debemos seguir avanzando al
siguiente.
El segundo paso es llevar dos o tres testigos para reprender al
hermano (Mt 18: 16) Ya que el primer paso ha fracasado, ahora el segundo paso es
llevar dos o tres testigos. Mateo cita Deuteronomio 19:15 donde Dios está dando
las “leyes sobre el testimonio”.
“No se tomará en cuenta a
un solo testigo contra ninguno en cualquier delito ni en cualquier pecado, en
relación con cualquiera ofensa cometida. Sólo por el testimonio de dos o tres
testigos se mantendrá la acusación. Cuando se levantare testigo falso contra alguno, para testificar
contra él, entonces los dos litigantes se presentarán
delante de Jehová, y delante de los sacerdotes y de los jueces que hubiere en
aquellos días. Y los jueces inquirirán bien; y si aquel
testigo resultare falso, y hubiere acusado falsamente a su hermano, entonces haréis a él como él pensó hacer a su hermano; y quitarás el
mal de en medio de ti. Y los que quedaren oirán y
temerán, y no volverán a hacer más una maldad semejante en medio de ti. Y no le compadecerás; vida por vida, ojo por ojo, diente por diente,
mano por mano, pie por pie”
El punto de este pasaje es mostrarnos que no se puede tomar un
solo testigo para los condenar el delito porque puede ser un testigo falso. Un
testigo falso debía ser castigado por acusar falsamente a su hermano. Esta
misma lógica aplica en el caso de un hermano acusado por un solo hermano, el
hermano podría estar mintiendo o exagerando la situación de un hermano. Por
tanto es importante dos o tres testigos para analizar la situación de la forma más
bíblica posible y ver si realmente de lo que es acusado es pecado. Si realmente
lo es así, entonces los 3 o cuatro hermanos deben exhortar al hermano. Una
cuestión importante es pensar ¿a quién debo elegir como dos o tres testigos? Si
es una iglesia bíblica, debería tener “Ancianos y diáconos” por tanto es
recomendable que acusa en primer lugar a ellos como testigos. Esto no significa
que no pueda acudir a otros hermanos pero es más sabio recurrir a aquellos que
pueden tener una visión más amplia en estas situaciones. Ahora si el hermano no
procede al arrepentimiento y a reconocer que es pecado que daña su relación con
Dios, con los hermanos y la iglesia se debe avanzar al siguiente paso que es
“Dilo a la iglesia”
Antes de ir directamente al siguiente paso la pregunta que surge
aquí es ¿Cuánto tiempo debe pasar desde las exhortaciones privadas (solo o con
dos o tres hermanos) a la presentación pública a la iglesia? La verdad es que
no tenemos un tiempo establecido en las Escrituras. Pero debemos considerar
algunas cosas antes de poder evaluarlo. ¿Cuánto tiempo hemos estado en contacto
exhortando al hermano que practica el pecado? ¿Es muestra el hermano
indiferente ante las constantes exhortaciones? ¿Es un pecado que ya varios
saben y que está dañando la pureza de la iglesia? Si se le ha exhortado
constantemente y el hermano se muestra indiferente ante esta exhortación, lo
cual estaría dañando la pureza de la iglesia públicamente, se debe presentar
con la mayor prontitud posible la situación. En cambio si nosotros no hemos
estado exhortando al hermano constantemente y aun la situación se ha mantenido
en privado debemos orar por sabiduría a Dios para seguir adelante al siguiente
paso.
El tercer paso es decirlo
a la iglesia (Mt 18:17) Si el hermano no se ha arrepentido
con los pasos anteriores el caso debe ser presentado a la iglesia. En este
punto los Ancianos ya deberían estar enterados de la situación, pues es seguro
que los dos o tres testigos (si es que no había un anciano allí) ya les
contaron la situación a ellos. Las Escrituras nos muestran que en el Antiguo
testamento eran los “jueces” quienes averiguaban bien sobre la situación. Y en
el Nuevo testamento era los Apóstoles y los Ancianos quienes vieron las
situaciones complicadas en la iglesia primitiva (Hechos 15:2,6) y al final
junto con toda la iglesia decidieron (Hechos 15:22) por tanto es esperable que
los Ancianos tengan una activa participación en el proceso.
¿Cuál es el propósito de presentar esta situación a la iglesia? El
propósito es que la iglesia se entenderé del pecado del hermano sabiendo que el
pecado no se toma con ligereza en la iglesia. En segundo lugar para que la
iglesia ore por el hermano que está en esta práctica. En tercer lugar para que
la iglesia en conjunto o individualmente lo llame al arrepentimiento.
Nuevamente vemos que no tenemos un tiempo asignado en las Escrituras, pero todo
depende del tiempo que los hermanos lo exhorten, de las respuestas que da el
hermano y de que si está dañando la pureza de la iglesia de forma pública.
Otra cosa importante a considerar es que si el hermano ha llegado
hasta este paso y se “arrepiente”, es importante tener un periodo de
restauración ante el pecado que está viviendo. Es importante que los Ancianos
se ocupen de acompañarlo en oración y en enseñanza y la iglesia participe de la
misma forma para con él.
El cuarto paso es
excomulgarlo bajo la autoridad de Cristo (Mt 18:17-20) Si el
hermano ha sido exhortado de forma privada por un hermano y luego por dos o
tres hermanos. Si es que ha sido informado a la iglesia de su situación y toda
la iglesia ha estado llamándolo al arrepentimiento, sin embargo el persiste en
su práctica, tenemos que aplicar lamentablemente el último paso que es la
separación de la comunión entre miembros de una iglesia.
¿Cómo sería esto? Se le informa a la persona que ha estado siendo
exhortada todo este tiempo que debido a la práctica continúa y pública del
pecado y de su negativa arrepentirse la iglesia cumple con el mandato de Cristo
de tenerlo como “gentil” y “publicano”. Esto no significa que Cristo desprecie
a los “gentiles y publicanos” pues él estuvo cerca ellos (Marcos 2:16) sino que
a este ex miembro de iglesia se le debe tratar como si él no fuera un creyente.
Siempre hay personas con la influencia de la filosofía mundana que consideran
que esto no es amor, cuando en realidad es el verdadero amor de Dios por la
pureza y santidad de su iglesia. Otras
personas se preguntan bajo la autoridad de quien haces estas cosas y la
respuesta es que lo hacemos en nombre del Señor Jesucristo.
Miremos con atención los pasajes que vienen después de la
expulsión de la persona de la membrecía. (Mt 18:18-20) Jesús dice algo
importante “De cierto, de cierto te digo”, la repetición es importancia. El
dice que todo lo que “aten” y “desaten” en la tierra, será “atado” y “desatado”
en los cielos. Esto significa que todo lo que la iglesia reunida “ate” (prohíba
basado en las Escrituras) o “desate” (permita basado en las Escrituras) será
aprobado en los cielos. Esto nos dice que si dos o tres están reunidos en el
nombre de Cristo para ejecutar una disciplina bíblica Dios está con ellos. Dios
le ha dado la autoridad a la iglesia local para ejercer la disciplina sobre los
miembros que no viven conforme a la palabra de Dios.
¿Cuál sería la disciplina? Serian dos. La primera seria la
expulsión de la membrecía, el no podía participar en nada que tenga que ver con
el relacionamiento de la iglesia local. La segunda seria la negación de la
participación a la Cena del Señor, no se puede permitir que alguien que
practica el pecado y abiertamente llamándose “hermano” participe de la Cena del
Señor.
Un caso de disciplina (1
Cor 5:1-5) Pablo escribió sobre un caso muy grave dentro de la iglesia de
Corinto. Como sabemos Corinto era una ciudad pagana donde el culto a su diosa
era la práctica común de la fornicación. Pero este caso en particular ni
siquiera se veía entre los Gentiles (mantener sexo con mi madrastra), sin
embargo en la misma iglesia había esta práctica. Esto nos dice que en este
mundo caído es posible que existan iglesias ciegan ante la palabra de Dios que
permitan practicas pecaminosas. La iglesia de Corinto que se creía espiritual
estaba permitiendo este tipo de prácticas en su iglesia. Pablo les pregunta si
acaso no deberían esta lamentándose por no haber sacado de al medio de ellos a
aquel que comete tal pecado.
Pablo dice que el estando ausente en cuerpo, pero presente en
Espíritu, invita a la iglesia a reunirse en el nombre de Jesús. Y cuando estén
reunidos en el nombre de Jesús aquel que cometió ese pecado, sea “entregado a
Satanás”, o sea entregado al sistema de este mundo, sin una hermandad que lo
exhorta, sin escuchar la palabra de Dios cada dia del Señor, sin ser parte del
cuerpo de Cristo. Y que además de eso sea entregado a la “destrucción de la
carne” lo cual significa el juicio de Dios sobre la persona que puede traer
como resultado la enfermedad o la muerte. Este caso es particularmente grave
porque está exponiendo la pureza de la iglesia de manera pública (1 Cor 5:6-8).
Es probable que puedan existir casos en los cuales la excomunión deba ser más
inmediata que en otros casos, pues sabemos que aunque todos los pecados son
iguales delante de Dios, no todos tienen las mismas consecuencias en este
mundo.
Pero ¿Qué sucede si la
persona después que fue expulsada se arrepiente de su pecado (ese es uno de los
propósitos de la disciplina en la iglesia)? La persona debe ser restaurada a la
membrecía (2 Cor 2:6-11)
Algunos piensan que la persona a la cual se refiere aquí es la misma
que en la primera carta a los Corintios se había expulsado. No se sabe con
seguridad, pero es probable que lo sea. Pero lo que importa es como Pablo hace
el llamado a la iglesia a restaurar a alguien que le ha causado tristeza a él y
la iglesia (2 Cor 2:5) Los creyentes habían seguido el proceso de la disciplina
“reprensión hecha por muchos” (2 Cor 2:6) pero aunque él había mostrado signos
de arrepentimiento la iglesia no lo estaba perdonando (2 Cor 2:7). Una
tentación que como iglesia vamos a tener es poner un estándar más bajo que el
que Dios exige, así como también poner un estándar más alto de lo que Dios
exige. Por lo que Pablo un llamado a la restauración del hermano “confirmar el
amor” (2 Cor 2:8) y obedecer el mandato del perdón de Cristo, pues sino Satanás
puede destruir a aquel creyente (2 Cor 2:9-10)
La actitud que como creyentes debemos tener frente a un hermano
que ha caído en pecado no puede ser de arrogancia, superioridad, altivez como
si ninguno de nosotros se pudiera ver expuesto al pecado, sino que debe ser
como Pablo nos escribe en Galatas 6:1-2
“Hermanos, si alguno fuere
sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con
espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas
tentado. Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de
Cristo”
La disciplina de la iglesia se lleva a cabo para mantener la
pureza de la iglesia y se busca la restauración del creyente. Por tanto ninguno
de nosotros puede mostrarse superior a otros, todos somos pecadores y todos
tentado por nuestra maldad, por eso es que no confiamos en nosotros mismo, sino
en la cruz del Calvario, en su justicia, en su meritos, en su obra, en su amor,
en su grandeza, en su bondad, en su gracia, solo en el ¡Jesús nuestro Salvador!
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