El Pastor Albert Mohler escribió un artículo llamado “La
desaparición de la disciplina eclesiástica” en el cual reflexionaba en como los
cristianos ven el asunto de la disciplina de la iglesia en nuestros días. El
escribió:
“La declinación de la
disciplina eclesiástica es quizá el fracaso más visible de la iglesia
contemporánea. Habiendo perdido el interés en mantener la pureza de la
confesión o el estilo de vida, la iglesia contemporánea se ve a sí misma como
una asociación voluntaria de miembros autónomos con una mínima rendición de
cuentas a Dios, y mucho menos unos a otros, con respecto a la moralidad. La
falta de disciplina eclesiástica ya no es algo que asombra, por lo general ni
se nota. Para muchos miembros de las iglesias, la disciplina eclesiástica
regulativa y restauradora ya no es una categoría con significado y ni siquiera
un recuerdo. La generación actual de pastores tanto como de miembros de iglesia
virtualmente carece de experiencia en cuanto a la disciplina eclesiástica
bíblica. De hecho, la mayoría de los cristianos a quienes se les presenta la
enseñanza bíblica acerca de la disciplina eclesiástica, encaran la cuestión
como una idea con la que nunca antes se habían topado. Oyéndola por primera vez
parece tan anticuada y lejana como la Inquisición Española o los juicios de las
brujas de Salem. Su única percepción del ministerio disciplinario de la iglesia
es a menudo comparada con alguna historia de ficción como lo fue La Letra
Escarlata. Lo cierto es que, sin una recuperación de la disciplina funcional
para la iglesia — firmemente establecida sobre los principios revelados en la
Biblia — la iglesia continuará su deslizamiento hacia la disolución moral y el
relativismo[1]”
Históricamente la iglesia cristiana ha considerado la
disciplina eclesiástica como algo muy fundamental para la iglesia. Algunas
confesiones cristianas ponían a la disciplina como la “tercera característica
de la verdadera iglesia”[2]
(La primera es la predicación de la palabra y administración de las ordenanzas
correctamente) en otras palabras para los cristianos del pasado, la iglesia que
no ejercía correctamente la disciplina era considerado una iglesia falsa.
La pregunta entonces es ¿Qué paso con la iglesia que
perdió una característica tan esencial como la disciplina? Las razones son
varias, pero podríamos señalar dos. La primera fue el fuerte ataque a las
Escrituras por medio de lo que se conoce como la “critica bíblica”, lo cual
ponía a la Biblia como un documento histórico más y no como la palabra
inspirada e infalible de Dios. Esto entró por medio de los seminarios, paso
para los pastores y entro a las iglesias.
La segunda fue “la relectura de las Escrituras” esto se
refiere al cambio de nombre de los conceptos bíblicos. Por ejemplo el pecado
fue cambiado por conceptos de la psicología secular como “errores”, se intento
sacar la idea de la “culpa” y “vergüenza” porque impedían la realización
personal. Cuando estas ideas entraron a la iglesia, entonces la idea de
confrontar el pecado de los creyentes por medio de la disciplina se perdió. Es
por eso que es tan popular la idea “No juzguéis para que no seáis juzgados”
porque todos cometemos “errores”.
Lamentablemente en este último siglo hemos visto que la
iglesia ha tenido muy poco impacto en el mundo porque ella no se diferencia
mucho del mundo al no practicar la disciplina bíblica. Es cierto también que
han existido casos donde la disciplina de la iglesia no se practicado de forma
bíblica, en algunos casos despóticamente y en otras aplicando disciplina a
cosas que no bíblicas. Por tanto para poder ejercer bien
la disciplina en la iglesia debemos entender ¿Cuáles son los propósitos de la
disciplina? Y ¿Cómo debe ejecutarse la disciplina? Eso es lo que intentaremos
ver por medio de esta y la próxima predicación.
Para comenzar debemos preguntarnos ¿Cuáles son los
propósitos de la disciplina? En primer
lugar, lo que vemos en las Escrituras es que Dios es Santo, por tanto el pueblo de Dios está
llamado a vivir de forma santa. La palabra “Santo” es “Kadosh” en
hebreo y significa “separado” y la
palabra “Hagios” en griego significa “consagrado al Señor”. Por tanto la idea
es alguien que está separado, totalmente consagrado al Señor.
“Porque yo soy Jehová vuestro Dios; vosotros por tanto os
santificaréis, y seréis santos, porque yo soy santo; así que no contaminéis
vuestras personas con ningún animal que se arrastre sobre la tierra” Levítico
11:44 (El contexto es los animales puros e impuros)
“Habla a toda la congregación de los hijos de Israel, y
diles: Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios” Levítico 19:2
Entonces ¿Qué significaba
para el pueblo de Dios ser santo (separado; consagrado para él Señor)? cuando
uno revisa el libro de Levítico completo se encuentra con cosas muy
interesantes. Ser santo significaba reconocer cuales eran los animales limpios
e inmundos (Lev 11:43) apartarse de la contaminación con la lepra (Lev 13:2)
apartarse de los flujos corporales como semen o periodo menstrual (Lev 15)
apartarse practicas pecaminosas como idolatría, incesto, homosexualidad,
zoofilia, etc (Lev 18) todo tiene que ver porque los pueblos paganas de
alrededor practicaban estas cosas, pero Dios le llama a su pueblo a vivir de
forma diferente (santa).
Cuando vamos al Nuevo
testamento nos encontramos con que esta idea se repite en muchas partes, pero
específicamente en la Epístola de 1 Pedro.
“Sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros
santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito esta: Sed santos, porque
yo soy santo” 1 Pedro 1:15-16
“Mas vosotros sois
linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para
que anuncies las virtudes de aquel que os llamo de las tinieblas a su luz
admirable” 1 Pedro 2:9
Dios nos ha escogido como su
pueblo para ser santos. En la misma Epístola se nos define un poco que es ser
santos, es ceñir los lomos de nuestro entendimiento, ser sobrios, esperar en el
Señor y ser obedientes a él (1 Pedro 1:13-14) también se nos llama a “desechar
toda malicia, engaño, hipocresía, envidias” (1 Pedro 2:1) a vivir como
“extranjeros y peregrinos que se abstienen de los deseos carnales” (1 Pedro
2:11) El apóstol Pablo lo describe bien cuando escribe en 1 Tesalonicenses
4:2-8 el llamado que como cristianos tenemos:
“Porque ya sabéis qué
instrucciones os dimos por el Señor Jesús; pues la voluntad de Dios es vuestra
santificación; que os apartéis de fornicación; que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa en santidad y
honor; no en
pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios; que ninguno agravie ni engañe en nada a su hermano; porque el Señor
es vengador de todo esto, como ya os hemos dicho y testificado. Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación.
Así que, el que desecha esto, no desecha a hombre, sino a
Dios, que también nos dio su Espíritu Santo”
A partir del Antiguo y Nuevo testamento podemos ver con claridad
que el llamado para el pueblo de Dios es la santificación. Pero ¿Por qué?
Porque el Dios que nos ha escogido es santo. Dios es
tres veces Santo (Isa 6:1-7) y su santidad es temible y bella (Sal 96:9) y por
tanto debemos temblar ante su santidad. Lamentablemente hoy en día se
acostumbra a decir que Dios es amor y sin duda lo es, pero nunca debemos
considerar un atributo de Dios sin considerar los otros. El amor de Dios, es un
amor Santo. Si tenemos una mirada equivocada sobre este punto, nunca vamos a
entender el propósito de la disciplina porque vamos a pensar que ejercer
disciplina es algo “malo”. El haber sustituido la idea errada del “Dios de
amor” que permite cualquier cosa sin castigar el pecado ha sido fatal para la
iglesia, porque en definitiva la disciplina es vista como algo opresivo, en vez
de mostrarse como algo beneficioso. Pero
en las Escrituras vemos todo lo contrario, vemos que Dios castiga al malo (Sal
34:21; Prov 2.22) y disciplina a su pueblo cuando ellos practican el pecado (Hebreos
12:5-11). ¿Por qué hace esto? Exactamente porque él es Santo y no puede permitir
que el pecado se extienda entre su pueblo. Por tanto, uno de los propósitos de
la disciplina es mantener al pueblo de Dios reflejando la santidad a la cual
fue llamado. La disciplina es necesaria porque lo que está en juego es la
vindicación del “nombre de Dios” y la vida del pueblo.
“Vino a mí palabra de
Jehová, diciendo: Hijo de
hombre, mientras la casa de Israel moraba en su tierra, la contaminó con sus
caminos y con sus obras; como inmundicia de menstruosa fue su camino delante de
mí. Y derramé mi ira sobre ellos por la sangre que
derramaron sobre la tierra; porque con sus ídolos la contaminaron. Les esparcí por las naciones, y fueron dispersados por las tierras;
conforme a sus caminos y conforme a sus obras les juzgué. Y cuando llegaron a las naciones adonde fueron, profanaron mi santo
nombre, diciéndose de ellos: Estos son pueblo de Jehová, y de la tierra de él
han salido. Pero he tenido dolor al ver mi santo nombre profanado por la casa
de Israel entre las naciones adonde fueron. Por tanto, di a la casa de Israel: Así ha dicho
Jehová el Señor: No lo hago por vosotros, oh casa de Israel, sino por causa de
mi santo nombre, el cual profanasteis vosotros entre las naciones adonde habéis
llegado. Y santificaré mi grande nombre, profanado
entre las naciones, el cual profanasteis vosotros en medio de ellas; y sabrán
las naciones que yo soy Jehová, dice Jehová el Señor, cuando sea santificado en
vosotros delante de sus ojos” Ezequiel 36:16-23
Esto mismo sucede hoy en día cuando las personas miran hacia la
iglesia que no practica la disciplina y dice ¿Esa es la iglesia de Dios? ¿La
que permite el pecado? ¿La que permite que un borracho, ladrón, fornicario este
entre sus filas? Por lo que el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles,
el nombre de Dios es burlado. Y esto es también porque el pueblo de Dios
experimenta juicio y falta de poder. Porque no se está viviendo como Dios ha
establecido ¿Realmente queremos una iglesia que glorifique a Dios? ¿Qué sea
poderosa en la predicación del evangelio? ¿Qué crezca en santidad? Necesitamos disciplina en ella.
En segundo lugar, Dios
ejecuta la disciplina en su pueblo y llama a su pueblo a practicarla. Cuando
revisamos el Antiguo testamento podemos encontrarnos con momentos en los cuales
Dios elimina de su pueblo a quienes están promoviendo el pecado, como por
ejemplo la queja (mato a uno de los extremos del campamento Num 11:1) la
murmuración (Lepra de María Num 12:2) la cobardía que promovió la rebelión
(Castiga no entrando a la tierra prometida y vagando por el desierto Num
13:31-14:35 los espías cobardes mueren) o el motín más grande contra Moisés
conocida como “la rebelión de Coré” (Num 16) en el cual 250 hombres fueron
literalmente tragados vivos por la tierra por la rebelión:
“Y aconteció que cuando
cesó él de hablar todas estas palabras, se abrió la tierra que estaba debajo de
ellos. Abrió la
tierra su boca, y los tragó a ellos, a sus casas, a todos los hombres de Coré,
y a todos sus bienes. Y ellos, con todo lo que tenían,
descendieron vivos al Seol, y los cubrió la tierra, y perecieron de en medio de
la congregación. Y todo Israel, los que estaban en
derredor de ellos, huyeron al grito de ellos; porque decían: No nos trague
también la tierra. También salió fuego de delante de
Jehová, y consumió a los doscientos cincuenta hombres que ofrecían el incienso”
Números 16:31-35
Dios les dio su pueblo mandatos de apedrear a aquellos que
promovían el pecado en el pueblo de Dios. Debían morir apedreados los
idolatras, adivinos, el que maldice a los padres, el adultero, el que se
acostara con la mujer de su padre, el que practica sexo con los animales, los
homosexuales, incesto (Levítico 20) con estos versos vemos que claramente Dios
mata a quienes promueven el pecado entre su pueblo.
En el Nuevo testamento vemos que Dios elimina a quienes promueven
el pecado en el pueblo, como el caso de Ananías y Safira (Hechos 5:1-11) y los
muertos por tratar de forma ligera la Cena del Señor (1 Cor 11:30) por tanto el
principio de que Dios puede eliminar a quienes promueven el pecado sigue
vigente. Sin embargo, aunque el principio de “eliminar del pueblo de Dios las
prácticas pecaminosas sigue vigente” la forma no es la misma. Con esto me
refiero a que nosotros no se nos llama a apedrear a los que practican el pecado
entre nosotros, pero si se nos llama a excomulgarlos cuando aquella persona no
se quiere arrepentir públicamente de su pecado.
La palabra “excomulgar” se usa más en los contextos de la Iglesia
Católica Romana y alude a que la persona es apartada de los fieles y privada de
los “sacramentos” (ordenanzas). En el contexto evangélico se usa más la palabra
“Excomunión” que alude a separar a una persona de la membrecía debido a la
práctica continua, constante y publica del pecado. Por ejemplo, supongamos que
tenemos un miembro de esta iglesia, del cual nos enteramos que ha estado
robando constantemente en su trabajo, esa persona debe ser apartada de la
comunión de los santos, o nos enteramos que un miembro casado de nuestra
iglesia a engañado a su esposa, entonces el debe ser apartado de los santos (al
menos que se arrepienta; debe pasar un proceso de restauración)
Ahora ¿Bajo qué autoridad los creyentes pueden hacer esto? Bajo la
autoridad delegada en Cristo (Mt 18:18-20) este sería el último paso después de
haber seguido los pasos anteriores antes de hablar personalmente con él para
que abandone el pecado, llevar dos testigos para que se arrepienta de su
pecado, decirlo a la iglesia para persuadirlo de su pecado. (Mt 18:15-17) Si
ninguno de estos pasos fueron suficiente, entonces debe ser expulsado de la
comunión y privado de la Cena del Señor. ¿Cuál es el propósito de todo? El propósito
de todo esto no es la condena de la persona, porque eso lo juzgará el Señor,
sino seguir el principio que hemos venido viendo “eliminar el pecado del pueblo
de Dios”. Hay un caso de disciplina en la iglesia en 1 Corintios 5, el cual no
examinaremos ahora, pero podemos observar este mismo principio que vemos venido
viendo en el verso 13
“Porque a los que están
fuera, Dios los juzgará. Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros” 1
Corintios 5:13
El punto de Pablo es que a los que están afuera Dios los va a
juzgar y nosotros tenemos que evangelizarlos, pero los que son parte de la
iglesia, de la membrecía de la iglesia deben ser juzgados por la palabra de
Dios si ellos están viviendo en pecado. Pablo cita en este versículo a
Deuteronomio 17:7 el cual está tratando sobre la ejecución del idolatra por dos
o tres testigos y luego con la participación de todo el pueblo. Esto nos
demuestra claramente que el principio de la disciplina sigue vigente para la
iglesia de hoy, de apartar a aquellos que estén practicando el pecado dentro de
la membrecía de la iglesia.
¿Qué nos está diciendo a nosotros como iglesia esto? Algo claro,
la iglesia es responsable de ejecutar la disciplina a sus miembros cuando es
necesario. La iglesia que no actúa de esta forma esta despreciando las claras
enseñanzas del Señor. Por lo que se pudiera considerar como una falsa iglesia.
¿Cómo la iglesia tiene tan poco “testimonio” en el mundo? Porque no hay
disciplina entre sus miembros, porque se juega a la iglesia y no se actúa de
forma seria frente a estos temas.
En tercer lugar, el
propósito de la iglesia es para que los creyentes teman. El temor
a Dios no es algo malo, pues el “principio de la sabiduría es el temor de
Jehová” (Prov 1:7) cuando Dios se presentaba ante el pueblo, el pueblo “temía”
(Exo 20:18) como también cuando Dios ejecutaba sus juicios sobre ellos (Num
16:34) cuando murió Ananías y Safira dice que “Y vino gran temor sobre toda la
iglesia, y sobre todos los que oyeron estas cosas”. En el caso de pecado de los
Ancianos se debe seguir el mismo proceso que a cualquier miembro, por lo que se
debe investigar y confirmar la acusación por medio de testigos (1 Tim 5:19)
fíjense que nos dice que el anciano debe ser reprendido delante de todos PARA QUE LOS DEMAS TAMBIEN TEMAN (1 Tim
5:20) La disciplina es algo muy bueno, pues ayuda al creyente a considerar seriamente la
práctica del pecado debido a la ofensa a Dios y la reprensión publica por el
pecado.
Debido a que vivimos en una época donde las iglesias no tienen membrecía, no toma en
serio el rendición de cuentas continua, no hay práctica de disciplina en ellas,
entonces el temor a ello, prácticamente no existe.
En
cuarto lugar, el propósito de la disciplina es para mantener la pureza de la
iglesia. Dios es santo y llama a su pueblo a ser santo. Y para eso
ha establecido las formas en la cuales este pueblo debe ser purificado. Por
medio de la constante predicación de la palabra de Dios, por medio de la
practicas de las ordenanzas (Bautismo y Cena) y por medio de la disciplina. Dios
quiere que los creyentes sean puros, cuando Pablo le escribe a Timoteo le llama
a ser ejemplos de los creyentes en “pureza” (1 Tim 4:12) y a mantenerse “puro”
(1 Tim 5:22) tenemos muchas exhortaciones donde se nos llama a ser puros en
nuestra forma de hablar (Efe 5:3.4;) abunde en nosotros la palabra de Dios (Col
3:16) que no nos corrompamos con “malas conversaciones, porque corrompen las
buenas costumbres” (1 Cor 15:33) a que sea renovado constantemente nuestro
entendimiento por medio de las Escrituras (Rom 12:2) Pero esta no debe ser
solamente una práctica personal de cada creyente, sino que la búsqueda de la
pureza debe darse por parte de toda la iglesia de Cristo.
La pureza de la iglesia es tan importante, que es por eso
que los estándares para los Ancianos es bien alto (1 Tim 3.1-7) Cristo mismo
oró para que los creyente sean santificados por medio de la verdad (Jn 17:17)
como también él se entregó por la iglesia para santificarla (Efe 5:25-27).
Jesús no se entregó por su iglesia para que viva bajo el pecado sin ningún
problema, sino que él se entregó para santificarla y parte del propósito de
Dios es ir santificando a su iglesia por medio de la disciplina.
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