El conocido pastor Bautista John Bunyan escribió un libro que se llama “como orar en el Espíritu[1]” En este libro él describe la oración del siguiente modo:
“Orar es derramar de modo sincero,
consciente y afectuoso el corazón o alma ante Dios, por medio de Cristo, en el
poder y ayuda del Espíritu Santo, buscando las cosas que Dios ha prometido, o
que son conforme a su Palabra, para bien de la iglesia, con fiel sumisión a Su
voluntad”
El
nos dice que esta definición tiene siete puntos importantes que nunca debemos
olvidar en nuestras oraciones. En primer
lugar el orar es derramar nuestro ser de modo sincero delante de Dios. Esto
nos quiere decir que no debemos orar de forma hipócrita, pues aunque podemos
hacerlo delante de los hombres, no podemos hacerlo delante de Dios porque es
imposible engañarlo. (Mt 6:5-8) La sinceridad es elemental al dirigirnos al
Dios (Mt 15:8-9)
En segundo lugar el orar es derramar nuestro
ser de forma consciente delante de Dios. La oración no se
trata de repetir palabras sin sentido o balbucear frases aprendidas sino que es
conscientemente reconocer la necesidad de la presencia de Dios en mi vida y
aferrarme con fuerza a su misericordia y gracia (1 Juan 1:9)
En tercer lugar el orar es derramar
nuestro ser de forma afectuosa delante de Dios. El
orar no es algo que hacemos sin emocionarnos, sino es algo que incluye mucha
emoción. Si revisamos las oraciones de los salmistas vemos gritos (Sal 69:3),
clamor (Sal 22:2), desesperación (Sal 143), gemir (Sal 6:6) gozo (Sal 81:1)
deseo, anhelo, esperanza y un sin número de emociones más porque las oraciones
incluyen esa entrega afectuosa delante de Cristo.
En cuarto lugar el orar es hacerlo por
medio de Cristo. Cuando oramos hacia Dios no es una mera
formalidad orar en el nombre de Cristo sino que es algo que él nos enseño (Jn
14:13-15) y porque entendemos que solamente por medio de Cristo llega nuestras
oraciones porque él es el único mediador entre Dios y los hombres (1 Tim 2:5)
En quinto lugar el orar lo hacemos por
medio del poder y la ayuda del Espíritu Santo. Cuando
oramos el Espíritu Santo nos está capacitando de una forma inexplicable (Rom
8:26) para que las peticiones que hagamos no sean conforme a nuestra voluntad,
sino según la voluntad del Padre (1 Juan 5:14-15)
En sexto lugar el orar lo hacemos según
las cosas que él ha prometido en su palabra. Cuando oramos no
podemos pedir que no “suframos nunca” o que “tengamos una llena de felicidad”
en esta mundo porque ninguna de esas cosas ha prometido Dios en su palabra. Lo
que él ha prometido es que a pesar del sufrimiento encontraremos gozo y
esperanza en él (Jn 16:16-24) El nos ha prometido que entre más vivíamos en su
voluntad vamos a vivir deleitándonos en su presencia sin importar las
circunstancias (Rom 5:3)
En séptimo lugar el orar lo hacemos para
el bien de la iglesia en sumisión a Dios. Las peticiones que
nosotros hacemos en nuestras oraciones no deben estar centradas solamente en
nosotros sino en el bien de los santos y la iglesia del Señor (Fil 1:9-11) La
actitud para acércanos a Dios es la de sumisión. Cualquier actitud altanera o
exigente con Dios no compatible con el Dios santo.
Como
podemos ver John Bunyan nos recuerda elementos fundamentales de una oración que
como cristianos debemos tener presentes. ¿Oras con sinceridad delante de Dios?
¿Oras siendo consciente de tu propia necesidad de Dios? ¿Oras de forma
“afectuosa” delante del Señor? ¿Oras solo confiando en los meritos de Cristo?
¿Oras en el poder del Espíritu Santo?
¿Oras pidiendo y descansando en las promesas que la Escrituras no revelan?
¿Oras por el bien de los santos y en sumisión a Dios? La oración modelo que
Jesucristo enseño a sus discípulos nos puede ir enseñando y revelando cuales
deben ser nuestras prioridades a la hora de presentarnos ante la presencia
delante de Dios y orar. Las peticiones que hacemos delante de Dios revelan
también hacia que está inclinado nuestro corazón.
Lucas 11:2a “Santificado sea
tu nombre”
En
la cultura del medio oriente el nombre es algo muy importante porque refleja el
carácter de la persona[2].
Esto lo podemos ver reiteradamente en las Escrituras cuando Dios cambia el
nombre de las personas y ese nombre tiene un significado con lo que la persona
va a hacer. Por ejemplo Dios cambio el nombre de “Abram” (padre enaltecido) a
Abraham (Gen 17:5 Padre de multitudes) o cambio el nombre de Jacob
(suplantador) a Israel (Gen 25 “tener poder de Dios”) En el nuevo testamento
sigue el mismo patrón cuando el cambia el nombre de “Simón” (Dios ha escuchado)
a Pedro (Piedra Jn 1:42) ¿Por qué se hace esto? Porque el nombre reflejaba el
carácter y propósito de una persona. En el caso de Dios es también igual y el
nombre más conocido que tenemos de Dios es “Yahweh” que aparece por primera vez
en Éxodo 3:14. Debido a que los judíos consideraban que el nombre de Dios era
sagrado ellos no pronunciaban el nombre de Dios sino que tomaron las
consonantes de “Yahweh” y las vocales de
“Adonai” para formar “Jehová”.
Aunque
este es un nombre conocido también hay otros nombres igualmente conocidos de
Dios que reflejan diferentes facetas del carácter de Dios. Se le llama, por
ejemplo, Elohim; "el Dios Creador"; El Elyon, "poseedor
del cielo v la tierra"; [ehovah-lireh, "el Señor
proveerá"; Jehovah-Nissi, "el Señor es nuestra bandera"; Jehovah-Rapha,
"el Señor que sana"; Jehovah-Shalom, "el Señor es
nuestra paz"; JehovahRaah, "el Señor es nuestro pastor"; [ehovah-Tsidleenu,
"el Señor es nuestra justicia"; [ehovah-Sabaoth, "el
Señor de los ejércitos"; Jehovah-Shama, "el Señor está
presente v cerca"; v Jehovah-Maqodeshkim, que significa "el
Señor te santifica". Por tanto cada
uno de estos nombres hace referencia a algunos de los atributos de Dios.
Es
por eso que en las Escrituras vemos en ocasiones que Dios no desamparará o
castiga a su pueblo por amor su propio nombre (2 Rey 19:34; Sal 23:3; 106: 8;
Isa 37:25; 45:21)
“Pues Jehová no desamparara a su pueblo,
por su grande NOMBRE; porque Jehová ha querido haceros pueblo suyo” 1 Samuel
12:22
Por amor de MI NOMBRE diferiré mi ira, y para alabanza mía la
reprimiré para no destruirte. He aquí te he purificado, y no como a plata; te he escogido en horno
de aflicción. Por mí, por amor de mí mismo lo haré,
para que no sea amancillado mi nombre, y mi honra no la daré a otro. Isaías 48:9-11
Pero nombre de Dios no es
cualquier nombre, sino que es un nombre “santo”. Esta palabra viene del griego
“hagiazo” que significa “hacer santo” y que viene de la raíz griega que se
traduce generalmente como “sagrado”, “santo”, “santificar”, “santificar”. Esta es uno de los atributos más
impresionantes y sobresalientes de Dios: El es santo. Cuando Isaías tuvo la
visión sobre Dios vio que los serafines decían que Dios es “Santo, santo,
santo” (Isa 6:3) Cuando Juan vio la adoración celestial observo que los cuatro
seres vivientes no cesaban de adorar a Dios diciendo: “Santo, Santo, Santo”
(Apo 4:8) Debido a que él es santo es que nosotros como creyentes estamos
llamados a ser santos (1 Pedro 1:16) La santidad de Dios debe producir en
nosotros un sentido de reverencia, un temor reverencial cuando nos dirigimos a
Dios porque él es santo.
Debido a que tenemos
concepciones distorsionadas de lo que es ser Padre Santo, algunos de nosotros
puede pensar que Dios sea un Padre Santo significa que el es un Padre estricto
que lo castiga todo o por otro lado un Padre anciano que lo permite todo. Entonces
¿Qué significa que Dios sea un Padre Santo? Significa que nos acercamos a él
con la familiaridad de un hijo pero nunca olvidándonos que él es Santo y por
tanto apartado de todo pecado. Muchas de las oraciones actuales no reflejan
este “nombre santo” ya que algunos están “exigiendo” “decretando” o
“demandando” de que Dios cumpla lo que piden. Pero nosotros nos acercamos con
temor reverencial ante su presencia y es por eso que cuando nos presentamos
delante de nuestra Padre confesamos nuestros pecados (1 Juan 1:9) y reconocemos
nuestra pobreza espiritual (Mt 5:3) y nuestra continua necesidad de su santidad
en nuestra vida pecaminosa. ¿Son esas tus oraciones?
Lucas 11:2b “Venga a
nosotros tu reino”
En
la historia de la humanidad han existido muchos reinos que incluso podemos
verlos en las Escrituras, como el imperio Egipcio, el imperio Asirio, El
imperio Babilónico, el imperio Griego y el imperio Romano. Todos estos reinos
humanos creyeron que conquistaron el mundo y que serian invencibles. Podemos
ver esto en el conocido sueño de la estatua que el rey Nabucodonosor tuvo y el
cual Daniel interpretó (Dan 2) En la interpretación que Dios le dio a Daniel él
le mostró que la cabeza de oro era el reino Babilónico, pero que después de él
se levantaría otro reino inferior a este que sería el reino medo-persa (Plata).
Luego otro reino que sería el reino griego (bronce) y después otro reino que
sería el imperio romano (hierro) y luego un reino de hierro y barro el cual
sería destruido por el reinado eterno de nuestro Señor Jesucristo.
Pero
el pueblo de Israel venia todo el sufrimiento y opresión que había sufrido bajo
estos diversos imperios y se preguntaba pero ¿Cómo será este reinado del Señor?
Ellos conocían las Escrituras que hablaban de ese reino eterno como Salmos
2:6-8
“Pero yo he puesto mi rey sobre Sión, mi
santo monte. Yo publicaré el decreto; Yo Jehová he dicho; mi hijo eres tú; Yo
te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión
tuya los confines de la tierra”
“Porque un niño nos es nacido, hijo nos
es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable,
Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de Paz. Y lo dilatado de su
imperio y la paz no tendrá límite sobre el trono de David y sobre su reino,
disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para
siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto” Isaías 9:6-7
Estas
profecías del reino mesiánico resonaban siempre en la mente de los judíos de
tal manera que el Talmud judío decía que una oración que no mencionará la
venida del reino de Dios no era una verdadera oración. El mesías judío tenía
dos propósitos. La primera era la idea de que iba a redimir a Israel del exilio
y la servidumbre y la segunda era que redimir al mundo de su maldad y sufrimiento.[3]
Los judíos interpretaban la venia de este mesías como un mesías político que
iba a destruir a todos sus enemigos (generalmente paganos) incluso cuando
Jesucristo comienza su ministerio se encuentra con la esperanza mesiánica en
algunas de las personas a quienes les predica (Jn 4.25). Jesucristo inaugura la
llegada del reino de los cielos de una forma que los judíos no esperaban:
“El tiempo se ha cumplido y el reino de
Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio” Marcos 1:15
A
través de su ministerio Jesucristo va demostrar que el es mesías que por tanto
su vida y su ministerio son las manifestaciones de la llegada del reino de Dios
a la tierra (Luc 11:22; 17.21) muchos de sus seguidores quisieron hacer rey a
Jesús (Jn 6:15) pero el explicaba que su reino no es este mundo (Jn 18:36) con
esto no quería decir que el reino de los cielos no iba a impactar en el mundo,
sino que no lo seria a la manera en que generalmente lo pensaban. Entonces la
primera manera de orar “venga tu reino” es orar porque la iglesia cumpla la
misión que Dios le ha encomendado a su iglesia que es predicar el evangelio a
toda criatura (Mt 28:18-20) Orar venga tu reino es pedir al Señor por obreros a
la mies (Mt 9:38) orar por las conversiones (1 Tim 2:1) orar que se abran
puertas para predicar el evangelio (Efe 6:19) ¿Son estas tus oraciones? Pero
además de esto, si uno revisa las cartas de Pablo se va encontrar con que Pablo
oraba mucho por la vida espiritual de los miembros de cada iglesia (Efe
1:15-23; Fil 1:3-9) ¿Oras para que cada uno tus hermanos crezca
espiritualmente? ¿Oras porque comprenda el supremo llamado de Dios? ¿Oras para
que sepan de sus dones espirituales para servir en la obra de Dios? Es mediante
las conversiones de los hombres y el crecimiento espiritual de los creyentes y
su servicio a la iglesia y el mundo que el reino de los cielos se manifiesta en
este mundo.
Pero
además de esto una oración de “venga tu reino” sabe que la plenitud del reino
no se ha manifestado aun en este mundo, ya que ve el pecado, la maldad, el
sufrimiento y la injusticia cada día. Una oración de “venga tu reino” es una
oración que sabe que solamente cuando el Señor regrese por segunda vez va a
juzgar a los hombres y traer restauración a este mundo, por tanto su corazón
anhela la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo. Uno de los últimos versos
de Apocalipsis este deseo por la segunda venida ¿Es tu oración también?
“El que da testimonio de estas cosas
dice: Ciertamente vengo en breve. Amén. Sí, ven, Señor Jesús. Apocalipsis 22:20
Lucas 11:2c “Hágase tu
voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”
Otro
elemento importante al momento de orar es “orar conforme a su voluntad porque
solamente así nos oye” (1 Juan 5:14) Hay dos puntos de vista extremo respecto a
orar conforme a su voluntad. El primero es el que piensa que “decretando y
declarando en el nombre de Jesús” va a obtener lo que quiere y por tanto
“exige” a Dios ciertas cosas que él ha prometido. Esto últimamente ha ido
aumentando en el cristianismo. El segundo piensa que no tiene sentido orar
porque debido a que Dios ya estableció todo, de todas maneras se va a cumplir
su voluntad. Por tanto su actitud es pesimista y poco persistente al orar. ¿Qué
podemos decir sobre estos puntos de vista? Podemos decir que ciertamente hay
promesas de Dios en las Escrituras pero ellas no se cumplen cuando nosotros
queramos sino cuando Dios obre. Es verdad que Dios estableció todas las cosas y
que sin duda se va a cumplir su voluntad, pero Dios estableció los medios para
que eso se lleve a cabo y la oración es una de ellas. ¿Recuerdan cuando la
iglesia estaba orando por Pedro en la cárcel y que cuando llego afuera de sus
casas no podían creer que sucediera Hechos 12:5-17? Esto puede sucedernos a
nosotros, que oramos porque tenemos que “cumplir” pero no estamos orando
realmente con fe.
Pero
como hemos visto hasta ahora Dios nos enseña a orar para que nosotros oremos
constantemente (Luc 11:5-13) a veces las personas creen que orar por la
voluntad de Dios es simplemente hacer una oración rápida y breve, pero no es
así ya que debemos orar de forma perseverante por la voluntad de Dios en
nuestras vidas (Col 4:2) Muchas veces en nuestras vidas cristianas no vamos a
ver enfrentados a diversos momentos de dificultad en donde vamos a tener que
aprender a orar conforme a su voluntad. Va ver ocasiones que vamos a orar como
David porque nos agrada hacer su voluntad:
“El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha
agradado, y tu ley está en medio de mi corazón” Salmos 40:8
En
otras ocasiones vamos a orar con lagrimas por nuestro pecado o el del pueblo de
Dios como Daniel 9:3-5
Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego,
en ayuno, cilicio y ceniza. Y oré a Jehová mi Dios e hice confesión diciendo: Ahora, Señor, Dios
grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que
te aman y guardan tus mandamientos; hemos pecado, hemos
cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos
apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas.
O en otras ocasiones vamos
a orar con angustia frente a sufrimientos que enfrentemos en la vida:
“Oh Jehová, oye mi oración, escucha mis ruegos; respóndeme por tu
verdad, por tu justicia” Salmos 143:1
Los problemas,
sufrimientos y dificultades son innumerables en la vida como “cosas que
deseamos” “proyectos que tenemos” “trabajos que buscamos” “pareja que buscamos”
“sueños que anhelamos” pero te has preguntado ¿Y si no es la voluntad de Dios
lo que planeas? ¿Y si lo que tu deseas es simplemente tu deseo y no la voluntad
de Dios? ¡Eso es orar conforme a su voluntad! Orar conforme a la voluntad de
Dios es estar dispuesto a reconocer que lo que tu deseas, el estándar de vida
que tú buscas, los anhelos que tú tienes, los objetivos que tu persigues no son
lo que Dios anhela para ti. Con esto no estoy diciendo que Dios quiere que
seamos miserables ¡Somos sus hijos! El no quiere eso como Padre perfecto, pero
si busca que nosotros como sus hijos dependamos totalmente de su plan y
propósito que él tiene definido para nosotros y eso lo encontraremos por medio
de la oración. Oramos que así como se hace en el cielo su voluntad se haga
también aquí en la tierra. ¿Oras de esta manera?
Orando el evangelio
Cuando
oramos de la manera en que Jesús les enseña a sus discípulos estamos orando de
la manera en el quiere que oremos en todas nuestras oraciones. Oramos
reconociendo que él es un Dios Padre Santo al cual nos acercamos con reverencia
y humildad, por tanto reconocemos que somos pecadores necesitados de su gracia
y amor. Oramos “venga tu reino” reconociendo que su reino se está manifestando
en este mundo y que por tanto el va a cumplir sus propósitos. Por tanto la prioridad en nuestra vida es la
extensión del reino del Señor por medio de la predicación de su palabra. Oramos
“Hágase tu voluntad” reconociendo que no estamos en este mundo para hacer
nuestra voluntad sino la voluntad perfecta de Dios en este mundo. Por eso
creemos y confiamos plenamente en su perfecta voluntad.
Pero
en esta oración oramos también el evangelio porque el Padre de un nombre Santo
ha enviado a su Santo Hijo de nombre Santo:
“Y en ningún otro hay salvación; porque
no hay otro nombre bajo el cielo, dados a los hombres, en que podamos ser
salvos” Hechos 4:12
Y
este hijo amado no vino a este mundo a hacer su voluntad sino hacer la voluntad
del Padre, el cual nos invita a orar como él en el Getsemaní:
“Padre, si
quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” Lucas
22:42
[1]
Aunque otros lo titulan simplemente como “la oración”. https://ondasdelreino.files.wordpress.com/2011/04/juan-bunyan-cc3b3mo-orar-en-el-espc3adritu.pdf
[2]
William Barclay. Comentario a Lucas. Página 74.
[3] http://www.tora.org.ar/quien-es-el-mesias/
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