Para la humanidad el tema de la justicia siempre ha sido un tema de interés para los pensadores o filósofos a través de la historia[1]. Esto se debe a que como los seres humanos hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios (Gen 1:26-28) tenemos el deseo de justicia en el corazón. Pero ese deseo de justicia del corazón está infectado con el pecado por tanto puede convertirse en un engaño del corazón (Jer 17:19) ya que se puede llegar a pensar que nosotros como seres humanos podemos llegar a ser justos por nuestras propias obras. En el siglo 16 este engaño estaba extendido por todo el mundo occidental pues el catolicismo afirmaba que por medio de las buenas obras uno puede ser justo delante de Dios. Fue en esa época que un monje agustino llamado Martin Lutero iba a redescubrir que la justificación delante de Dios no era por medio de las obras sino por medio de la obra de Cristo[2].
“Porque en el evangelio la justicia de
Dios se revela por fe y para fe, como está escrito; Más el justo por la fe
vivirá” Romanos 1:17
Esto
llego a ser tan importante para la iglesia que se acuño el termino que decía
que la justificación por la fe es el articulo por el cual la iglesia se
mantiene o cae.[3]
Para nosotros como evangélicos ha sido siempre muy importante mantener la
doctrina de la justificación por la fe, ya que desviarse seria simplemente
pasar a ser un anatema que distorsiona la verdad revelada de Dios (Gal 1:6-10) En
estos tiempo la doctrina de la justificación por la fe es atacada directamente
por las falsas religiones que ponen su confianza en sus obras (catolicismo,
judaísmo, islamismo) o por movimientos teológicos que afirman cosas como “la
doctrina no importa sino solo el amor” “debes amarte a ti mismo” “eres hijo del
rey” “eres un campeón”, etc. Todas estas enseñanzas son peligrosas porque ponen
su confianza en las obras de las personas y no en la obra de perfecta de
nuestro Señor Jesucristo.
Lucas 18:9 Confiar en sí
mismo y despreciar a otros
Este
pequeño comentario es la introducción a lo que Jesucristo va a enseñarnos por
medio de una parábola. La expresión confiando en si mismo expresa la idea de
una permanente confianza que nunca desvanece[4]. La Biblia nos da
advertencias sobre confiar en nosotros mismos:
“Fíate de Jehová de todo tu corazón, y
no te apoyes en tu propia prudencia” Proverbios 3:5
“El que confía en su propio corazón es
necio; mas el que camina en sabiduría será librado” Proverbios 28:26
El
confiar en nosotros mismos no solamente es necio sino que además trae orgullo a
nuestro corazón y nos desvía de confiar en el único que es digno de confianza
que es el Señor. En el mundo actual no hay doctrina más explotada que la idea de
la confianza en uno mismo. Miren como lo expresa este autor[5].
“No mires a los demás; mírate a ti
mismo. Y deja que salga lo que hay en tu interior, aunque corras riesgos. No
existe mayor riesgo que la represión. Si te reprimes, perderás todo entusiasmo,
todo apetito por la vida. Perderás toda tu vida si sigues reprimiendo cosas. Es
algo tóxico, que envenena al ser”
“LA CONFIANZA solo es posible si primero
confías en ti mismo. Lo fundamental ha de ocurrir primero en tu interior. Si
confías en ti mismo, podrás confiar en los demás, en la existencia, pero si no
es así, no hay posible confianza en nada”
Lamentablemente
también tenemos nuestra propia versión evangélica de esta filosofía entre
algunas iglesias. Si queremos ver cuáles son los resultados de confiar en ti
mismo podemos revisar la historia de la caída donde Adán y Eva quisieron
confiar en sí mismos y terminaron cayendo en pecado (Gen 3) La actitud y las
oraciones que tengamos delante de Dios también reflejan nuestro corazón para
con Dios. No debemos acercarnos al Señor como si él nos debería algo sino que
con humildad reconociendo su gran misericordia y bondad. Esto es lo que
ilustrará esta parábola.
Lucas 18:10 Dos hombres
subieron al templo a orar
La
parábola que conto Jesús comienza relatando la historia de dos hombres que
suben al templo a orar. Varios comentaristas hablan de que esto se trata de una
oración privada en el templo[6], pero es más adecuado
debido al contexto judío del medio oriente del primer siglo entenderlo como una
oración publica parte de la adoración pública.[7] Parte del problema viene
porque el verbo “orar” lo asociamos con la adoración privada y ver el verbo
“adorar” lo asociamos con la adoración publica. Pero en el Evangelio de Lucas
tenemos dos ejemplos en donde se nos habla de la adoración pública relacionada
con la oración.
“Y toda la multitud del pueblo estaba
fuera orando a la hora del incienso” Lucas 1:10
“diciéndoles: Escrito está: Mi casa es
casa de oración; más vosotros lo habéis hecho casa de ladrones”. Lucas 19:46
(citando Isaías 56:7)
En
el libro de los Hechos nos encontramos que las primeras practicas que los
cristianos hacían y vemos que ellos practicaban la perseverancia en la
doctrina, comunión, partimiento del pan y las oraciones (Hechos 2:42). La
palabra “oraciones” es sinónimo de “adoración en comunidad.[8]” Los judíos tenían tres
horarios para orar que eran las 9 de la mañana (la hora tercera) el medio día
(la hora sexta) y las 3 de la tarde[9] (la hora decima) y los
apóstoles siguieron por un tiempo participando de estas oraciones de adoración
pública (Hechos 3:1) Un experto en el judaísmo del primer siglo llamado Shmuel
Safradi[10] explica:
“Muchos judíos subían al templo cada día
para participar en la adoración, para recibir la bendición sacerdotal que se
pronunciaba al final del culto, y para orar mientras se quemaba el incienso[11]”
Por tanto
es claro que estos dos hombres iban a orar durante la adoración comunitaria que
se realizaba en el pueblo. Esta adoración comunitaria se realizaba dos veces en
el día y consistía en el sacrificio de un cordero por los pecados del pueblo.
Luego de eso se quemaba el incienso en durante esa quema los fieles oraban al
Señor por sus agradecimientos y peticiones pues ahora podían acercarse al trono
del Señor.[12]
La primera persona que oraba era un
fariseo. Los fariseos era una secta judía que apareció entre la
cautividad babilónica y la revuelta de los Macabeos. Aunque el origen exacto es
incierto se cree que un término que los definiría bien es “los separados”, es
decir separados de impurezas y contaminación.[13] Ellos poseían un conjunto
de interpretaciones y tradiciones de la ley que llevaban a cabo con un estricto
rigor. La mayoría de estas leyes se centraban la observancia del Sabat, los
lavamientos de manos y el relacionarse con pecadores.[14] Jesús fue acusado de no
guardar el día sábado. Lucas 6:1-2
“Aconteció que un día de reposo, que
pasando Jesús por los sembrados, sus discípulos arrancaban espigas y comían,
restregándolas con las manos. Y algunos de los fariseos le dijeron ¿Por qué
hacéis lo que no es lícito hacer en los días de reposo?
Jesús
fue acusado de no lavarse las manos en Mateo 15:1-2
“Entonces se acercaron a Jesús ciertos
escribas y fariseos de Jerusalén diciendo: ¿Por qué tus discípulos quebrantan
la tradición de los ancianos? Porque no se lavan las manos cuando comen pan”
Jesús
fue acusado de relacionarse con pecadores en Lucas 5:29-30
“Y Levi le hizo un gran banquete en su
casa; y había mucha compañía de publicanos y de otros que estaban en la mesa
con ellos. Y los escribas y los fariseos murmuraban contra los discípulos
diciendo: ¿Por qué coméis y bebéis con publicanos y pecadores?
Como
podemos ver los Fariseos eran personas que se consideraban “fieles interpretes
de la ley” y por tanto creían tener la autoridad para decirle a otros que estaban
pecando al no practicar la tradiciones.
La segunda persona que oraba era un
publicano o recaudador de impuestos (NVI; NTV) este
hombre era un empleado del imperio romano el cual recaudaba los impuestos para
el mismo Imperio. Sus tareas incluían el cobro de diversos impuestos. Este
sistema se prestaba para múltiples abusos, constantes extorciones y varios robos como bien lo ilustra Zaqueo (Luc
19) Es por eso que los recaudadores de impuestos eran vistos como ladrones por
todos. Cicerón consideraba este un trabajo vulgar por el odio que despertaba en
las personas. Pero para el judío estricto el odio era mayor porque el judío
publicano o recaudador de impuestos era ceremonialmente impuro por su continuo
contacto con los gentiles y porque debía trabajar el día de reposo[15]. Además era visto como
alguien que había traicionado a su propia patria trabajando para el Imperio
romano que oprimía al pueblo romano, por tanto los fariseos consideraban que
los publicanos no pueden ser considerados como testigos ni podían recibir algún
puesto honorifico.[16] Es por eso que para los
fariseos eran tan terrible ver a Jesús comiendo con publicanos y diciendo cosas
como:
“De cierto os digo, que los publicanos y
las rameras van delante de vosotros al reino de Dios” Mateo 21:30
Para
ellos era tan escandaloso pensar que alguien como Jesucristo que se decía
maestro pudiera tolerar y enseñar este tipo de cosas. La gracia de Dios es siempre
escandalosa para el fariseo y siempre maravillosa para el publicano. Al
analizar la descripción de los personajes generalmente nos vemos a nosotros
mismos como el publicano, pero ¿qué pasaría si realidad más bien somos como el
fariseo? Por ejemplo en mis primeros años de cristiano recuerdo que yo oraba
mucho y cuando veía que otros no lo hacían de igual manera que yo me enojaba.
Mucho más aun cuando veía que Dios usaba a ese hermano que oro menos. Pero ¿Qué
revelaba eso en mi corazón? Revelaba auto justicia. Yo me creía superior a los
demás porque oraba más que los otros. Nosotros somos tan pecadores que aun las
cosas santas se pueden convertir en pecado. La verdad es que nuestras oraciones
puede estar llenar de orgullo en vez de humildad. Estas dos distintas oraciones
son un claro ejemplo de esto.
Lucas 18:11-13 Dos
diferentes oraciones
Ambas
personas se encuentran en el templo en el momento de la adoración comunitaria donde
se oían las oraciones de los que oraban. Por
tanto el primero en orar es el fariseo.
Las versiones varían en algunos detalles: “Oraba consigo mismo de esta manera”
(RV60) “Se puso a orar consigo mismo” (NVI) “De pie, apartado de los demás”
(NTV) Si ponen atención hay dos diferentes en las cuales la frase se puede
entender como “orando consigo mismo” u “orando apartado de los demás”. El tema
surge porque en griego esta frase puede traducirse de ambas maneras. Debido al
contexto en el cual se encuentra el fariseo (en el templo orando públicamente)
y a la actitud que el tenia (verse puro ceremonialmente) es que sigo a la
traducción que opta por “oraba apartado de los demás” Los fariseos como creían
cumplir la ley se conocían como los “miembros” (haberim) en cambio los que no
cumplían la ley eran conocidos como “la gente de la tierra” (am-haaretz) para
ellos eran gente maldecida:
“Mas esta gente que no sabe la ley,
maldita es” (Juan 9:49)
Para
ellos la pureza ceremonial era tan importante que tan solo el roce, el sentarse
o incluso el apoyarse en algo que un pecador tocará (publicano, ramera,
leproso, etc) era algo pecaminoso.[17] Es por esto mismo que
ellos oraban “apartado de los demás”. Veamos ahora el contenido de la oración
del fariseo.
V 11-12 El
fariseo comienza dirigiéndose a Dios dando gracias, es probable que esta acción
de gracias sea un salmo ya que normalmente las oraciones comenzaban así[18]. Pero además de dar
gracias las oraciones comenzaban con una confesión de pecados sin embargo el
agradece “por no ser como los otros hombres”. Ya dijimos que allí en el templo había
varias personas orando a Dios durante la adoración comunitaria, así que él puede
estar diciendo que no es como los hombres que general que estaban en ese lugar
o como el publicano que podía ver de lejos que también estaba orando. El
fariseo comienza diciendo que el no es “un ladrón, injusto ni adultero” (RV60)
“ladrones, malhechos, adúlteros” (NVI) “No engaño, no peco y no cometo
adulterio” (NTV) El fariseo se compara según su propio estándar moral (auto
justicia) pero ¿Qué tal si lo comparamos con el estándar de Dios? El no robar
es claramente un mandamiento del Señor (Exo 20:15; Dt 5:19) Pero aunque los
fariseos no robaban directamente habían encontrado formas muy ingeniosas de
robar como por ejemplo cuando en vez de honrar a sus padres sosteniéndolos argumentaban
que el dinero que tenían lo daban al templo y así quebrantaban el mandamiento
de Dios (Mt 15:4-6) o cuando se encargaban de administrar los bienes de la
viudas y las convencía de dar lo que tenían al templo para quedarse con algo de
ganancia (Mc 12:40) ¿No acaso queda en evidencia que si roban?
También
los fariseos se consideraban personas que no adulteraban, pues también era
conocido por ellos el mandato de no cometer adulterio (Exo 20:14; Dt 5:18) Pero
¿Qué paso cuando Jesús le mostro el verdadero sentido de la ley en Mateo 5:28? ¡Todos
son unos adúlteros! No era solamente el mandamiento externo lo que la ley de
Dios condena sino la misma intención del corazón. Es por eso que Jesús en una
ocasión les dijo:
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!
Porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos
de robo y de injusticia” Mateo 23:25
El
fariseo en su oración se cree superior a todos los hombres que estaban allí en
la adoración comunitaria adorando pero especialmente se siente superior al
publicano porque lo ve como un ladrón, injusto y adultero. Ahora, después de
decir lo que él no es, comienza a recitar cuales son las obras que el
supuestamente realiza para Dios. El
fariseo ayunaba dos veces a la semana. El ayuno era algo que Dios había
establecido hacer una vez al año en el día de la expiación (Lv 23:27) pero este
hombre iba mucho más allá y ayunaba dos veces cada semana. Muchos de los más
“piadosos” ayunaban sin agua, a pesar del peligro para la salud, dos días
completa por semana (Lunes y Jueves)[19]. Según Safai esta era una
práctica reservada solo para algunos círculos fariseos con sus discípulos[20]. Jesús mismo reprende a
los fariseos porque ayunaban poniendo caras de sufrimiento y así mostrar su
“justicia a los hombres” (Mt 6:16-18)
El fariseo diezmaba de todo lo que
ganaba. Dios había ordenado el diezmo. Había 3 clases de diezmos
diferentes. El diezmo para los levitas (Num 18:20-30; Lev 27:30) el diezmo de
festividades nacionales (Dt 12:10-11; 17-18) y el diezmo para los pobres
extranjeros, huérfanos y viudas (Dt 14:29; Lev 19:9-19) Para todos estos
diezmos se debía diezmar el grano, el vino y el aceite (Lv 27:30; Num 18:27; Dt
12:17) pero con el tiempo se fue añadiendo que se debía diezmarse hasta lo más
pequeño. Por tanto todos pagaban diezmos, pero el fariseo pagaba ¡Todos los
diezmos! Es por eso que Jesús los reprende diciéndoles:
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos
hipócritas! Porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más
importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de
hacer aquello.
La
reprensión de Jesús tiene que ver con que ellos se preocupaban de diezmar lo
más pequeño y descuidaban lo más importante. En esta oración el fariseo
presenta su “justicia propia” delante de Dios. ¿Cuál es la forma en la cual tú
oras? ¿Le dices te doy gracias porque no soy como mis hermanos que faltan a las
reuniones de oraciones, a evangelismo, a los cultos, a los tiempos de comunión?
¿Te presentas ante Dios comparándote con otros hermanos? ¿Cómo te diriges a
Dios, expones lo que has hecho por él? ¿Le dices a Dios diciéndole todo lo
obediente que has sido en sus mandatos? Nuestra auto justicia es tan sutil que
incluso en afirmaciones como que “soy muy miserable” “soy tan pecador” puede
haber orgullo por sentirte más pecador de los otros. O puede haber orgullo
cuando decimos que las cosas las hacemos para la gloria de Dios cuando en
verdad las hacemos para sentirnos como personas que hicieron algo para ser
aceptado por Dios. Piensa en cuando has tenido una semana buena en donde has
leído la Biblia y orado con regularidad ¿No es que te sientes más aceptado por
Dios por eso? Pero cuando no has leído la Biblia y orado con regularidad ¿No es
que te sientes menos aceptado por Dios? Pero ¿Cuál es la raíz de eso? La auto
justicia y no el evangelio. Nuestras oraciones deben tener una dosis de
arrepentimiento, adoración, y confianza en la obra de Cristo.
V13 El segundo en orar es el publicano. El
publicano o recaudador de impuestos estaba a cierta distancia de donde se
llevaba a cabo la adoración comunitaria porque era odiado por muchos de sus
compatriotas y además como pecador no podía tocar (o rozar) a nadie porque lo
dejaría ceremonialmente impuro. Algunas posturas que se usaban en la época eran
cruzar las manos sobre el pecho y mantener la mirada agachada o de pie con los
ojos y las manos alzadas al cielo.[21] Pero el publicano no
mantiene ninguna de estas dos posturas sino que se golpeaba el pecho y no se
sentía capaz ni de elevar los ojos al cielo. El golpearse en el pecho con el
puño cerrado en el pecho era un gesto que se usaba en tiempos de angustia,
rabia o intenso dolor. Se golpeaban en el pecho porque en el pecho esta el
corazón el cual era la fuente de todos los pensamientos pecaminosos o de los
dolores que se sentían.[22] Esto manifestaba una
actitud de profundo arrepentimiento.
Algunas
traducciones traducen ¡Oh Dios ten compasión de mi, que soy pecador! (NVI) ¡Oh
Dios, ten compasión de mí, porque soy un pecador” (NTV) Aunque la frase tiene
algo de suplica por la compasión o misericordia de Dios como comúnmente se
entiende es mucho más que eso. Esto tiene que ver con lo que Dios había
establecido y se llevaba a cabo en la adoración comunitaria en el templo
(Levítico 16) Un autor nos relata cómo es la imagen del momento:
“Ve en primer lugar la matanza del
cordero para el sacrificio y luego el sacerdote que entra en el santuario para
quemar el incienso (Lc 1:9) En estos dos actos, los israelitas no eran unos
meros observadores, porque se realizaban en el nombre del pueblo, al que el
sacerdote representaba, para afirmar la relación diaria de Israel con su Dios,
según el mandato divino; después los sacerdotes pronunciaban la bendición con
las manos extendidas… y ponían el Nombre de Dios sobre los hijos de Israel… el
pueblo se arrodillaba para recibir esta bendición… todo esto se hacía con la
conciencia de que Dios en su misericordia iba aceptar la ofrenda, aceptando el
sacrificio que se había llevado al altar[23]”
La
expiación había sido hecha (la eliminación de la culpa o el pecado) ahora lo
que pedía el publicano era la propiciación por sus pecados (o sea el
apaciguamiento de la ira de Dios sobre él y el cambio de relación de enemigo a
amigo de Dios) Por tanto allí estaba el publicano, alejado de los demás justos,
suplicando al Señor ¡Se propició a mi pecador! ¡Haz una propiciación para mí!
¡Cambia esta enemistad que hay entre tú y yo! ¡No permitas que tu ira caiga
sobre mí! ¡Ten compasión de mí! ¡Ten compasión de mi miseria! Este debe ser
parte del contenido de una oración humilde al Señor. Nos presentamos
quebrantados ante un Dios todopoderoso, nos presentamos humildes ante un Dios
Soberano, nos presentamos asombrados ante un Dios lleno de gracia y bondad.
¿Son así nuestras oraciones ante Dios?
Lucas 18:14 Dos diferentes
resultados
¿Cuál
es el resultado de estas dos oraciones? Uno de ellos es justificado mientras
que el otro no lo es. El publicano ha sido justificado mientras que el
publicano no. ¿Por qué? “Porque
cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido”
(Rv60) “Pues todo el que a sí mismo
se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido” (NVI) “Pues
los que se exaltan a sí mismos serán humillados, y los que se humillan serán
exaltados” (NTV) Este
mismo principio se repite varias veces a través de las Escrituras (Mt 18:4;
23:12; Luc 14:11; 1 P 5:6) ¿Y qué significa? Significa que solo los que se
humillen son quienes serán justificados y por ende enaltecidos. La justicia de
Dios es un regalo otorgado por el sacrificio expiatorio de Cristo en la cruz y
solo aquellos que confiesen sus pecados y su total incapacidad de alcanzar su
salvación por sus obras son quienes van a recibir ese regalo de Dios. Por eso
Pablo escribió:
“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para
con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” Romanos 5:1
El sacrificio de Cristo no cubre a quien confía
en su propia justicia. Por tanto la oración no puede consistir en jactarse en
su piedad o en criticar a otros por la falta de esta, sino en dirigirse al
Señor de forma humilde, confesando los pecados y exponiendo la necesidad del
Señor. Nuestras oraciones deben estar llenas de humildad y alejadas del
orgullo. La propia justicia distorsiona la visión de confiar solamente en obras
de Cristo. Solo tenemos expiación, redención, salvación por medio de Cristo,
solo tenemos acceso a Dios por la obra de Cristo, solo tenemos justificación
por su obra. ¿Estás confiando esto? ¿Estás orando confiando en el evangelio?
[1] Un
breve resumen de cómo se ha tratado en filosofía http://www.la-razon.com/index.php?_url=/la_gaceta_juridica/justicia-traves-filosofia_0_1823817671.html
[2]
Especialmente en sus comentarios a Romanos y Gálatas.
[3]
http://www.clir.net/pdf/boletin0502/0502jpreus_ladoctrinadejustificacion.pdf
[4]
Darrell L. Bock. Comentario de Lucas. Página 396.
[5]
Osho. La intimidad de uno mismo y del otro.
[6]
William Hendriksen. Comentario de Lucas. Página 565. Darrell L. Bock.
Comentario de Lucas. Página 396.
[7]
Kenneth E. Bailey. Las parábolas de Lucas. Página 226.
[8]
Kenneth E. Bailey. Las parábolas de Lucas. Página 227.
[9]
Craig Keener. Comentario Cultural de la Biblia. Página 328.
[10] https://www.jerusalemperspective.com/author/shmuel-safrai/
[11]
Citado por Kenneth Bailey. Las parábolas de Lucas. Página 228.
[12]
Kenneth Bailey. Las parábolas de Lucas. Página 229.
[13] http://mb-soft.com/believe/tscm/pharisee.htm
[14]
Nuevo Diccionario Bíblico Certeza. Página 496.
[15]
Nuevo Diccionario Bíblico Certeza. Página 1124.
[16]
Craig Keener. Comentario cultural del Nuevo testamento. Página 235
[17]
Kenneth E. Bailey. Las parábolas de Lucas. Páginas 230-231.
[18]
Darrell L. Bock. Comentario de Lucas. Página 397.
[19]
Craig Keenner. Comentario cultural de la Biblia. Página 236.
[20]
Kenneth E. Bailey. Las parábolas de Lucas. Página 236.
[21]
Craig Kenner. Comentario cultural del Nuevo testamento. Página 236
[22] Kenneth E. Bailey. Las parábolas de Lucas.
Página 237
[23] Kenneth E. Bailey. Las parábolas de Lucas.
Página 239
0 comentarios:
Publicar un comentario