Varias encuestas señalan que los chilenos rechazamos
la mentira mientras que a la misma vez practicamos la mentira[1]. Por ejemplo una encuesta
realizada por Adimark revelo que el 38% de los encuestados consideraba que la
característica más negativa de los chilenos era que eran mentirosos. En el año
2016 una encuesta de la Universidad Bernardo O’Higgins concluyo que el 75% de
los chilenos rechaza la mentira pero el 91% admite que miente por necesidad o
para proteger a otros. ¿Cómo podemos explicar esta paradoja? La podemos
explicar diciendo que todos externamente rechazamos la mentira porque todos
compartimos que es algo malo moralmente. La cultura chilena (y sospecho que la
cultura latina en general) siempre ha tendido a ser moralista respecto a
condenar públicamente lo “malo”. Pero ¿Por qué si condenamos públicamente el
pecado lo practicamos en privado? La razón es porque todos los hombres nacemos
en pecado y por tanto somos mentirosos por naturaleza. Salmos 58:3; Proverbios
12:22
“Los
impíos se desencaminan desde la matriz; se descarrían y mienten desde que
nacen”
“Al
Señor le repugnan los labios mentirosos; pero le agradan los que dicen la
verdad”
Como podemos ver desde muy pequeños somos mentirosos y
Dios no se agrada de aquellos que practican la mentira. La tradición judía
estaba haciendo lo mismo en este mandato que Dios había establecido. Ellos
condenaban el pecado de forma pública pero en privado vivían sus vidas de forma
pecaminosa y además habían distorsionado el sentido de las Escrituras.
Recordemos que Jesucristo había comenzado enseñando que él no había venido a
anular la ley o los profetas sino que ha cumplir (Mt 5:17) y había dicho que el
venia exigir de sus discípulos una justicia mayor que la que de los escribas y
fariseos (Mt 5:20) Por tanto comenzó a mostrar como esa justicia mayor debía
manifestarse en la ira (Mt 5:21-16) el adulterio (Mt 5:27-30) el divorcio (Mt
5:31-32) y ahora los juramentos (Mt 5:33-37)
El
mandamiento de los juramentos Mateo 5:33
Al igual que en las ocasiones anteriores los rabinos
habían interpretado el mandato acerca de los juramentos según sus propias ideas
y habían concluido que el mandato enseñaba lo que Jesús dice que ellos habían
oído “No perjuraras, sino que cumplirás
tus juramentos al Señor” (RVC) “No faltes a tu juramento sino cumple con tus
promesas al Señor” (NVI) “No rompas tus juramentos; debes cumplir con los
juramentos que le haces al Señor (NTV) Este mandato no estaba literalmente
así en las Escrituras sino que más bien era una mezcla entre los varios
mandatos que habían en las Escrituras. Pero
¿Qué es lo que enseñaban las Escrituras? Los mandatos sobre el juramento lo
podemos ver varios pasajes. Éxodo 20:7; Números 30:2; Deuteronomio 23:21
“No
tomaras en vano el nombre del Señor tu Dios, porque yo, el Señor, no
considerare inocente al que tome en vano mi nombre”
“Cuando
alguien haga un voto al Señor, o haga un juramento que lo comprometa, no deberá
faltar a su palabra, sino que hará todo lo que se haya comprometido a hacer”
“Cuando
hagas un voto al Señor tu Dios, no tardes en cumplirlo, porque ciertamente el
Señor tu Dios te exigirá que lo cumplas, y cometerás un pecado si no lo
cumples”
Estos mandamientos lo había dado Dios para evitar la
mentira en el pueblo ya que ella destruye las confianzas en la sociedad y
finalmente no se puede confiar en el testimonio del otro (Num 35:30) Además
Dios había prohibido los falsos juramentos en su nombre (Lev 6:3) Pero ¿Cómo
habían interpretado este mandato los rabinos de la época? Ellos afirmaban que
el mandato condenaba el jurar falsamente por el nombre del Señor pero si yo juraba
por otra cosa (y no por el nombre de Dios) Entonces eso no será tan grave y no
era jurar en vano. Por ejemplo Craig Keener comenta[2]:
“Las
personas juraban por toda clase de cosas aparte de Dios, a fin de garantizar
que su palabra era veraz. Razonaban que si quebrantaban su juramento sobre la
base de cualquiera de estas cosas menores, al menos no estaban denigrando el
nombre de Dios. Con el tiempo los rabinos tuvieron que decidir cuales
juramentos eran absolutamente inquebrantables”
Esto había llevado a que los fariseos a relativizar el
mandamiento para sus propios intereses y que la cultura judía se convirtiera en
una cultura de falsos juramentos y mentiras. Es por eso que Jesucristo los
confronta tan fuertemente en Mateo 23: 16-22
¡Ay de
ustedes guías ciegos! Pues dicen: Si alguno jura por el templo, no es nada;
pero si alguno jura por el oro del templo, debe cumplir el juramento.
¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante? ¿El oro, o el templo que
santifica el oro? También dicen si alguno jura por el altar, no es nada; pero
si alguno jura por la ofrenda que esta sobre el altar, debe cumplir el
juramento. ¡Necios y ciegos! ¿Qué es más importante? ¿La ofrenda o el altar que
santifica la ofrenda? Porque el que jura por el altar; jura por el altar y por
todo lo que está sobre el altar. Y el que jura por el templo, jura por el
templo y por el que lo habita. Y el que jura por el cielo, jura por el trono de
Dios y por aquel que está sentado en el”
¿Qué es lo que sucede cuando los juramentos y las promesas
no son verdaderas? La cultura se ve inmersa en la mentira y el engaño por tanto
la confianza entre se ve destruida y la convivencia complicada. Vishal
Mangalwadi es un filósofo y activista indio el cual da un buen ejemplo de esto
en su libro verdad y transformación.[3]
“La vaquería holandesa
me sorprendió porque no había allí ningún operario que ordeñará. Yo no tenía
idea de que hubiera máquinas para ordeñar vacas y bombear leche a un gran
depósito. Entramos en el almacén y no había allí nadie que vendiera la leche.
Yo esperaba que Jan tocara un timbre, pero nada, abrió un grifo, puso la jarra
debajo y la lleno. Luego extendió la mano hacia una ventanilla, asió un tazón
con dinero en efectivo, saco su billetera, dejo veinte florines, tomo el
cambió, se lo guardo en el bolsillo, devolvió el tazón a su sitio, tomo su
jarra y reanudo la marcha. Yo me asombre mucho. Hombre, le dije, si fueras
indio, te llevarías la leche y el dinero, Jan se echó a reír. Hace algunos años
conté esta anécdota en Indonesia, y un egipcio al escucharme casi se moría de
la risa. Todos los presentes se volvieron hacia él y no tuvo más remedio que
explicarse: “Nosotros somos más listos que los indios. Nos llevaríamos la leche,
el dinero y las vacas”.
Volviendo a Holanda, en
aquel jocoso instante, comprendí lo que el señor Singh había intentado
explicarme en el vuelo a Londres. Si yo me hubiera largado con el dinero y la
leche, el dueño de la vaquería habría tenido que contratar a una vendedora.
¿Quién tendría que pagarla? ¡Yo el consumidor! Además si los consumidores son
deshonestos ¿Por qué iba a ser honesto el proveedor? Añadiría agua a la leche
para aumentar su volumen. Por ser un activista, yo protestaría que la leche era
adulterada; el gobierno tendría que nombrar inspectores lácteos. Pero ¿Quién
pagaría a los inspectores? ¡Yo el contribuyente! Si los consumidores y los
proveedores son deshonestos, ¿Por qué iban hacer honestos los inspectores? Se
dejarían sobornar por los proveedores. Y si no lograban obtener cohecho,
recurrirían a una u otra ley para cerciorarse que la venta se retrasaba lo
suficiente como para que la leche no refrigerada se cortara. ¿Quién pagaría los
sobornos? En el principio el proveedor, pero en última instancia, el
consumidor.
Para cuando yo hubiera
pagado la leche, la vendedora, el agua, el inspector y el soborno, no me habría
quedado dinero para comprar sirope de chocolate para añadir a la leche. A mis
hijos no les gusta la leche sin el sirope. En consecuencia, no están tan
fuertes como los niños holandeses. Después de haber pagado todas esas cosas, lo
más probable es que no me quedará dinero para invitar a mis hijos a tomar un
helado el sábado por la noche. El que fabrica y vende helados añade valor a la
leche, mientras que la vendedora, el agua, los inspectores y el soborno no
añaden nada. Al pagarlos, sencillamente estoy padeciendo por mi pecado, por mi
inclinación a la codicia, al hurto de leche y al dinero de mi prójimo. El alto
precio a pagar por el pecado me dificulta la compra de helado; es decir, el
precio del pecado me impide impulsar una genuina actividad económica. Mi
cultura de desconfianza y deshonestidad me priva de un dinero que podría ser
usado para proporcionar mejor calidad de vida a mis hijos y empleo productivo a
mis vecinos[4]”
La cultura de la mentira paga caro sus mentiras. Debido a
que el catolicismo romano conquisto Latinoamérica su teología influyo
fuertemente en nuestras culturas[5].
La teología católica romana enseña que existen los pecados mortales y veniales,
esto quiere decir que hay pecados más graves que otros. La mentira cae dentro
del pecado venial por tanto no es tan grave como se piensa. ¿No es acaso esa
una evidente distorsión de los que dicen las Escrituras? Pero además de esto
tenemos enraizado en nuestras culturas las “mentiras blancas” creyendo que esto
no dañara a nadie y que podemos decir frases como “te lo juro” “te lo prometo” cuando
las Escrituras nos dicen que los mentirosos no van a heredar el reino de los cielos
(Apo 21:8)
El no
jurar superficialmente Mateo 5:34-36
Jesús hace el contraste entre los que “ellos habían
oído” con lo que él les dice “Pero yo les digo” y eso es porque el como Dios
encarnado tiene la autoridad divina para dar la verdadera interpretación acerca
de este mandato (Mt 7:28-29) Jesús les dice que no juren por nada. Los rabinos
habían enseñado que uno podía jurar por el cielo y por la tierra. Decían: “Juro
por el cielo” o “Juro por la tierra” que hare esto o aquello y luego no
cumplían su palabra y nos les parecía grave porque no juraron por el nombre de
Dios. Pero lo que Jesús dice es que el cielo es “trono de Dios” y la tierra es
el “estrado de sus pies”. Isaías 66:1
Así ha
dicho el Señor. El cielo es mi trono, y la tierra es el estrado de mis pies.
¿Qué clase de casa podrían edificarme? ¿Qué lugar pueden ofrecerme para mi
reposo?
Lo que Jesús está diciendo es que cuando hacen ese
tipo de juramento de igual manera está pecando porque están jurando por el
trono de Dios y por el estrado de sus pies. Otra de las maneras en las cuales
juraba los rabinos era jurar por Jerusalén. Ellos decían “Juro por Jerusalén”. Salmos
48:2
“Hermosa
colina es el monte de Sion, situada al norte de la ciudad del gran Rey; ¡Es
motivo de gozo en toda la tierra!
Pero Jesús les dice ¿Acaso no es Jerusalén la ciudad
del gran rey? Si ustedes juran por la ciudad del gran rey entonces están
jurando por Dios y por tanto están pecado de igual manera. Otra forma de jurar
de los rabinos era jurar por su propia cabeza. Por ejemplo “Juro por mi propia
cabeza” que hare esto o aquello. La respuesta de Jesús es que ellos no podían
hacer blanco o negro ningún cabello suyo ¿Qué significada eso? Era una
referencia al control que Dios tenia respecto al envejecimiento. ¿Crees ustedes
que con un juramento de su propia cabeza van a tener el control de la
situación? Solamente Dios es quien controla todas las cosas y no ustedes y sus
falsos juramentos. Esta misma enseñanza la repite el Apóstol Santiago en su
carta. Santiago 5:12
“Pero
sobre todo hermanos míos no juren ni por el cielo, ni por la tierra, ni por
ninguna otra cosa. Cuando digan “si”, que sea sí; y cuando digan “no” que sea
“no”. De lo contrario caerán en condenación”
La pregunta que levanta esta enseñanza es ¿Prohíbe
Dios todos juramentos en esta enseñanza? ¿Es pecaminoso jurar en todo contexto?
Los hermanos Anabaptistas[6] y Menonitas[7] interpretan este mandato
como una prohibición de jurar en toda circunstancia ¿Es correcta esta idea? No,
no es correcta por dos razones.
La primera
razón es que la Biblia está llena de juramentos tanto en el Antiguo como Nuevo
testamento. Uno puede con facilidad encontrar muchos juramentos a través
del Antiguo testamento (Gen 24:3; 47:30-31; 50:25; 1 Rey 8:31; 17:1; Neh 5:12;
13:25; Esd 10:5; Num 5:9,21) Pero podría objetar que en el Nuevo testamento no
hay ninguno. La razón de ello es porque generalmente desconocemos la naturaleza
de jurar como no leemos con atención los pasajes de la Escritura. Tenemos a
Jesús jurando (Mt 26:63-64) a Pablo Jurando (Rom 1:9; 2 Cor 1:23) y a Dios
mismo Jurando (Heb 6:13-18) Esto nos debe hacer pensar que Dios prohibió de
forma absoluta todos los juramentos ¿Cómo es posible que Jesús, los apóstoles y
Dios Padre mismo Juren?
“Pero Jesús
guardo silencio. Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te ordeno en el nombre del
Dios viviente, que nos digas si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios. Jesús les
respondió: Tú lo has dicho. Y además les digo que, desde ahora, verán al Hijo
del Hombre sentado a la diestra del Poderoso, y venir en las nubes del cielo”
“Dios,
a quien sirvo con todo mi corazón predicando el evangelio de su Hijo, es
testigo de que los recuerdo siempre en mis oraciones”
“Por
eso Dios, queriendo, demostrar claramente a los herederos de la promesa que sus
propósitos no cambian, les hizo juramento”
La
segunda razón es que el contexto de este pasaje no está anulando los mandatos
sino profundizando en cada uno de ellos. Por ejemplo Jesús mismo dijo que no venía abolir la
ley o los profetas sino a cumplir (Mt 5:17) ¿Cómo podría entonces anular el
juramento? Si vemos el ejemplo de la ira (Mt 5:21-26) el adulterio (Mt 5:27-30)
y el divorcio (Mt 5:31-32) vemos que Dios no anulo ninguno de estos mandatos
sino que los interpreto de forma correcta. Por tanto lo que Jesús está atacando
en esta enseñanza es el jurar de forma falsa o superficial pero no está
anulando el jurar en todo contexto.
El propósito con el cual Dios había establecido los
juramentos era para que en ocasiones de peso e importancia se pudiera jurar o
prometer para manifestar la importancia de la situación. Aun en nuestra cultura
actual lo hacemos como cuando nos casamos y juramos o prometemos ser “fiel
hasta que la muerte nos separe”. O he conocido hermanos que han prometido o
jurado ayudar a otro hermano en alguna circunstancia difícil que ellos estén
enfrentando. También uno jura cuando es testigo en un algún caso en particular
en el cual se es citado o en nuestro caso como cristianos miembros de una
iglesia “Prometemos o juramos adherir a las doctrinas bíblicas” que entendemos
que las Escrituras enseñan. Por tanto es posible jurar en ocasiones de peso e
importancia en donde nuestra palabra está siendo puesta en duda. ¿Has pensado
en las promesas que has hecho durante la vida? ¿Has pensado que son promesas
santas delante de Dios y que serás juzgado con cada una de ellas?
Que tu
si sea si y tú no sea no. Mateo 5:37
El verso 37 es el clímax de esta enseñanza de
Jesucristo. Después de tratar con los juramentos superficiales que los rabinos
y fariseos habían enseñado al pueblo ahora Jesús va abordar cual es la manera
en la cual nosotros deberíamos comunicarnos de forma cotidiana. En nuestra vida
cotidiana no hay necesidad de “Prometer y jurar” constantemente sino que
nuestras palabras deben ser verdaderas y confiables y con eso debería ser
suficientes. Es por eso que Jesús dice que cuando digamos algo debe ser “si”
entonces debe ser “si” y cuando digamos “No” entonces debe ser “No”. En otras
palabras sean verdaderos en su manera de hablar. Como vimos al principio un
problema que tiene nuestra cultura es aceptar la mentira como algo normalizado
entre nosotros y no nos parece escandaloso cuando alguien miente a otra
persona. Peor aún no nos parece grave cuando cristianos se mienten unos a otros
y esto parece ser normalizado en las iglesias cristianas. Por supuesto esto no
es nuevo ya que Pablo lo aborda cuando les escribe a los hermanos en distintas
iglesias. Efesios 4:25; Colosenses 3:9
“Por
eso cada uno de ustedes debe desechar la mentira y hablar la verdad con su
prójimo; porque somos miembros los unos de los otros”
“No se
mientan los unos a los otros, pues ya ustedes se han despojado de la vieja
naturaleza y de sus hechos”
Es probable que algunos de ustedes estén pensando pero
yo no le he mentido a mi hermano pero ¿Les has dicho realmente lo que piensas
sobre él? ¿Has conversado sinceramente las diferencias o has hablado a sus
espaldas de lo que piensas de el? Si no haces eso, entonces estas mintiéndole. Por
supuesto aquí no estamos hablando de azotar a los hermanos “porque yo digo la
verdad” sino que hablar con sabiduría, gracia y amor para evitar la mentira
entre nosotros. Si hacemos esto entonces estaremos amando sinceramente a
nuestros hermanos que es lo la Escritura nos enseña. Romanos 12:9
“Nuestro
amor debe ser sincero. Aborrezcamos lo malo y sigamos lo bueno”
Pero no solamente debemos hablar la verdad entre
nuestro prójimo sino que además debemos actuar con la verdad. ¿A qué me refiero
con esto? Me refiero a si afirmamos que haremos algo entonces debemos
cumplirlo. Jesús usa la parábola de los dos hijos para confrontar a los
fariseos debido a su hipocresía a la hora de actuar en coherencia con lo que
afirmaban. Un hombre que tenía dos hijos y le dice al primero que vaya a
trabajar a su viña y él le dice que no quiere pero después se arrepiente y va y
al segundo le dice lo mismo y él dice que iría pero finalmente no va. Jesús
pregunta ¿Quién de los dos hizo la voluntad del Padre? Y ellos responden que el
primero y por tanto dice los cobradores de impuestos y prostitutas le llevan la
delante del reino de los cielos (Mt 22:28-32) ¿Qué quiero ilustrar con esto?
Quiero ilustrar la importancia que deben tener tus palabras y compromisos.
Admiro la honestidad de hermanos que cuando les he pedido alguna cosa han
afirmado no estar dispuestos a hacerlo o quizás lo han pensado antes de actuar
porque comprenden la implicancia de ello. Pero es pecaminoso involucrarte en
cosas a las cuales sabes que no vas a cumplir.
Porque
lo que es más que esto, proviene de mal Mateo 5:37
La última parte de versículo nos dice que cualquier
que no sea “si” o “no” proviene de mal. Otras versiones lo traducen “Cualquier cosa de más, proviene del maligno”
(NVI) “Cualquier otra cosa proviene del maligno”. Ya sea que se entiende
por mal o maligno sabemos que todas las mentiras provienen de Satanás el cual
es el Padre mentira (Jn 8:44) A Satanás le agrada que nosotros no cumplamos
nuestras palabras y que se genere desconfianza en el pueblo de Dios porque así
él puede actuar de mejor manera contra su iglesia. Pero además de Satanás
tenemos un corazón maligno de donde provienen todos los pecados. Mateo 12:33
¡Generación
de víboras! ¿Cómo puede decir cosas buenas, si son malos? Porque de la
abundancia del corazón habla la boca
Si no hablas la verdad cuando te comprometes hacer
algo, si no cumples las promesas que hiciste delante del Señor, si en vez de
hablar con tu hermano murmuras contra él, si no lo amas sinceramente entonces
en tu corazón hay mentira, hay maldad, hay pecado. Todos hemos sido víboras que
con nuestras lenguas dañan con el veneno de la muerte y el pecado pero Cristo
fue quien sufrió esa mordedura de maldad y el pago en la cruz por nuestros
engaños y mentiras y por medio de su obra perfecta nos ha justificado. ¿No es
maravilloso saber que todo nuestro mal y pecado ha sido pagado por el justo
Jesucristo? Su gracia es más grande e infinita que el pecado.
[1] https://www.elciudadano.com/tendencias/asi-de-mentirosos-somos-los-chilenos-de-acuerdo-con-un-estudio-realizado-por-especialistas/09/26/
[2] Craig Keener. Comentario Cultural
del Nuevo testamento. Página 52.
[3] https://clcchile.com/product/verdad-y-transformacion
[4]
Vishal Mangalwadi. Verdad y Transformación. Paginas 27-28
[5] Cesar Vidal. La herencia del
cristianismo. Capítulo 13.
[6] https://ibsg.wordpress.com/2009/11/17/confesion-de-fe-anabaptista-1527/
[7] https://www.iba.edu.py/wp-content/uploads/2018/08/Confesion-de-Fe.pdf
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