Abraham
Booth fue un Bautista que comenzó su vida cristiana en la iglesia Bautista
General, donde fue bautizado. Años más
tarde cuando se haría ministro del evangelio, analizaría y creería las
doctrinas de la gracia. Cuando tenía 33 años de edad y para mayor comprensión
de esta doctrina escribiría este libro.
El
comienza su libro diciendo que no pretende justificar el porqué escribió este
libro, y si estas doctrinas son bíblicas entonces no le preocupa el rechazo del
público[1]. En la introducción del
libro el destaca que la iglesia primitiva “se dirigía al hombre como
desdichado, culpable, condenado y muerto ante los ojos de Dios[2]” y que por tanto nosotros
debemos predicar lo mismo hoy en día. En el primer capítulo él define lo que es
la gracia.
“El favor eterno y absolutamente libre
de Dios, favor que el muestra al dar las bendiciones eternas y espirituales a
personas culpables de pecado e indignas de misericordia[3]”
Esta
es la definición que Booth va a aplicar a varias etapas de la salvación como la
elección, justificación, adopción, santificación, etc. En el segundo capítulo
escribe que toda la salvación es por gracia y que nuestra seguridad se
encuentra en la obra de realizo Cristo.
“En contraste a nuestros esfuerzos, la
gracia de Dios está basada en la obediencia perfecta y valerosa de Cristo, la
que asegura todo a nuestro favor, y el pecado no puede destruir la eficacia de
ella[4]”
Esto
es asombroso ya que ni siquiera nuestro propio pecado puede quitarnos la
seguridad que tenemos en Cristo. El tercer capítulo habla de la elección en
donde reflexiona respecto al porque algunos se oponen a esta verdad.
“¿Por qué muchos se oponen tanto a esta
verdad? A no ser que me equivoque grandemente, se debe a que ella ataca nuestro
orgullo humano. Si la salvación resulta enteramente por la elección de gracia
por parte de Dios, entonces no admite distinción entre personas para que una
persona sea salva y otra no[5]”
El
creer en la salvación por gracia deja fuera cualquier capacidad humana para
decir que la persona fue más “inteligente” para escoger a Dios, por tanto deja
fuera cualquier orgullo humano. Booth en este capítulo responde a las típicas
objeciones respecto a la elección. En el capitulo cuatro conecta la gracia con
nuestro llamamiento y dice:
“Ser llamado por Dios es un acto de la
gracia divina solamente. ¡Qué asombroso! Al pensar que Dios me distinguió y me
llamo aunque no era diferente de los demás pecadores, dicho pensamiento tiene
que llenarme el corazón de gratitud cristiana. Me llena con el fuerte deseo de
obedecer piadosamente a Dios, y de servirle prontamente en Cristo Jesús[6]”
Al
saber que estoy llamado por un Dios lleno de gracia simplemente me queda
adorarle con gratitud durante toda mi vida. En el capítulo cinco Booth habla de
que el perdón proviene de la gracia de Dios que es libre, plena y eterna.
“¿Qué condiciones lleno Saulo de Tarso
antes que de que Dios le perdonará? ¡Ninguna! El era enemigo de Dios. ¿Qué condiciones
cumplió Zaqueo o la mujer samaritana o el carcelero de Filipo para obtener
perdón? Ninguna. Ninguna de estas personas merecía el perdón. El perdón es un
acto divino solamente[7]”
Ningún
ser humano puede ganarse el perdón de Dios porque ningún ser humano lo merece. En
el capítulo seis trata sobre la justificación y la gracia y lo divide en dos
partes. La primera parte son las pruebas de las Escrituras y la segunda los
ejemplos de las Escrituras.
“Dios justifica solamente porque Él es
el Dios de gracia. Lo vemos en las palabras “Siendo justificados gratuitamente
por su gracia” (Rom 3:24) Estas palabras comprueban que la justificación es
enteramente gratis sin tener en cuenta en lo más mínimo cualquier bien que
hubiera hecho el pecador. Si las palabras no indican esto, no hay manera para
expresar aquel pensamiento[8]”
Booth
argumenta que no hay otro sentido en el cual podamos entender que las palabras
de Romanos acerca de la justificación. En el capítulo siete nos muestra como
nuestra adopción es por gracia.
“Aquellos que Dios adopta eran sus
enemigos. Eran rebeldes culpables. Estaban bajo sentencia de muerte. ¡Qué
asombroso que los hijos de la ira llegaran a ser herederos de la gloria! ¡Qué
hecho de gracia asombrosa[9]!
Resulta
impresionante dimensionar que éramos hijo de tinieblas y ahora por la obra de
Cristo hemos sido traslados al reino del amado hijo y coherederos con Cristo. El
capitulo ocho nos habla del proceso de la santificación en el cual un creyente
va creciendo por la gracia de Dios
“La gracia de Dios hacia los pecadores
no es un pretexto para que permanezcan en la impiedad. Aunque la santidad no
les da el derecho a la vida eterna, sin embargo los hijos de Dios deben tener
muy presente que no hay prueba genuina de su salvación si en su vida hace falta
el fruto de la santidad[10]”
Una
evidencia de una persona realmente escogida por el Señor es que el fruto de su
vida es la santificación. El capitulo nueve expone como la gracia de Dios
produce buenas obras.
“Observa muy bien, sin embargo, que las
buenas obras nunca son la razón por la que Dios nos justifique. La justicia por
la cual Dios nos justifica tiene que ser una justicia perfecta para ser
aprobada ante el juicio de Dios. Pero aún las obras más buenas que hiciéramos
son imperfectas. Ninguna de ellas podría justificarnos”[11]
Las
buenas obras son simplemente los frutos de una buena obra perfecta que fue
realizada por Cristo en la cruz del calvario. En el capitulo diez nos muestra
como la gracia de Dios nos da seguridad.
“Tomando en cuenta todo esto, tenemos
buena razón para estar de acuerdo con el apóstol Pablo quien dijo que cuando
Dios inicia una obra, la perfeccionará con toda seguridad hasta el fin (Fil
1:6) los creyentes son las ramas de una viña que nunca se marchita. Son
miembros de la cabeza quien nunca muere. Ellos viven, no por su propia vida,
sino por la vida de Cristo[12]”
La
salvación que tenemos está segura porque está en las manos seguras de nuestro
salvador. En el capitulo once trata sobre como la gracia de Dios es triunfante
debido a las naturalezas de Cristo.
“Podemos, por tanto, abrigar la
confianza más completa respecto a la excelencia de la obra de Cristo como
Redentor, pues que estaba tan grandemente capacitado para dicha obra por ser
persona única con dos naturalezas. La salvación dada por aquel Salvador tan
excelente y dada por gracia, tiene que ser la mejor que existe. ¡La gracia
reina[13]!
Cristo
era el único mediador capaz de darnos la salvación debido a sus dos naturalezas
perfectas. En el capitulo doce nos explica como Cristo triunfo en la cruz
cumpliendo la ley de Dios.
“En otras palabras, la gracia de Dios
nos llega, no porque Dios haga caso omiso de nuestra infracción de su santa
ley, sino porque Cristo satisfizo plenamente esa ley mediante Sus hechos justos
a nuestro favor. De esta manera, Dios sigue honrando su santa ley, y a la vez,
puede mostrar Su gracia a los pecadores impíos por quienes Cristo murió[14]”
Debido
a que Cristo cumplió la ley de Dios es que los escogidos tenemos redención en
él. En el capitulo trece nos habla acerca del propósito final de la gracia de Dios
y como el creyente se deleitará plenamente de esa gracia después del muerte y resurrección.
“Así que, fue la gracia bondadosa de
Dios que al principio designo el camino de la salvación y escogió a los impíos
que debían recibirla. Fue la elección bondadosa de Dios que perdonó, justificó,
adoptó y santificó a sus hijos. Fue el favor misericordioso de Dios que proveyó
todas las bendiciones necesarias para nutrir y perseverar la vida espiritual de
sus creyentes. Y finalmente es la voluntad amante de Dios que abre el cielo
para el hogar eterno del creyente. La gracia de Dios ha sido central desde el
principio hasta el fin[15]”
Este
libro de Abraham Booth nos recuerda que el Reino del Señor es un Reino de pura
gracia y que como cristianos debemos deleitarnos en esa maravillosa gracia. Qué
bien nos haría como Bautistas volver a recordar estas doctrinas de la gracia
por las cuales muchos pastores bautistas piadosos fundamentaron sus vidas y
ministerios.
.
[1]
Prefacio. Página 1
[2]
Introducción. Página 4.
[3]
Abraham Booth. El reino de la gracia. Página 7.
[4]
Abraham Booth. El reino de la gracia. Página 10.
[5]
Abraham Booth. El reino de la gracia. Página 14.
[6]
Abraham Booth. El reino de la gracia. Página 31.
[7]
Abraham Booth. El reino de la gracia. Página 34.
[8]
Abraham Booth. El reino de la gracia. Página 41.
[9]
Abraham Booth. El reino de la gracia. Página 52.
[10] Abraham Booth. El reino de la gracia. Página
58
[11]
Abraham Booth. El reino de la gracia. Página 62.
[12]
Abraham Booth. El reino de la gracia. Página 68
[13]
Abraham Booth. El reino de la gracia. Página 74
[14] Abraham
Booth. El reino de la gracia. Página 77
[15] Abraham
Booth. El reino de la gracia. Página 82-83