3. Los
mandamientos (O vida de fe)
En la primera sección de este capítulo el catecismo trata sobre la
dignidad de la persona humana[1]. La dignidad de la persona
humana está en la creación de Dios a imagen y semejanza, aunque por causa del
pecado su naturaleza esta herida con el pecado original. Pero Cristo nos ha
librado de Satán y del pecado[2]. Los seres humanos tenemos
el deseo de la felicidad (la bienaventuranza) pero solamente en Cristo
encontramos esa felicidad.
“Porque Dios
nos ha puesto en el mundo para conocerle, servirle y amarle, y así ir al cielo.
La bienaventuranza nos hace participar de la naturaleza divina (2 P 1, 4) y de la Vida eterna
(cf Jn 17, 3). Con
ella, el hombre entra en la gloria de Cristo (cf Rm 8, 18) y en el gozo de la vida trinitaria”[3]
Según la iglesia católica el hombre es libre y busca a Dios voluntariamente.
“Dios ha
creado al hombre racional confiriéndole la dignidad de una persona dotada de la
iniciativa y del dominio de sus actos. “Quiso Dios “dejar al hombre en manos de
su propia decisión” (Si 15,14.),
de modo que busque a su Creador sin coacciones y, adhiriéndose a Él, llegue
libremente a la plena y feliz perfección[4]”
Luego se analiza la moralidad de los actos humanos[5] de las pasiones[6] de la conciencia.[7] El hombre tiene 4 virtudes
humanas o cardinales que son la prudencia, justicia, fortaleza y templanza[8].
“Las
virtudes humanas adquiridas mediante la educación, mediante actos deliberados,
y una perseverancia, mantenida siempre en el esfuerzo, son purificadas y
elevadas por la gracia divina. Con la ayuda de Dios forjan el carácter y dan soltura
en la práctica del bien. El hombre virtuoso es feliz al practicarlas[9]”
Las virtudes teologales son la fe, la esperanza y la caridad[10] La definición del pecado
según la iglesia católica es:
“El pecado
es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor
verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a
ciertos bienes. Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad
humana. Ha sido definido como “una palabra, un acto o un deseo contrarios a la
ley eterna[11]”
La iglesia católica hace una distinción entre pecado mortal y
venial:
Conviene
valorar los pecados según su gravedad. La distinción entre pecado mortal y
venial, perceptible ya en la Escritura (cf 1Jn 5, 16-17) se ha impuesto en la tradición de la Iglesia.
La experiencia de los hombres la corroboran.”
El pecado mortal destruye la
caridad en el corazón del hombre por una infracción grave de la ley de Dios;
aparta al hombre de Dios, que es su fin último y su bienaventuranza, prefiriendo
un bien inferior.
El pecado venial deja subsistir la
caridad, aunque la ofende y la hiere[12].
Según la iglesia católica existen los pecados capitales[13]:
“Los vicios
pueden ser catalogados según las virtudes a que se oponen, o también pueden ser
referidos a los pecados capitales que
la experiencia cristiana ha distinguido siguiendo a san Juan Casiano (Conlatio, 5, 2) y a san Gregorio
Magno (Moralia in Job, 31, 45,
87). Son llamados capitales porque generan otros pecados, otros vicios. Son la
soberbia, la avaricia, la envidia, la ira, la lujuria, la gula, la pereza”.
El capitulo 2 habla sobre la comunidad humana[14] en donde habla del
carácter comunitario de la persona humana y el principio de la subsidiaridad[15]
“La
socialización presenta también peligros. Una intervención demasiado fuerte del
Estado puede amenazar la libertad y la iniciativa personales. La doctrina de la
Iglesia ha elaborado el principio llamado de subsidiariedad. Según éste, “una estructura social de orden
superior no debe interferir en la vida interna de un grupo social de orden
inferior, privándole de sus competencias, sino que más bien debe sostenerle en
caso de necesidad y ayudarle a coordinar su acción con la de los demás
componentes sociales, con miras al bien común”
Para la iglesia católica es importante la participación en la vida
social y las autoridades establecidas por Dios.[16] Según la iglesia católica
la justicia social involucraría el respeto por la dignidad de la persona, la
igualdad y diferencias entre los hombres, la solidaridad humana, pero a la vez
la condena de las desigualdades escandalosas[17]
El capítulo tercero de esta sección trata sobre la ley y la gracia[18] Según la iglesia católica
el hombre tiene una ley moral natural dada por Dios por tanto universal. Esta
ley se puede dividir en la ley antigua dada a Moisés para la preparación del
evangelio y la ley nueva o ley evangélica revelada en Cristo[19] El artículo 2 trata sobre
la gracia y la justificación[20].
“La primera
obra de la gracia del Espíritu Santo es la conversión, que obra la justificación según el anuncio de Jesús
al comienzo del Evangelio: “Convertíos porque el Reino de los cielos está
cerca” (Mt 4, 17). Movido
por la gracia, el hombre se vuelve a Dios y se aparta del pecado, acogiendo así
el perdón y la justicia de lo alto. “La justificación no es solo remisión de
los pecados, sino también santificación y renovación del interior del
hombre” (Concilio de Trento: DS 1528).
La
justificación establece la colaboración
entre la gracia de Dios y la libertad del hombre. Por parte del hombre
se expresa en el asentimiento de la fe a la Palabra de Dios que lo invita a la
conversión, y en la cooperación de la caridad al impulso del Espíritu Santo que
lo previene y lo custodia:
«Cuando Dios
toca el corazón del hombre mediante la iluminación del Espíritu Santo, el
hombre no está sin hacer nada en absoluto al recibir aquella inspiración,
puesto que puede también rechazarla; y, sin embargo, sin la gracia de Dios,
tampoco puede dirigirse, por su voluntad libre, hacia la justicia delante de
Él» [Concilio de Trento: DS 1525).
Según la iglesia católica la gracia de Dios capacita al hombre
para creer y actuar en conjunto con la gracia de Dios infundida en el hombre[21]:
La gracia de
Cristo es el don gratuito que Dios nos hace de su vida infundida por el
Espíritu Santo en nuestra alma para sanarla del pecado y santificarla: es
la gracia santificanteo divinizadora, recibida en el
Bautismo. Es en nosotros la fuente de la obra de santificación
La gracia
santificante es un don habitual, una disposición estable y sobrenatural que
perfecciona al alma para hacerla capaz de vivir con Dios, de obrar por su amor.
Se debe distinguir entre la gracia
habitual, disposición permanente para vivir y obrar según la vocación
divina, y las gracias actuales,
que designan las intervenciones divinas que están en el origen de la conversión
o en el curso de la obra de la santificación.
El articulo 3 trata sobre la iglesia como madre y maestra en donde
nos habla del deber y autoridad que tiene el papa y el magisterio, de los
mandamientos de la iglesia (son 5) y de vida moral y misionera[22]
3.2 Los
10 mandamientos
La segunda sección de los mandamientos (o vida de fe) trata acerca
de los 10 mandamientos[23]. Según la iglesia católica el primer mandamiento es amar a Dios y servirle,
por tanto se debe dar culto por medio de la única religión verdadera que es
la católica romana:
“El deber de
rendir a Dios un culto auténtico corresponde al hombre individual y socialmente
considerado. Esa es “la doctrina tradicional católica sobre el deber moral de
los hombres y de las sociedades respecto a la religión verdadera y a la única
Iglesia de Cristo”. Al evangelizar sin cesar a los hombres, la Iglesia trabaja
para que puedan “informar con el espíritu cristiano el pensamiento y las
costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en la que cada uno
vive” Deber social de los cristianos es respetar y suscitar en cada hombre el
amor de la verdad y del bien. Les exige dar a conocer el culto de la única
verdadera religión, que subsiste en la Iglesia católica y apostólica. Los
cristianos son llamados a ser la luz del mundo. La Iglesia manifiesta así la
realeza de Cristo sobre toda la creación y, en particular, sobre las sociedades
humanas[24].
Según la iglesia católica este primer mandamiento condena la
superstición, idolatría, adivinación, magia, la irreligión como el ateísmo o el
agnosticismo.[25]
Sin embargo,
ya en el Antiguo Testamento Dios ordenó o permitió la institución de imágenes
que conducirían simbólicamente a la salvación por el Verbo encarnado: la
serpiente de bronce (cf Nm 21,
4-9; Sb 16,
5-14; Jn 3, 14-15),
el arca de la Alianza y los querubines (cf Ex 25, 10-12; 1 R 6, 23-28; 7, 23-26).
2131 Fundándose en el misterio del Verbo encarnado, el séptimo
Concilio Ecuménico (celebrado en Nicea el año 787), justificó contra los
iconoclastas el culto de las sagradas imágenes: las de Cristo, pero también las
de la Madre de Dios, de los ángeles y de todos los santos. El Hijo de Dios, al
encarnarse, inauguró una nueva “economía” de las imágenes.
2132 El culto cristiano de las imágenes no es contrario al primer
mandamiento que proscribe los ídolos. En efecto, “el honor dado a una imagen se
remonta al modelo original” (San Basilio Magno, Liber de Spiritu Sancto, 18, 45), “el que venera una imagen,
venera al que en ella está representado” (Concilio de Nicea II: DS 601; cf
Concilio de Trento: DS 1821-1825; Concilio Vaticano II: SC 125; LG 67). El honor tributado a las imágenes sagradas es una
“veneración respetuosa”, no una adoración, que sólo corresponde a Dios:
«El culto de
la religión no se dirige a las imágenes en sí mismas como realidades, sino que
las mira bajo su aspecto propio de imágenes que nos conducen a Dios encarnado.
Ahora bien, el movimiento que se dirige a la imagen en cuanto tal, no se
detiene en ella, sino que tiende a la realidad de la que ella es imagen» (Santo
Tomás de Aquino, Summa theologiae,
2-2, q. 81, a. 3, ad 3).
Según la
iglesia católica el segundo mandamiento es “No tomar en falso el nombre de
Dios”.
2142 El segundo mandamiento prescribe
respetar el nombre del Señor. Pertenece, como el primer mandamiento, a
la virtud de la religión y regula más particularmente el uso de nuestra palabra
en las cosas santas.
Según la iglesia católica este mandamiento significa no abusar del
nombre de Dios que es santo. Por tanto toda blasfemia, falso juramento están
condenados.[26]
Según la
iglesia católica el tercer mandamiento es recordar el día sábado para
santificarlo.
2168 El tercer mandamiento del Decálogo proclama la santidad del
sábado: “El día séptimo será día de descanso completo, consagrado al Señor” (Ex 31, 15).
Según la iglesia católica esto se debe a que es un memorial de la
creación, de la liberación y un signo de la alianza hecha con su pueblo. El día
cambio al domingo porque Jesús resucito el primer día de la semana. Los
cristianos deben buscar usar ese día de descanso y de servicio entre los
hermanos[27]
Según la
iglesia católica el cuarto mandamiento es honrar al Padre y a la madre.
2197 El cuarto mandamiento encabeza la segunda tabla. Indica el
orden de la caridad. Dios quiso que, después de Él, honrásemos a nuestros
padres, a los que debemos la vida y que nos han transmitido el conocimiento de
Dios. Estamos obligados a honrar y respetar a todos los que Dios, para nuestro
bien, ha investido de su autoridad.
Según la iglesia católica la familia es el plan de Dios para la
sociedad e incluye los deberes de los padres hacia los hijos y el de los hijos
hacia los padres. Este mandato también nos muestra la importancia que tiene
este orden para el reino de Dios y para el reflejo de la autoridad en la
sociedad[28].
Según la
iglesia católica el quinto mandamiento es No mataras.
2258 “La vida humana ha
de ser tenida como sagrada, porque desde su inicio es fruto de la acción
creadora de Dios y permanece siempre en una especial relación con el Creador,
su único fin. Sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término;
nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo
directo a un ser humano inocente” (Congregación para la Doctrina de la Fe,
Instr. Donum vitae,
intr. 5).
Según la iglesia católica la vida debe ser vista como sagrada
porque viene de Dios. Esta defensa a la vida no invalida la legítima defensa
sino que este mandamiento condena el homicidio directo y voluntario. En esta
categoría esta el aborto, la eutanasia, el suicidio. La guerra es condenada
pero en algunos casos es permitida. El uso, acumulación y producción de armas
es algo condenable ya que en vez de colaborar con la paz incentiva a la guerra[29].
Según la
iglesia católica el sexto mandamiento es No cometerás adulterio. La sexualidad humana es
algo integral en el ser humano.
Corresponde
a cada uno, hombre y mujer, reconocer y aceptar su identidad sexual. La diferencia y
la complementariedad físicas,
morales y espirituales, están orientadas a los bienes del matrimonio y al
desarrollo de la vida familiar. La armonía de la pareja humana y de la sociedad
depende en parte de la manera en que son vividas entre los sexos la
complementariedad, la necesidad y el apoyo mutuos[30].
Según la iglesia católica se condena toda práctica sexual ilícita
como fornicación, pornografía, prostitución, violación, homosexualidad,
adulterio, divorcio, incesto El matrimonio se debe vivir en fidelidad y el
propósito del matrimonio son los hijos que son una bendición del Señor. Algunas
personas están llamadas a la castidad por el Señor[31]
Según la
iglesia católica el séptimo mandamiento es No robar.
2401 El séptimo mandamiento prohíbe tomar o retener el bien del
prójimo injustamente y perjudicar de cualquier manera al prójimo en sus bienes.
Prescribe la justicia y la caridad en la gestión de los bienes terrenos y de
los frutos del trabajo de los hombres. Con miras al bien común exige el respeto
del destino universal de los bienes y del derecho de propiedad privada. La vida
cristiana se esfuerza por ordenar a Dios y a la caridad fraterna los bienes de
este mundo.
Según la iglesia católica este mandamiento habla del respeto de la
propiedad privada, aunque la autoridad política puede regular en función del
bien común. Este mandamiento condena los sueldos injustos, la especulación de
precios, esclavizar seres humanos, la explotación de la creación. La doctrina
social de la iglesia condena el comunismo como el capitalismo.
2425 La Iglesia ha rechazado las ideologías totalitarias y ateas
asociadas en los tiempos modernos al “comunismo” o “socialismo”. Por otra
parte, ha rechazado en la práctica del “capitalismo” el individualismo y la
primacía absoluta de la ley de mercado sobre el trabajo humano (cf CA 10. 13. 44). La regulación de la economía por la sola planificación
centralizada pervierte en su base los vínculos sociales; su regulación
únicamente por la ley de mercado quebranta la justicia social, porque “existen
numerosas necesidades humanas que no pueden ser satisfechas por el mercado”
(CA 34). Es preciso promover una regulación razonable del mercado y de
las iniciativas económicas, según una justa jerarquía de valores y con vistas
al bien común.
Por tanto la justicia y ayuda es responsabilidad de los individuos
y de las naciones para con los pobres del mundo[32].
Según la
iglesia católica el octavo mandamiento es no dar falso testimonio contra el
prójimo.
2464 El octavo mandamiento prohíbe falsear la verdad en las
relaciones con el prójimo. Este precepto moral deriva de la vocación del pueblo
santo a ser testigo de su Dios, que es y que quiere la verdad. Las ofensas a la
verdad expresan, mediante palabras o acciones, un rechazo a comprometerse con
la rectitud moral: son infidelidades básicas frente a Dios y, en este sentido,
socavan las bases de la Alianza.
Según la iglesia católica debido a que Dios es la verdad el
cristiano debe vivir en la verdad y hablar la verdad. Por tanto todo falso
testimonio, calumnia, falsa adulación o mentira está condenada. Aunque la
mentira es un pecado venial puede llegar a ser mortal cuando hace un daño más
grande. Esto incluye a los medios de comunicación,
los cuales deben expresar la verdad sobre los hechos que ocurren[33].
Según la
iglesia católica el noveno mandamiento es No codiciar la mujer de tu prójimo.
2514 San Juan distingue tres especies de codicia o
concupiscencia: la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y
la soberbia de la vida (cf 1 Jn 2,
16 [Vulgata]). Siguiendo la tradición catequética católica, el noveno
mandamiento prohíbe la concupiscencia de la carne; el décimo prohíbe la codicia
del bien ajeno.
Según la iglesia católica este mandamiento manda a mantener la
pureza del corazón mediante la intención, la mirada y el pudor[34].
Según la
iglesia católica el decimo mandamiento es No codiciar nada del prójimo.
2534 El décimo mandamiento desdobla y completa el noveno, que
versa sobre la concupiscencia de la carne. Prohíbe la codicia del bien ajeno,
raíz del robo, de la rapiña y del fraude, prohibidos por el séptimo
mandamiento. La “concupiscencia de los ojos” (cf 1 Jn 2, 16) lleva a la violencia y la injusticia prohibidas
por el quinto precepto (cf Mi 2,
2). La codicia tiene su origen, como la fornicación, en la idolatría condenada
en las tres primeras prescripciones de la ley (cf Sb 14, 12). El décimo mandamiento se refiere a la intención
del corazón; resume, con el noveno, todos los preceptos de la Ley.
Según la iglesia católica este mandamiento condena los “deseos
desordenados” de la carne como la avaricia, la envidia por los bienes de mi
prójimo[35].
4) La
oración del creyente
Este es el 4 pilar de la iglesia católica romana en el cual nos
dice que la oración es un don de Dios en el cual mantenemos nuestra comunión
con Dios[36]
La oración ha sido importante desde el Antiguo testamento[37] como en el Nuevo
testamento[38]
y en la vida de la iglesia católica romana.[39] El catolicismo describe
varias expresiones de oración como la oración vocal, meditación, oración
contemplativa[40].
La oración es un combate en el cual se lucha contra la distracción, sequedad,
falta de fe, perseverancia, etc.[41]
4.2 La
oración del Padre Nuestro
Según la iglesia católica la oración del Padre nuestro es el
resumen de todo el evangelio:
2761 “La oración del Señor o dominical es, en verdad el resumen
de todo el Evangelio” (Tertuliano, De
oratione, 1, 6). «Cuando el Señor hubo legado esta fórmula de
oración, añadió: “Pedid y se os dará” (Lc 11,
9). Por tanto, cada uno puede dirigir al cielo diversas oraciones según sus
necesidades, pero comenzando siempre por la oración del Señor que sigue siendo
la oración fundamental» (Tertuliano, De oratione, 10).
Según la iglesia católica esta oración es el corazón de las
Escrituras porque el Señor les enseña a sus discípulos a dirigirse a su Padre y
la iglesia debe imitarla[42]
2779 Antes de hacer nuestra esta primera exclamación de la
Oración del Señor, conviene purificar humildemente nuestro corazón de ciertas
imágenes falsas de “este mundo”. La humildad nos
hace reconocer que “nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquél a quien el Hijo
se lo quiera revelar”, es decir “a los pequeños” (Mt 11, 25-27). La purificación del corazón concierne a imágenes paternales o
maternales, correspondientes a nuestra historia personal y cultural, y que
impregnan nuestra relación con Dios. Dios nuestro Padre transciende las
categorías del mundo creado. Transferir a Él, o contra Él, nuestras ideas en
este campo sería fabricar ídolos para adorar o demoler[43].
Luego de dirigirnos al Padre humildemente tenemos 7 peticiones con
las cuales podemos dirigirnos a él.
2803. Después de habernos puesto en presencia de Dios nuestro Padre
para adorarle, amarle y bendecirle, el Espíritu filial hace surgir de nuestros
corazones siete peticiones, siete bendiciones. Las tres primeras, más
teologales, nos atraen hacia la Gloria del Padre; las cuatro últimas, como
caminos hacia Él, ofrecen nuestra miseria a su gracia. “Abismo que llama al
abismo[44]
El primer grupo de peticiones tiene que ver con “Su Nombre”, “Su
Reino”, “Su Voluntad”. El segundo grupo de peticiones tiene que ver con
peticiones relacionadas con nosotros “Danos”, “Perdónanos” “No nos dejes”,
“Líbranos”[45].
La
primera petición: Santificado sea tu nombre
2807 El término “santificar” debe entenderse aquí, en primer
lugar, no en su sentido causativo (solo Dios santifica, hace santo) sino sobre
todo en un sentido estimativo: reconocer como santo, tratar de una manera
santa. Así es como, en la adoración, esta invocación se entiende a veces como
una alabanza y una acción de gracias (cf Sal 111, 9; Lc1,
49). Pero esta petición es enseñada por Jesús como algo a desear profundamente
y como proyecto en que Dios y el hombre se comprometen. Desde la primera
petición a nuestro Padre, estamos sumergidos en el misterio íntimo de su
Divinidad y en el drama de la salvación de nuestra humanidad. Pedirle que su
Nombre sea santificado nos implica en “el benévolo designio que Él se propuso
de antemano” (Ef 1, 9)
para que nosotros seamos “santos e inmaculados en su presencia, en el amor” (Ef 1, 4).
Según la iglesia católica el nombre santo de Dios se revelo en
Cristo (Mt 1:21; Luc 1:31; Jn 17:6) es por medio del bautismo que el creyente
es santificado (1 Cor 6:11) y nos llama a la santidad (1 Tes 4:7; 1 Cor 1:30) y
la oración para que su nombre sea santificado por todas las naciones del mundo.
La
segunda petición: Venga a nosotros tu reino
2816 En el Nuevo Testamento, la palabra basileia se puede traducir por realeza
(nombre abstracto), reino (nombre concreto) o reinado (de reinar, nombre de
acción). El Reino de Dios es para nosotros lo más importante. Se aproxima en el
Verbo encarnado, se anuncia a través de todo el Evangelio, llega en la muerte y
la Resurrección de Cristo. El Reino de Dios adviene en la Última Cena y por la
Eucaristía está entre nosotros. El Reino de Dios llegará en la gloria cuando
Jesucristo lo devuelva a su Padre
Según la iglesia católica la oración se trata de la venida final
de Cristo, pero eso no significa que debemos distraernos de la misión que
tenemos en este mundo.
Tercera
petición: Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo
2822 La voluntad de nuestro Padre es “que todos los hombres [...]
se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad” (1 Tm 2, 3-4). El “usa de
paciencia [...] no queriendo que algunos perezcan” (2 P 3, 9; cf Mt 18,
14). Su mandamiento que resume todos los demás y que nos dice toda su voluntad
es que “nos amemos los unos a los otros como él nos ha amado” (Jn 13, 34; cf 1 Jn 3; 4; Lc 10, 25-37).
Según la iglesia católica por medio de esta oración podemos
discernir la voluntad de Dios en nuestras vidas (Rom 12:2) y así podemos entrar
al reino de Dios haciendo la voluntad de Dios (Mt 7:21)
Cuarta
petición: Danos hoy nuestro pan de cada día
2828 “Danos”: es
hermosa la confianza de los hijos que esperan todo de su Padre. “Hace salir su
sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos” (Mt 5, 45) y da a todos los
vivientes “a su tiempo su alimento” (Sal 104,
27). Jesús nos enseña esta petición; con ella se glorifica, en efecto, a
nuestro Padre reconociendo hasta qué punto es Bueno más allá de toda bondad.
Según la iglesia católica el Padre que nos da la vida también nos
provee del alimento necesario para vivir. El nos da los bienes espirituales y
materiales (Mt 6.25-34) Esto significa que como cristianos tenemos la
obligación de preocuparnos de quienes no tienen el pan material y de disfrutar
el pan celestial en el sacramento de la
eucaristía.
Quinta
petición: Perdona nuestras ofensas como nosotros también perdonamos a los que
nos ofenden.
2838 Esta petición es sorprendente. Si sólo comprendiera la
primera parte de la frase, —“perdona nuestras ofensas”— podría estar incluida,
implícitamente, en las tres primeras peticiones de la Oración del Señor, ya que
el Sacrificio de Cristo es “para la remisión de los pecados”. Pero, según el
segundo miembro de la frase, nuestra petición no será escuchada si no hemos
respondido antes a una exigencia. Nuestra petición se dirige al futuro, nuestra
respuesta debe haberla precedido; una palabra las une: “como”.
Según la iglesia católica esta petición nos llama a practicar el
perdón entre los hermanos (Mt 18:23-35) y por tanto a mostrarnos el amor unos a
otros (Jn 13:34) y a perdonar a nuestros enemigos (Mt 5:43-44)
Sexta
petición: No nos dejes caer en tentación
2846 Esta petición llega a la raíz de la anterior, porque
nuestros pecados son los frutos del consentimiento a la tentación. Pedimos a
nuestro Padre que no nos “deje caer” en ella. Traducir en una sola palabra el
texto griego es difícil: significa “no permitas entrar en” (cf Mt26, 41), “no nos dejes sucumbir a
la tentación”. “Dios ni es tentado por el mal ni tienta a nadie” (St 1, 13), al contrario, quiere
librarnos del mal. Le pedimos que no nos deje tomar el camino que conduce al
pecado, pues estamos empeñados en el combate “entre la carne y el Espíritu”.
Esta petición implora el Espíritu de discernimiento y de fuerza.
Según la iglesia católica el Espíritu Santo nos ayuda discernir
entre la prueba necesaria para el crecimiento y la tentación que conduce al
pecado y la muerte. Así como Jesucristo venció por medio de la oración la
tentación, así mismo debemos vencer las tentaciones por medio de la oración (Mt
4:11; 26:36-44)
Séptima
petición: Y líbranos del mal
2850 La última petición a nuestro Padre está también contenida en
la oración de Jesús: “No te pido que los retires del mundo, sino que los
guardes del Maligno” (Jn 17,
15). Esta petición concierne a cada uno individualmente, pero siempre quien ora
es el “nosotros”, en comunión con toda la Iglesia y para la salvación de toda
la familia humana. La Oración del Señor no cesa de abrirnos a las dimensiones
de la Economía de la salvación. Nuestra interdependencia en el drama del pecado
y de la muerte se vuelve solidaridad en el Cuerpo de Cristo, en “comunión con
los santos” (cf RP 16).
Según la iglesia católica esta petición es una petición para que
nos guarde de Satanás el padre de mentiras (Jn 8:44) y nos libre de todos los males pasados,
presentes y futuros pues el mundo entero está bajo el maligno (Jn 5:18-19)
Análisis
de la doctrina católica romana en los mandamientos y en las oraciones
Después de ver estos
últimos dos pilares de la iglesia católica romana que son 1) Los mandamientos y 2) Las oraciones podemos
analizar cómo podemos predicarles a ellos.
Antes de ver directamente los mandamientos, podemos ver varias
doctrinas católicas romanas que no están fundadas en las Escrituras. Por
ejemplo que el hombre es libre para buscar a Dios (Rom 3:10) que existe el
pecado mortal y venial (1Juan 5:16-17) Los pecados “capitales” (soberbia, la
avaricia, la envidia, la ira, la lujuria, la gula, la pereza) La idea de la
gracia (Sinergismo) y justificación que tienen.
En el caso
de los mandamientos, el primer problema es el orden de los mandamientos. El orden de ellos es 1)
Amaras a Dios sobre todas las cosas. 2) No usaras el nombre de Dios en vano. 3)
Santificaras el día del Señor. 4) Honraras a tu Padre y a tu Madre. 5) No
mataras. 6) No cometerás adulterio. 7) No robaras. 8) No darás falso testimonio
contra tu prójimo. 9) No codiciaras la mujer de tu prójimo. 10) No codiciaras
el bien ajeno de tu prójimo. ¿Es este el orden bíblico? Éxodo 20:1-17 y
Deuteronomio 5:1-21 1) No tendrás dioses ajenos delante de mí. 2) No te harás
imagen. 3) No tomaras el nombre de Dios en vano. 4) Acuérdate del día de
reposo. 5) Honra a tu Padre y a tu Madre. 6) No mataras. 7) No cometerás
adulterio. 8) No robaras. 9) No hablaras contra tu prójimo falso testimonio.
10) No codiciaras.
El catolicismo romano convenientemente ha establecido que el
primer mandamiento no es (aunque según ellos lo incluye) el adorar dioses
falsos, sino que es amar a Dios. Además ha desechado el mandamiento de no
hacerse imagen ni adorarlas y para poner llegar a 10 mandamientos ha dividido
el ultimo (No codiciaras) en dos mandamientos que obviamente eran uno.
El segundo
problema es con el segundo mandamiento. Ellos lo omiten como mandamiento pero dicen
que la adoración a las imágenes está condenada en el primer mandamiento.
Afirman que ellos no adoran a las imágenes sino que ellos “veneran” a las
imágenes. Para argumentar este punto el católico romano hace tiene diferentes
grados de “adoración[46]”. El primer grado de
adoración en lo cual solo se adora a Dios es la “Latria”. El segundo grado en
el cual se puede venerar a la virgen Maria es la “Hiperdualia”. El tercer grado
en el cual se puede venerar a los santos es la “dulia”.
2129 El mandamiento divino implicaba la prohibición de toda
representación de Dios por mano del hombre. El Deuteronomio lo explica así:
“Puesto que no visteis figura alguna el día en que el Señor os habló en el
Horeb de en medio del fuego, no vayáis a prevaricar y os hagáis alguna
escultura de cualquier representación que sea...” (Dt 4, 15-16). Quien se revela a Israel es el Dios
absolutamente Trascendente. “Él lo es todo”, pero al mismo tiempo “está por
encima de todas sus obras” (Si 43,
27- 28). Es la fuente de toda belleza creada (cf. Sb 13, 3).
2130 Sin embargo, ya en el Antiguo Testamento Dios ordenó o
permitió la institución de imágenes que conducirían simbólicamente a la
salvación por el Verbo encarnado: la serpiente de bronce (cf Nm 21, 4-9; Sb 16, 5-14; Jn 3, 14-15), el arca de la
Alianza y los querubines (cf Ex 25,
10-12; 1 R 6, 23-28; 7, 23-26).
2131 Fundándose en el misterio del Verbo encarnado, el séptimo
Concilio Ecuménico (celebrado en Nicea el año 787), justificó contra los iconoclastas
el culto de las sagradas imágenes: las de Cristo, pero también las de la Madre
de Dios, de los ángeles y de todos los santos. El Hijo de Dios, al encarnarse,
inauguró una nueva “economía” de las imágenes.
2132 El culto cristiano de las imágenes no es contrario al primer
mandamiento que proscribe los ídolos. En efecto, “el honor dado a una imagen se
remonta al modelo original” (San Basilio Magno, Liber de Spiritu Sancto, 18, 45), “el que venera una imagen,
venera al que en ella está representado” (Concilio de Nicea II: DS 601; cf
Concilio de Trento: DS 1821-1825; Concilio Vaticano II: SC 125; LG 67). El honor tributado a las imágenes sagradas es una
“veneración respetuosa”, no una adoración, que sólo corresponde a Dios:
«El culto de
la religión no se dirige a las imágenes en sí mismas como realidades, sino que
las mira bajo su aspecto propio de imágenes que nos conducen a Dios encarnado.
Ahora bien, el movimiento que se dirige a la imagen en cuanto tal, no se
detiene en ella, sino que tiende a la realidad de la que ella es imagen» (Santo
Tomás de Aquino, Summa theologiae,
2-2, q. 81, a. 3, ad 3).
El problema con su explicación son varios. En primer lugar, aunque
en el Antiguo testamento se hacían figuras e imágenes en el templo su propósito
NO era para que sea venerado, sino simplemente era la sombra de las cosas
celestiales que ahora en Cristo están claras (Hebreos 8:4-6). En segundo lugar
la palabra “venerar” incluye adoración en español[47] En tercer lugar el
“mandato de venerar imágenes” no viene de las Escrituras sino de la tradición
que contradice las Escrituras. En cuarto lugar no tenemos ningún ejemplo de
venerar imágenes en el Nuevo testamento. En quinto lugar el “venerar a
imágenes” solo ha producido la idolatría de los pueblos. En sexto lugar hablar
de que “venerar imágenes” es igual a la foto de tu familia o admirar a un
cuadro no es lo mismo.
[1]
http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3_sp.html
[2] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s1c1a1_sp.html
[3] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s1c1a2_sp.html
[4]
Punto 1730 http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s1c1a3_sp.html
[5] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s1c1a4_sp.html
[6] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s1c1a5_sp.html
[7] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s1c1a6_sp.html
[8] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s1c1a7_sp.html
[9]
Punto 1810 http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s1c1a7_sp.html
[10]
Punto 1812 al 1829 http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s1c1a7_sp.html
[11]
Punto 1849 http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s1c1a8_sp.html
[12]
Punto 1854 http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s1c1a8_sp.html
[13]
Punto 1866 http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s1c1a8_sp.html
[14] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s1c2_sp.html
[15] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s1c2a1_sp.html
[16] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s1c2a2_sp.html
[17] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s1c2a3_sp.html
[18] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s1c3_sp.html
[19] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s1c3a1_sp.html
[20] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s1c3a2_sp.html
[21]
Punto 1999 y 2000 http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s1c3a2_sp.html
[22] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s1c3a3_sp.html
[23] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s2_sp.html
[24] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s2c1a1_sp.html
[25]
Punto 2111 al 2128 http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s2c1a1_sp.html
[26] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s2c1a2_sp.html
[27] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s2c1a3_sp.html
[28] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s2c2a4_sp.html
[29] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s2c2a5_sp.html
[30]
Punto 2333 http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s2c2a6_sp.html
[31] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s2c2a6_sp.html
[32] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s2c2a7_sp.html
[33] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s2c2a8_sp.html
[34] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s2c2a9_sp.html
[35] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s2c2a0_sp.html
[36] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p4s1_sp.html
[37] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p4s1c1a1_sp.html#ART%C3%8DCULO%201%20EN%20EL%20ANTIGUO%20TESTAMENTO
[38] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p4s1c1a2_sp.html
[39] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p4s1c1a3_sp.html
[40] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p4s1c3a1_sp.html
[41] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p4s1c3a2_sp.html
[42] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p4s2a1_sp.html
[43] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p4s2a2_sp.html
[44] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p4s2a3_sp.html
[45] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p4s2a3_sp.html
[46]
James G. McCarthy. El Evangelio según roma. Página 168.
[47]
http://dle.rae.es/srv/search?m=30&w=venerar
0 comentarios:
Publicar un comentario