En
el año 1926 la Casa Bautista de Publicaciones cumplía su compromiso con
publicar un libro “Heroínas de nuestra fe” de Alfredo Rodríguez y García. Este libro tiene 29 biografías de mujeres
bautistas que destacaron en la denominación por su trabajo. El primer capítulo
es una introducción la mujer en el cristianismo y específicamente entre los
Bautistas la cual dice[1]:
Y en el campo bautista, dentro del
concierto de las denominaciones evangélicas, en ese campo donde han brillado
tantos y tantos hombres eminentes por su inteligencia, por su consagración, por
sus trabajos, también se han distinguido una multitud de mujeres, nobles y
santas, las que han resplandecido, como radiantes estrellas en el esplendente
cielo de nuestra denominación.
Este
es un libro muy recomendable aunque difiero en poner a mujeres como Blandina,
Perpetua y Felicitas como Bautistas sigue siendo un libro de biografías de
mujeres muy edificante de leer. En una época como la nuestra en donde hay tanta
ignorancia respecto a lo que significa ser “bautista” sería bueno leer un libro
de biografías de estas grandes mujeres bautistas que sirven de ejemplos para
las mujeres actuales. A continuación les dejó algunos fragmentos de las mujeres
que en mi opinión ha sido de mayor contribución para la obra bautista.
Ana Askew (1521-1546)
“Ana Askew ocupa un puesto muy
importante entre ese grupo selecto de mujeres denodadas que verdaderamente
merecen el título de heroínas. Pocas han sido las que han tenido esa presencia
de ánimo, ese valor, esa lucidez de mente, esa sabiduría en las respuestas, esa
fortaleza física, que manifestó nuestra ilustre biografiada en cada momento,
durante el tiempo que estuvo en prisión, y mientras que fue sometida a tan
terribles y prolongados sufrimientos. En realidad, por su valor y entereza,
llegó a ser la admiración de sus mismos enemigos, de sus crueles verdugos, no
obstante, la dureza de sus corazones y lo avezados que se encontraban a estos
horribles espectáculos. Libro Heroínas de nuestra fe. Páginas 35-36
Raquel T. Scammon
La piadosa mujer que aceptó las
enseñanzas bíblicas por la mediación de la Sra. Scammon, resultó de grandísima
fidelidad y de una admirable consagración magnífica primera piedra de lo que
luego había de llegar a ser un edificio grande y poderoso. A fin de cumplir con
el mandato del Señor, viajó cincuenta y cinco millas, desde Stratham a Boston,
para ser sumergida por el Sr. Bound, pastor de la Segunda Iglesia Bautista de
aquella ciudad. Y no obstante las molestias de un tan largo viaje, en aquella
época en que no se contaba con otros medios de locomoción que el caballo,
teniendo que ir por estrechos senderos y extraviados vericuetos, esa fiel mujer
hizo esa travesía con gran regocijo; porque no hay nada que tr.aiga tanta
alegría al corazón del creyente como el obedecer a su Señor y Maestro en todo lo
que él ha mandado y en la forma en que lo ha mandado. No habiendo obtenido los
resultados visibles que apetecía, en sus trabajos personales y en sus
enseñanzas una y otra vez repetidas, nuestra heroína, que seguramente creía en
la importancia de la página impresa como elemento de propaganda y de enseñanza,
se valió del magnífico libro del Sr. Norcott sobre el bautismo, como de un
auxiliar poderoso. Libro Heroínas de nuestra fe. Páginas 79-80
María Gilbert Colgate (1788-1854)
La Sra. María Gilbert Colgate, pues, era
un elemento valiosísimo en la sociedad, en la iglesia, en todas partes, por su
gran cultura, por su carácter entero a la par que tierno y apacible, por el
desprendimiento con que hacía sus contribuciones para toda causa noble y
levantada, por su espíritu gentil y eminentemente cristiano-por todo esto y
porque del mismo Maestro había aprendido a "ir por todas partes haciendo
bienes," era nuestra biografiada ·altamente estimable y estimada. Libro
Heroínas de nuestra fe. Página 97
Ana Hasseltine Judson (1789-1826)
"Fue durante este tiempo de
amarguras que su esposa demostró hasta qué punto llega el heroísmo de una mujer
consagrada a sus deberes, y hasta dónde puede llegar el sufrimiento de la
persona a quien el Señor sostiene con su gracia. Era la única mujer de raza
blanca que había en Ava, la primera que había sido vista en esa ciudad. Durante
la prisión de su esposo al que le permitían ver a veces, se consagró a
aliviarlo de sus penas. ¡Quién puede imaginar cuán fuertes eran los latidos de
su corazón cuando lo veía a través de las rejas de una cárcel, arrastrando las
cadenas de un criminal! Pero todo lo podía por Cristo que la fortalecía. Fue
ella un verdadero ángel, no sólo para su esposo, sino para todos los
extranjeros que se hallaban en las mismas circunstancias. Dominaba
perfectamente el idioma de los birmanos y debido a su serenidad de ánimo,
imponía el respeto dondequiera que se presentaba. Podía caminar segura en las
calles de una ciudad hostil, provocando la admiración de cuantos la veían.
Andaba constantemente tramitando la libertad de su compañero en la vida, y en
muchos casos logró aliviarlo de los malos tratamientos que recibía. Se
presentaba a las esposas de los gobernantes, cuyos corazones ganaba, las cuales
a su vez, defendían la causa de Judson: Birmania es el país, en Oriente, donde
las mujeres disfrutan de más derechos. Libro Heroínas de nuestra fe. Páginas
105-106
Madama Feller (1800- 1868)
Nuestra ilustre biografiada, agotada por
tan intensos trabajos, murió en La Grande Liga, Canadá, el 29 de marzo de 1868.
Durante cuarenta y ocho años dedicó su vida y su fortuna al alivio de los
necesitados, al consuelo de los tristes, a la educación de los ignorantes, a la
predicación del Evangelio a los que estaban desposeídos de vida espiritual a
toda obra heroica, noble, buena. Y Dios, que utiliza a los que se prestan a ser
utilizados, usó grandemente a esta connotada bautista para la mayor gloria de
su nombre y para el bien de muchos. De ella puede decirse, pues, con muchísima
razón: "Enriqueta Feller fue levantada para realizar una gran obra. Ella
ha dejado, por la gracia de Dios, una marca imperecedera en el bajo Canadá.
Libro Heroínas de nuestra fe. Páginas 113-114
Sara Hall Boardman Judson (1803-1845)
Nuestra heroína había llegado a dominar
el idioma birmano a la perfección, y además hablaba algunos de los otros
dialectos que se usan en la India. Y no obstante el enorme trabajo que siempre
pesó sobre sus hombros, trabajo que por su naturaleza y su extensión era capaz
de rendir las naturalezas más fuertes, encontró tiempo para hacer una magnífica
labor literaria. Tradujo al pecuano el Nuevo Testamento, y al birmano la
primera parte de "El Viador" (o "Progreso del Peregrino")
de Bunyan; publicó gran número de tratados sobre diversos asuntos religiosos;
preparó un himnario para el uso de aquellas iglesias; escribió varios volúmenes
de catecismos bíblicos para las Escuelas Dominicales, y llevó a cabo otros
trabajos literarios. Tal fue la vida, y tales los trabajos de esta nobilísima
mujer que, en su amor a Cristo y a los paganos, y en su devoción a sus esposos,
abandonó las ventajas de una vida civilizada, la patria siempre querida, la
familia tiernamente amada -lo abandonó todo para entregarse completamente, consagradamente,
con toda abnegación, a la obra más difícil que pueda encomendarse a los
humanos, pero también la obra más digna, y honrosa, y bendecida de cuantas
puedan ser entregadas en manos de hombres. Por eso, el nombre de Sara Hall
Boardman Judson, gloria y orgullo de la Iglesia Cristiana en general, y de la
Denominación Bautista en particular, siempre será recordado con cariño y
admiración. De ella puede decirse lo que el Señor dijo de María: donde quiera
será dicho lo que ésta ha hecho, "para memoria de ella". Libro Heroínas
de nuestra fe. Páginas 125
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