El pacto de obras
La confesión de
1689[1] no
usa el término “pacto de obras” en el punto 7.1. Pero la confesión si lo usa el
término en otros capítulos.
“Aunque los verdaderos creyentes no están bajo la ley como pacto de obras para ser por ella justificados o condenados” La ley de Dios 19:6
“Habiendo sido quebrantado el
pacto de obras por el pecado y habiéndose
vuelto inútil para dar vida, agradó a Dios dar la pro-mesa de Cristo, la
simiente de la mujer, como el medio para llamar a los escogidos, y engendrar en
ellos la fe y el arrepentimiento. En esta promesa, el evangelio, en su
sustancia fue revelado, y por lo tanto, es eficaz para llevar a los pecadores a
la conversión y salvación” Del evangelio y el alcance de su gracia. 20.1
Samuel Waldron en su libro “La
exposición de la Confesión de fe de 1689[2]” explica
lo siguiente:
“Una lectura superficial de Génesis 2 y 3 podría ver allí solo una
sencilla historia bíblica para niños acerca de un hombre, una mujer y una
serpiente, y como Dios los castigo por ser traviesos en su huerto. Una
valoración más reflexiva comienza a observar características de significado
cósmico en este relato. La Biblia confirma esto y considera el relato de
Génesis 2 y 3 como básico en cuanto a todo su entendimiento del mundo y la
redención. Los puritanos, juntamente con muchos otros teólogos reformados, reconocieron
este significado singular y englobaron estos capítulos de Génesis en la
formulación teológica definida como el “pacto de obras”. Muchos de sus
herederos teológicos han rechazado la designación el “pacto de obras” o bien
han tenido serias reservas acerca de la misma. Se ha pensado que entre ellos se
encontraban los autores de la confesión de 1689. La ocasión para tal conjetura
es que el uso que hace la Declaración de Saboya de la fraseología del “pacto de
obras”. En el primer párrafo de su versión de este capítulo es completamente
pasada por alto por los que confeccionaron la confesión bautista, aun cuando en
otros puntos adoptaron la fraseología de Saboya. Esa tendencia teológica parece
confirmarse cuando los mismos términos que se utilizan en los párrafos 7:2 y
19:1 de la confesión de Westminster y la declaración de Saboya no se adoptan en
los textos paralelos de la confesión de 1689.
El problema con esta conjetura es que tanto en el párrafo 19:6 como en el
20:1 la confesión Bautista retiene la frase “pacto de obras”. Una
interpretación de esta aparente ambivalencia en las mentes de los hombres que
la redactaron seria concluir que los autores de la confesión de 1689 tenían
ciertos recelos acerca de la terminología y, sin embargo, estaban de acuerdo
con mucho de lo que popularmente significaba. Yo mismo me encuentro en la misma
posición y, por tanto tal interpretación me atrae. Uno de mis estudiantes, sin
embargo, ha aportado un dato determinante de que tal interpretación está
equivocada. Ha descubierto una evidencia considerable de que muchos de los más
importantes firmantes de la Confesión Bautista aprobaban el uso del término
“Pacto de Obras[3]”.
Por lo tanto podemos decir con seguridad que los Bautistas Particulares si usaron el termino de “pactos de obras”. Este término sirve para explicar que Dios hizo un pacto con Adán con la condición de una obediencia absoluta a la cual el no obedeció. Debido a eso el hombre está completamente contaminado por el pecado, todas sus facultades están contaminadas (Gen 6:5; Jer 17:9; Rom 3:10-18; Efe 2:1-4) Esto hace que para el hombre sea imposible justificarse por sí mismo[4].
El pacto de gracia
La confesión de 1689[5] en el
capítulo 7 comienza estableciendo que para el hombre era imposible salvarse así
mismo, por tanto Dios hizo un pacto para salvar al hombre.
“La distancia entre Dios y la criatura es tan grande que aun cuando las
criaturas racionales le deben obediencia como su Creador, éstas nunca podrían
haber logrado la recompensa de la vida a no ser por alguna condescendencia
voluntaria por parte de Dios, que a él le ha placido expresar en forma de pacto”.
“Además, habiéndose el hombre acarreado la maldición de la ley por su
Caída, agradó al Señor hacer un
pacto de gracia, en el que gratuitamente ofrece
a los pecadores vida y salvación por Jesucristo, requiriéndoles la fe en él
para que puedan ser salvos, y prometiendo dar su Espíritu Santo a todos
aquellos que son ordenados para vida eterna, a fin de darles disposición y
capacidad para creer”.
Samuel Waldron en su libro “La
exposición de la Confesión de fe de 1689[6]” explica
lo siguiente:
“Es apropiado hacer varias observaciones preliminares. En primer lugar,
debemos guardarnos de disputar acerca de mera terminología. Lo importante no
son las palabras que utilizamos, sino si estamos de acuerdo con los conceptos
que hay detrás de estas palabras. En segundo lugar, debemos guardarnos de
rechazar engreída y prematuramente los venerables conceptos teológicos.
Nuestros padres de la fe, tanto presbiterianos como bautistas, consideraron “El
pacto de gracia” como un concepto teológico crucial y ese término esta
incrustado en sus confesiones. Debemos tener cuidado antes de mostrar
desacuerdo con ellos y rechazar la frase. En tercer lugar, debemos guardarnos
de pensar que la terminología no es importante. Las palabras con que expresamos
nuestros conceptos pueden o bien expresar con exactitud la verdad y nuestro
entendimiento de la misma o bien llevar a conclusiones erróneas a otros.
El “pacto de gracia” es considerado en este capítulo como el fundamento
de la salvación del pecador; desde la Caída de Adán en adelante. Esto está
implícito en la afirmación del párrafo 2 de que fue hecho tras la caída de
Adán. Se afirma explícitamente en la declaración del párrafo 3 que “es
únicamente a través de la gracia de este pacto como todos los descendientes de
Adán caído son salvados obtienen vida e
inmortalidad bienaventurada”.
La Biblia, sin embargo, nunca utiliza la palabra “pacto” para referirse a
un Pacto de gracia que abarque toda la historia humana. Cada uso del término
referido a un pacto divino en la Biblia se refiere a un pacto hecho por Dios en
alguna época histórica específica. Ninguno de estos pactos puede equipararse
simplemente con lo que la confesión describe como “El Pacto de Gracia”. Los
presbiterianos han hablado a menudo como si el pacto con Abraham fuera el pacto
de gracia, pero esa identificación ignora sus elementos típicos y su principio
en la vida de Abraham, no inmediatamente después de la caída. El Nuevo Pacto ha
sido a veces equiparado al pacto de gracia. Como observa la confesión “La plena
revelación” del Pacto de gracia se completo en “el Nuevo Testamento”. Sin
embargo, está claro que el Nuevo Pacto fue inaugurado en los acontecimientos
que rodearon al primer advenimiento de Cristo (Jer 31:31; He 8:13) Por tanto es
crucial mantener una clara distinción entre el Pacto de gracia y los pactos
bíblicos divinos. Los pactos divinos sugirieron, sin duda, esta terminología,
pero ninguno de ellos debe ser equiparado con él.
Esta innegable realidad exegética
ha sido utilizada como base para rechazar el uso de la frase “El pacto
de gracia”. Tal rechazo es infundado. Otros términos teológicos útiles y
necesarios (Por ejemplo los términos “trinidad e “inerrancia”) no tienen un
precedente bíblico explicito. Si bien puede admitirse que el uso de un término
bíblico para describir algo aparte de lo que describe la Biblia es de alguna
manera motivo de confusión, sigue siendo cierto que la frase “El Pacto de
Gracia” es una verdad bíblica. Además, se refiere a una verdad bíblica
íntimamente relacionada con los pactos divinos. Esa verdad es que el camino o
plan de la salvación ha sido uno y el mismo en todas las eras del mundo. En la
revelación de este plan de salvación, todos los pactos divinos estaban
implícitos. Estos eran sus administraciones históricas. Podría ser deseable que
existiera una terminología mejor para describir la realidad. Ninguna
terminología así ha conseguido, sin embargo, la aceptación general o el impulso
histórico de la designación “El Pacto de Gracia”. Este apoyo ha de hallarse en
la unidad de los pactos divinos mencionados anteriormente. Esta cuestión debe
tratarse ahora directamente observando la unidad orgánica y la unidad temática
de los pactos[7].
Adán al desobedecer el mandato,
cayó bajo la maldición de la ley (Dt 27:26; Gal 3:13) y como representante de
toda la humanidad. Todos los hombres pecaron (Rom 5:12) Por eso solamente
Cristo con su condescendencia voluntaria y su amor hizo un pacto de gracia para
salvar a los pecadores.
Lo que estamos de acuerdo con la teología del pacto
presbiteriana
Terminología: Hay un acuerdo entre
Presbiterianos y Bautista Reformados en el uso de la misma terminología. Ambos
creemos que “el pacto de obras y el pacto de gracia” es parte de una básica y
clara de la teología del pacto.
La
unidad orgánica de los pactos significa que
dependen y surgen los unos de los otros. Los pactos divinos no son entes
independientes. Son todos fases en el crecimiento de la misma planta. El pacto
con Noé proporciona el contexto estable en que puede trazarse el propósito de
Dios expresado en los pactos posteriores (Gen 8:20-9:7). El pacto mosaico es orgánicamente
dependiente del pacto con Abraham. Las bendiciones especificas del pacto
Abraham (Gen 12:1-3; 15:1-7; 18-21; 17:1-8) comenzaron a cumplirse bajo el
pacto mosaico (Ex 1:6-7; 2:23-25; 6:2-8; Dt 1:8-11) La misericordia de Dios
para con Israel se debió al pacto con Abraham (Ex 32:12-13) A la inversa, las
bendiciones del pacto abrahamico dependían de la obediencia del pacto mosaico
(Dt 7:12-13; 11:13-17). Las bendiciones mencionadas en estos pasajes fueron
prometidas originalmente en el pacto Abrahamico, pero posteriormente dependen
de la obediencia al mosaico. ¡Cuán imposible es llamar al pacto con Abraham un
Pacto de Gracia, y al pacto mosaico un Pacto de obras! Porque son inseparables.
El pacto con David esta orgánicamente relacionado con los de Abraham y Moises.
Deuteronomio 17:14-20 enseña que la monarquía davídica está estrechamente
relacionada con los pactos mosaicos y abrahamico. 1 Reyes 2:2-4 indica que la
obediencia al pacto mosaico era necesaria para alcanzar las promesas hechas a
David. El Nuevo Pacto esta orgánicamente relacionado con todos los pactos
precedentes (Eze 37:24-28; Luc 1:72-73; Hech 13:32-34; Heb 8:10)
La
unidad temática de los pactos significa que
tienen un solo tema o propósito final. El texto que representa y resume este
punto en Efesios 2:12, que traducido literalmente habla de “Los pactos de la
promesa”. No está claro a qué promesa especifica puede haber tenido Pablo en
mente, pero está claro que todos los pactos eran el desarrollo de una sola
promesa, no muchas promesas. Esta unidad temática puede verse en una repetida
frase o tema clave que aparece en los pactos divinos: “Yo seré vuestro Dios y
vosotros seréis mi pueblo” (Gen 17:7-8; Exo 25:8; 6:6-7; 2 Sam 7:14; 2 Cro
23:16; Jer 31:33; Apo 21:3)[8]
El pacto de gracia prometido
“Este pacto se revela en el evangelio; en primer lugar, a Adán en la
promesa de salvación a través de la simiente de la mujer, y luego mediante
pasos adicionales hasta completarse su plena revelación en el Nuevo Testamento;
y tiene su fundamento en aquella transacción federal y eterna que hubo entre el
Padre y el Hijo acerca de la redención de los escogidos; y es únicamente a
través de la gracia de este pacto como todos los descendientes del Adán caído
que son salvados obtienen vida y bendita inmortalidad, siendo el hombre ahora
totalmente incapaz de ser aceptado por Dios bajo aquellas condiciones en las
que estuvo Adán en su estado de inocencia[9]”
Este es el corazón
de la teología del pacto Bautista y es lo que nos diferencia de la teología del
pacto Presbiteriana. Para nosotros el pacto de gracia se va revelando
progresivamente a través de los diferentes pactos históricos que nos relata las
Escrituras. Los bautistas desde el
principio rechazaron la formula Presbiteriana.
"el Antiguo Pacto y el Nuevo
Pacto difieren en sustancia y no solo en la forma de la administración"
Nehemias Coxe
Aunque
se comparte la unidad orgánica y temática del pacto de Gracia a través de las
Escrituras, como Bautistas rechazamos la formula presbiteriana que de “un pacto
de gracia en diversas (o dos administraciones) por el simple hecho de no ser
una “fórmula bíblica”. En palabras de Pink:
“Cada pacto de Dios con el hombre
prefiguraba algún elemento del pacto eterno concertado con Cristo desde antes
de la fundación del mundo en favor de sus escogidos. Los pactos de Dios con
Noé, Abraham y David exhibían diferentes aspectos del pacto de gracia tan
cierto como los distintos utensilios del tabernáculo tipificaban determinadas
características de la persona y obra de Cristo. Sin embargo, tal como esos
utensilios tenían un uso puntual e inmediato, los pactos concernían tanto a lo
carnal y terrenal como a lo espiritual y celestial. Este hecho doble queda ilustrado y
ejemplificado en el pacto que estamos considerando. Su aspecto literal y
externo ya se conoce bien, así que no precisamos extendernos más. El sello y
señal del pacto – el arcoíris – y su promesa fueron cosas visibles y tangibles;
cosas que el hombre por sus sentidos comprueba hasta el día de hoy[10]”
El pacto de gracia
prometido en los otros pactos
La confesión habla de que la primera vez que
aparece el pacto de gracia prometido en después de la caída (llamado comúnmente
“protoevangelio Gen 3:15 y se cumplido en Cristo Romanos 16:20) el “árbol de la
vida” es la señal del pacto de obras (Apo 2:7; 22:14). Arthur Pink hace una interesante conexión
entre Adán y Cristo en este pacto:
El acuerdo que el Padre concertó con el
Mediador desde antes de la fundación del mundo fue prefigurado en Edén en los
siguientes puntos:
1. Adán, aquel con quien se concertó el
pacto, entró al mundo como ningún otro. Sin ser engendrado de padres humanos
fue producido milagrosamente por Dios; así también Cristo.
2. Nadie sino Adán de entre toda la raza
humana entró a este mundo con una complexión pura y una naturaleza santa; así
también sucedió con Cristo.
3. Su esposa fue tomada de él, de modo
tal que hasta pudo decir: “Esta es ahora hueso de mis huesos, y carne de mi
carne” (Gen.2:23); de la novia de Cristo se dice: “somos miembros de su cuerpo,
de su carne y de sus huesos” (Ef.5:30).
4. Adán se identificó voluntariamente
con su esposa caída. Él no fue engañado (1 Tim.2:14), sino que amaba a Eva de
tal modo que no podía verla perecer sola; y de igual modo, Cristo tomó
voluntariamente sobre sí los pecados de su pueblo (cf. Ef.5:25).
5. En consecuencia de esto, Adán cayó
bajo la maldición de Dios; de igual modo, Cristo soportó la maldición de Dios
(cf. Gal.3:13).
6. El padre de la humanidad era cabeza
federal de ellos; así Cristo, el “postrer Adán”, es cabeza federal de su
pueblo.
7. Lo que hizo Adán fue imputado a todos
sus representados; lo mismo sucede con Cristo: “Porque así como por la
desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también
por la obediencia de uno los muchos serán constituidos justos” (Rom.5:19[11]).
La confesión continua con “y luego mediante pasos
adicionales”. Esto se refiere a los otros pactos bíblicos que hay en las
Escrituras que van prometiendo el pacto de gracia. El pacto de Noé (Gen 6:18;
9:9-11) el arcoíris es la señal del pacto (Gen 9:12-17) Arthur Pink habla de
que el pacto de Noé prefiguraba la salvación en Cristo.
“Noé atravesando a salvo el diluvio en
el arca era un tipo de la
salvación. Y esto lo decimos con aval de la Sagrada Escritura: véase 1 Pedro
3:20-21. Noé y sus hijos fueron librados de la ira Divina que destruyó al resto
del mundo y ahora permanecían en aquello que, típicamente, era suelo de
resurrección. Sí, habiendo sido barrida y limpiada la tierra por la escoba del
juicio divino, e inaugurándose un nuevo comienzo en su historia, la familia
salvada salió del arca a pisar lo que virtualmente era suelo de una nueva creación. He aquí otro punto en
el cual nuestro presente tipo apunta
a realidades más elevadas de lo
que hasta ahora lo hacían los tipos anteriores. La herencia de los santos tiene
lugar en conexión a la nueva creación
(1 Pe.1:3-4). Así, pues,
estamos en condiciones de considerar las bendiciones de los herederos tipo[12]”
“Noé es figura de Cristo. Primero, como
el que remueve la maldición de una tierra corrompida, y como el dador del
reposo a los fatigados de su labor y del trabajo de sus manos y compungidos de
corazón (Gén.5:29; Mat.11:28). Segundo, como heredero de la nueva tierra, donde
“no habrá más maldición” (Gén.8:21; Ap.22:3). Tercero, como aquel en cuyas
manos todo era entregado (Gén.9:2; Juan 17:2; Heb.1:2). Los hijos de Noé, o su
simiente, eran figura de la iglesia. Con él fueron “bendecidos” (Gén.9:1; cf.
Ef.1:3); con él se les dio dominio sobre todas las criaturas inferiores: así,
los santos fueron hechos “reyes y sacerdotes para Dios” (Ap.1:6, RVR´60), y
“reinarán con él” (2 Tim.2:12). Con él fueron mandados a ser “fecundos” y
“poblar [procrear] en abundancia” (Gén.9:7): así, los cristianos habrán de
abundar en frutos y en toda buena obra. El hecho de que este pacto fuera uno
absoluto o incondicional nos habla de la inmutabilidad de nuestra
bienaventuranza en Cristo[13]”
El pacto
con Abraham (Gen 15:18;
Gen 17:2) en donde la señal es la circuncisión (Gen 17:11) Arthur Pink nos dice
como el pacto Abrahamico prefiguraba a Cristo y su pacto eterno:
“Ahora, solo nos resta indicar en qué
aspectos el pacto Abrahámico prefiguraba al pacto eterno. Primero, anunciaba el
alcance global de la misericordia divina: gente de todas las naciones figuran
en los escogidos por gracia. Segundo, daba a conocer el tronco designado del
cual vendría el Mesías y Mediador. Tercero, anunciaba que únicamente la fe
podía asegurar tener parte en las bendiciones prometidas por Dios. Cuarto, en
la figura de Abraham como padre de todos los creyentes se prefiguraba el hecho
de Cristo como el Padre de su simiente espiritual (Isa.53:10-11). Quinto, en el
llamado de Abraham a dejar su tierra y su parentela, y pasar a ser peregrino en
tierra extraña, se tipificaba a Cristo dejando los cielos para morar en la
tierra. Sexto, como el “heredero del mundo” (Rom.4:13), Abraham prefiguraba a
Cristo como el “heredero de todas las cosas” (Heb.1:2). Séptimo, en la promesa
de darle Canaán a su descendencia, tenemos una figura de la herencia celestial
que Cristo adquirió para su pueblo[14]”
El pacto con Moisés o Mosaico
(Exo 19:5; 24:7-8; Dt 5:2). Arthur Pink nos dice que el pacto Mosaico
prefiguraba a Cristo.
“Al concertar el pacto Sinaítico con la
nación de Israel, la Iglesia de Cristo fue allí prefigurada en su carácter
corporativo. Al tratar todos sus asuntos con Israel por medio de Moisés, Dios
indicaba que recibimos todas las bendiciones por medio “[del] mediador de un
mejor pacto” (Heb.8:6). Al redimir primeramente a Israel de Egipto y entonces
ponerlos bajo la ley, Dios indicaba que Su gracia reina “por medio de la
justicia” (Rom.5:21). Al tomar sobre Sí el oficio de Rey (Deu.33:5), Dios
enseñaba que exige sumisión (obediencia) implícita de su pueblo. Al poner el
tabernáculo en medio de Israel, Dios revelaba el lugar de cercanía con Él al
cual nos introdujo. Por las varias instituciones de la ley ceremonial,
aprendemos que “sin la santidad nadie verá al Señor”. Al introducir a Israel a
la tierra de Canaán, Dios proporcionó una imagen de nuestra herencia celestial[15]”
El pacto Davídico (2 Sam 23:5; 2
Cro 7:18) Arthur Pink comenta como el pacto davídico prefigura a Cristo:
Las “misericordias firmes a David” eran
las cosas prometidas al David antitípico en Salmos 89:28-29, y así. Que no es
al David natural o hijo de Isaí al que ahí se tiene en vista, resulta claro al
tomar en cuenta algunas observaciones. Primero, el David natural había muerto
siglos atrás. Segundo, este David cuyas misericordias eran firmes, estaba aún
por venir cuando el profeta escribió esto, como se ve por los versículos 4 y 5.
Tercero, nadie sino el Mesías, el Señor Jesús, responde a todo lo allí
predicado. Finalmente, toda duda es plenamente removida cuando el apóstol cita
este versículo en Hechos 13:34, al decir “y en cuanto a que le levantó de los
muertos para nunca más volver a corrupción, lo dijo así: os daré las
misericordias fieles [firmes] de David”. De este modo, las “misericordias
firmes” del verdadero David significaban que Dios lo levantaría de la muerte
para vida eterna. Esas “misericordias firmes”, Isaías las refiere a todos los
fieles como las bendiciones del pacto y por ende, pueden ser entendidas como
todos los beneficios salvíficos derramados sobre los creyentes en esta vida o
en la venidera. Esto no debería generarnos ningún inconveniente. Esas
“misericordias” pertenecían a Cristo por la promesa del Padre y por sus propios
méritos; y al resucitar, se hicieron posesión suya definitivamente teniendo en
él su fundamento (2 Cor.1:20). Y de él las recibimos todas (Juan 1:16;
16:14-16). Las promesas fluyen a través de Cristo a todo aquel que cree, y así
es como son hechas “firmes” a toda su simiente (Rom.4:16). Fue el pacto el que
proveyó una base sólida de misericordia a la familia del Redentor y ni una de
estas bendiciones puede ser revocada (Rom.11:32). Dios juró derramar esas
“misericordias firmes” sobre la familia o simiente espiritual de David (2
Sam.7:15-16; Sal.89:2, 29-30), y fueron cumplidas con la venida de Cristo y el
establecimiento de su reinado en su resurrección, tal como lo enseña Hechos
13:34: por cuanto su vuelta de la tumba constituía el paso necesario para la
asunción de su poder soberano. Dios no solamente dijo “he aquí, lo he puesto
por testigo a los pueblos”, sino también “por guía y jefe de las naciones”
(vs.4). En Apocalipsis 1:5 y 3:14 Cristo es visto como el “testigo” y otra vez,
en Juan 18 dice a Pilato “mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de
este mundo, entonces mis servidores pelearían” (vs.36). No es un reino basado
en el uso de armas, como lo fue el de David, sino en el poder de la verdad
(véase vs.37). Cristo, tras resucitar, se convirtió en “jefe” (Mat.28:18-19).
Como claramente dijeron los apóstoles: “A éste Dios exaltó a su diestra como
Príncipe y Salvador” (Hch.5:31). Es el hecho de que empuña el cetro real, lo
que garantiza a su pueblo el cumplimiento de todas las promesas que Dios el Padre
le hizo – “las misericordias firmes a David”. “He aquí (dice Dios al David antitípico, nombrado en el versículo anterior como
“testigo” y “jefe”, y mostrando que esto era aún futuro en los tiempos de
Isaías), llamarás a una
nación que no conocías (el reino de
Dios os será quitado y será dado a una nación que produzca sus frutos,
Mat.21:43; La “nación santa” de 1 Pe.2:9), y una nación que no te
conocía, correrá a ti…” (vs.5), lo cual, obviamente, se refiere al presente
llamamiento de los gentiles[16]”
El nuevo pacto (Jer 31:31-34;
32:37-40; 33:14-16) cumplido por Cristo (Mt 26:26-29; Mc 14:22-25; Luc 22:
20-23) explicado por el libro de Hebreos (8:6-13) Arthur Pink nos dice como
este “Nuevo pacto” prefigura el pacto eterno de Cristo:
“La primera entrada hecha del nuevo
pacto fue hecha por la misión de Juan el Bautista, que fue enviado a preparar
el camino del Mesías y, por ende, su misión fue nombrada como el principio del
evangelio (Marcos 1:1-2). Hasta su aparición, los judíos estaban todos
completamente ligados al pacto Sinaítico, sin ninguna modificación o adición en
ninguna de las ordenanzas de culto. Pero su ministerio fue ideado para
prepararlos y hacer que miraran hacia el cumplimiento de la promesa de Dios
referente a hacer un nuevo pacto. Por ende, él llamó a la gente a que no
descansen ni se apoyen en los privilegios del antiguo pacto, predicándoles la
doctrina del arrepentimiento e instituyendo una nueva ordenanza de adoración:
el bautismo; por el cual podían ser iniciados a una nueva condición y relación
con Dios; señalándoles al Cordero predicado. Este era el comienzo del
cumplimiento de Jeremías 31:31-33 (compárese con Luc.16:16). Segundo, la
encarnación y el ministerio personal del Señor Jesucristo mismo fue una gran
etapa y eminente avance en su desarrollo. Cierto, aún continuaba la
dispensación del antiguo pacto, porque Él mismo, nacido de mujer, fue nacido
bajo la ley (Gál.4:4), rindiéndole obediencia y observando todos sus preceptos
e instituciones. Sin embargo, su encarnación puso un hacha en la raíz de la
dispensación entera. De ahí que al momento de su nacimiento fuese anunciada
desde el cielo la sustancia del nuevo pacto, indicando que estaba en sus
vísperas (Luc.2:13-14). Pero fue hecho más evidente todavía un tiempo después
con Su ministerio público; en donde toda su doctrina fue preparatoria para la
introducción inmediata de este pacto. Las pruebas que Él da de Su Mesianeidad,
el cumplimiento que hace de las profecías acerca de Él, fueron todos signos de
que Él era el Mediador designado de ese pacto. Tercero, una vez preparado el
camino para su introducción, el pacto fue solemnemente promulgado y confirmado en y mediante Su muerte, porque allí ofreció a Dios el sacrificio
sobre el cual fue establecido; y a partir de ahí, la promesa se convirtió,
propiamente, en un testamento (Heb.9:14-16). En este pasaje, el apóstol muestra
cómo el derramamiento de la sangre de Cristo se correspondía con aquellos
sacrificios cuya sangre era rociada al pueblo y al libro de la ley en
confirmación del primer pacto. La cruz, entonces fue el centro donde se
reunieron todas las promesas de gracia, y de donde todas cobran su eficacia. De
ahí en más, el antiguo pacto y su administración, tras haber recibido pleno
cumplimiento, carecen de vigor (Ef.2:14-16; Col.2:14- 15); permaneciendo solo
por la paciencia de Dios, hasta ser quitadas en Su tiempo y a Su modo. Cuarto,
este nuevo pacto se ve plenamente realizado y establecido en la resurrección de
Cristo. Dios no hizo el primer pacto simplemente para que continuara por
período, muriera y fuera arbitrariamente quitado. No, la economía levítica
tenía un fin específico que concretar y nada podía ser quitado hasta que el
propósito de Dios se viera cumplido. Ese propósito era doble: (1) el
cumplimiento perfecto de la justicia que la ley pedía, (2) y el padecimiento de
su maldición. Lo primero se vio cumplido en la obediencia perfecta de Cristo
(garantía del pacto), obrada por aquellos con quienes el pacto fue hecho. Lo
otro fue soportado por Él en Sus padecimientos. Y Su resurrección fue la
evidencia pública de quedar libre de la ley por haberla cumplido a la
perfección. Entonces, el antiguo pacto expiró y su sistema de culto fue mantenido
durante algunos años solo por la paciencia de Dios para con los judíos. Quinto,
la primera promulgación formal del pacto, como realizado y ratificado, fue en
el día de Pentecostés siete semanas después de la resurrección de Cristo. De
forma notable esto se correspondió con la promulgación de la ley desde el
Sinaí, porque pasó la misma cantidad de tiempo desde su salida de Egipto. De
Pentecostés en adelante, las ordenanzas de culto y todas las instituciones del
nuevo pacto se hicieron obligatorias a todos los creyentes. Allí la iglesia fue
absuelta de toda ordenanza propia del viejo pacto y su adoración, aunque no era
todavía tan claro en sus conciencias. Cuando Pedro dijo a sus oyentes que se
compungieron de corazón que la promesa era para ellos y para sus hijos, les
estaba anunciando el nuevo pacto a los miembros de la casa de Judá, a ellos y a
todos los que están lejos (compárese con Dan.9:7), alcanzando a los dispersos
de Israel. Y cuando añadió “Sed salvos de esta perversa generación” (Hech.2:39-40),
dio a entender que el antiguo pacto había envejecido y estaba por desaparecer.
Sexto, esto fue confirmado en Hechos 15:23-29. Solo nos resta decir unas
palabras en cuanto al pacto original y el pacto final. Es importante que
distingamos claramente entre el pacto eterno que Dios hizo de antes de la
fundación del mundo, y el pacto Cristiano que instituyó en los últimos días de
la historia del mundo. Primero, el uno fue hecho en la eternidad pasada, el
otro se realiza en el tiempo. Segundo, el primero fue hecho únicamente con
Cristo, el otro es hecho con todo Su pueblo. Tercero, el primero es
incondicional en cuanto a nosotros concierte, el otro prescribe ciertos
términos que debemos cumplir. Cuarto, bajo el primero Cristo es el heredero,
bajo el otro los cristianos son herederos: en otras palabras, la herencia que
Cristo consiguió al cumplir los términos del pacto eterno nos es ahora
administrada por Él en la forma de un testamento[17]”
Luego
la confesión dice “hasta
completarse su plena revelación en el nuevo testamento”. Esto
simplemente significa que en Jesucristo se reveló plenamente el pacto de gracia
(La revelación progresiva Hebreos 1:1-2; Romanos 16:25-27; Efesios 2:12; 3:5;
Tito 1:2-3)
La
confesión sigue y dice: “y tiene su fundamento en aquella transacción
federal y eterna que hubo entre el Padre y el Hijo acerca de la redención de
los escogidos; y es únicamente a través de la gracia de este pacto como todos
los descendientes del Adán caído que son salvados obtienen vida y bendita
inmortalidad, siendo el hombre ahora totalmente incapaz de ser aceptado por
Dios bajo aquellas condiciones en las que estuvo Adán en su estado de
inocencia”
Con esto se apunta al pacto de
redención establecido en la eternidad (Efe 1:3; 2 Tim 1:9; Juan 6:38-40; 10:18)
y lo bajo la condición de fe y arrepentimiento pueden ser salvos (Mt 3:2; 4:17;
Mc 1:15; Hechos 3:19)
La implicancia de la teología del pacto
Bautista
Las implicancias de
la teología del pacto Bautista son eclesiológicas. Esto quiere decir que
consideramos miembro de la iglesia a aquellos por los cuales Cristo murió y les
concedió fe. Por eso mismo rechazamos el Bautismo de infantes, porque está
basado en una interpretación errada del pacto de gracia. Es claro que la
promesa del nuevo pacto es donde solamente hay creyentes:
“Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de
aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su
corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni
ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán,
desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque
perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado” Jeremías
31:33-34
La promesa del pacto de
gracia es cumplida en Jesucristo, por tanto solamente los creyentes que
evidencia fe son quienes deben bautizarse y eso no incluye a los infantes (Mt
28:19-29)
[1] https://www.chapellibrary.org/files/archive/pdf-spanish/lbcos.pdf
[2] http://editorialperegrino.com/tienda/doctrina-y-teologia-/1597-exposicion-de-la-confesion-bautista-de-fe-de-1689-9781932481266.html
[3]
Samuel Waldron. Exposición de la Confesión Bautista de fe de 1689. Páginas
130-131
[4]
Ver punto 6 de la confesión “De la caída del hombre del pecado y su castigo”
[5] https://www.chapellibrary.org/files/archive/pdf-spanish/lbcos.pdf
[6] http://editorialperegrino.com/tienda/doctrina-y-teologia-/1597-exposicion-de-la-confesion-bautista-de-fe-de-1689-9781932481266.html
[7]
Samuel Waldron. Exposición de la Confesión Bautista de fe de 1689. Páginas 147-
151
[8] Samuel Waldron. Exposición de la Confesión
Bautista de fe de 1689. Páginas 147-151
[9] https://www.chapellibrary.org/files/archive/pdf-spanish/lbcos.pdf
[10]
Arthur Pink. Los pactos divinos. Página 80.
[11]
Arthur Pink. Los pactos divinos. Páginas 64-65.
[12]
Arthur Pink. Los pactos divinos. Página 76.
[13]
Arthur Pink. Los pactos divinos. Página 85.
[14]
Arthur Pink. Los pactos divinos. Página 149.
[15]
Arthur Pink. Los pactos divinos. Página 222.
[16]
Arthur Pink. Los pactos divinos. Páginas 279-280.
[17]
Arthur Pink. Los pactos divinos. Páginas 340-342