Introducción
El famoso pastor bautista Charles Spurgeon dio una
charlas para los pastores jóvenes de su época que finalmente termino siendo un
libro clásico llamado “discurso a mis estudiantes”.[1] En
ese libro el ejemplifico varios problemas que los pastores enfrentaran y en una
ocasión escribió:
“Todos
nosotros hemos oído referir la historia del hombre que predicaba tan bien, y
vivía tan mal, que cuando estaba en el púlpito no había quien no dijera que
nunca debía salir de él, y cuando lo dejaba, todos a una declaraban que no
debía volverlo a ocupar jamás”.
Las palabras de Spurgeon reflejan lo que
podemos llegar hacer del ministerio pastoral, una profesión que no tiene
coherencia con nuestras vidas. Podemos ir a la Biblia para buscar sermones y no
a Dios, podemos predicar de la Biblia sin vivir la Biblia, podemos aconsejar a
los matrimonios y a las familias ¡Y estar perdiendo la nuestra! Un pastor
llamado Paul Tripp ha escrito un libro respecto al ministerio pastoral llamado
“El llamamiento peligroso”.[2] En
el primer capítulo de este libro él describe su dolorosa experiencia con el
pecado de la ira y como no pudo verla debido a que había 3 problemas
fundamentales que operaban en él como ceguera espiritual. El escribe que el
primer tema que actuó como ceguera espiritual en su vida fue que dejo que el
ministerio definiera su identidad:
“El
ministerio había llegado a ser mi identidad. No, no pensaba de mí como un hijo
de Dios que tenía una necesidad diaria de la gracia, en medio de mi propia
santificación, todavía en una lucha con el pecado, todavía con una necesidad
del cuerpo de Cristo y llamado al ministerio pastoral. No, pensaba de mí mismo
como un pastor. Eso es todo,
conclusión. El oficio de pastor era más que un llamado y un conjunto de dones
que Dios me había dado y que el cuerpo de Cristo había reconocido. “Pastor” me
definía. Era yo en un sentido
que probaba ser más peligroso de lo que yo hubiera pensado”
Una de las tentaciones que tenemos como
pastores es “profesionalizar el ministerio pastoral”[3] y
pensar que esto nos define delante de Dios y olvidamos rápidamente que somos por
sobre todo hijos de Dios. Esto hace que no estemos constantemente buscando la
presencia de Dios y debilita nuestro ministerio pastoral.
El segundo tema que actuó como ceguera
espiritual en el fue que dejó que la enseñanza bíblica y el conocimiento teológico definiera su
madurez:
“Ya
que el seminario tiene la tendencia a reducir la fe a un rígido sistema de
preceptos y reglas o, lo que es lo mismo, a academizar la fe, haciéndola un
mundo de ideas que tiene que ser dominado, a los estudiantes les es demasiado
fácil apoyar incondicionalmente la creencia de que la madurez bíblica se trata
de la precisión del conocimiento teológico y de la entereza de su enseñanza
bíblica. Por esta razón los graduados del seminario, que son expertos en la
Biblia y en la teología, tienen la tendencia a pensar que son maduros. Pero
debe decirse que la madurez no es solo algo que haces con tu mente (aunque éste
es un elemento importante de la madurez espiritual). No, la madurez se trata de
cómo vives tu vida. Es posible ser teológicamente astuto y ser muy inmaduro. Es
posible ser bíblicamente culto y tener una importante necesidad de crecimiento
espiritual”.
La tentación de creer ser maduro por poseer mucha
información y conocimiento teológico es muy grande en nuestros tiempos, pues
hoy tenemos acceso con mucha facilidad a la información. Pero un pastor debe
reconocer que el conocimiento no es sinónimo de madurez, sino que la madurez se
manifiesta en el carácter santo del pastor.
Y el tercer tema que actuó como ceguera espiritual fue que confundió el éxito ministerial con el
respaldo que Dios le daba a su estilo de vida:
“El
ministerio pastoral era emocionante en muchos sentidos. La iglesia estaba
creciendo numéricamente y parecía que la gente estaba creciendo espiritualmente.
Parecía que más y más personas se estaban comprometiendo con esta vibrante
congregación espiritual y vimos que en las vidas de las personas estaban
llevando a cabo batallas en el corazón. Fundamos una escuela cristiana que
estaba creciendo y que estaba aumentando en reputación e influencia. Estábamos
comenzando a identificar y a discipular a los líderes. No todo era color de
rosa, y hubo momentos que fueron dolorosos y muy agotadores, pero comencé mis
días con un profundo sentimiento de privilegio de que Dios me había llamado a
hacer lo que Él me había llamado a hacer. Estaba guiando a una congregación de
fe y Dios estaba bendiciendo nuestros esfuerzos. Pero tomé estas bendiciones de
la manera equivocada. Sin saber que lo estaba haciendo, tome la fidelidad de
Dios hacia mí, hacia Su pueblo, hacia la obra de Su reino, hacia Su plan de
redención y hacia Su iglesia como un respaldo para mí”.
Los pastores debido a que vemos que Dios está obrando en
su iglesia, podemos pensar que todo está pasando debido a nosotros. Podemos
llegar a pensar que es debido a nuestras “obras” que la iglesia avanza. Esto
nos puede llevar a engañarnos en nuestra condición espiritual, ya que ¿Qué
importa como vivo si la obra de Dios avanza? ¿No acaso esta una señal de la
aprobación divina?
Estas tres tentaciones que describe el pastor Paul Tripp
reflejan que el ministerio pastoral puede llegar a ser muy peligroso para
nuestra vida espiritual. Por lo que es importante comprender que antes de ser
pastores, somos hijos de Dios, esposos, padres y finalmente pastores. El riesgo
de no entender esto, es que nuestra familia puede ser dañada en el ministerio
pastoral y quedar descalificados del ministerio.
El ministerio pastoral es el llamado más alto y sublime
que Dios puede dar a un hombre, pero también es el llamamiento más peligroso
del mundo. Esto se debe a que del pastor se espera una vida ejemplar en la
familia, en la iglesia y con el mundo. Dios ha establecido parámetros claros (1
Tim 3:1-7; Tito 1:5-9) por tanto el pastor debe cuidar su vida personal, su
vida familiar, su relación con la comunidad de creyentes y con los de afuera.
La vida espiritual del
pastor
Lo primero que como pastores debemos recordar es que
somos hijos de Dios. Esto significa que Cristo nos ha sido salvado, El nos ha libertado
del pecado (Rom 6:22), justificado por su obra (Rom 5:1) librado de la
condenación (Rom 8:1) adoptado y hecho sus coherederos (Rom 8:15) y llamados a
ser transformado por la palabra de Dios (Rom 12:1-2) Debemos siempre evitar la
tentación de buscar nuestra identidad en el ministerio pastoral y mantenernos
enfocados en que nuestra identidad esta en Cristo, en ser hijos de Dios. Y como
hijos de Dios debemos mantenernos en constante oración y lectura de la palabra
de Dios. Pero aunque el llamado de Dios a la oración y lectura bíblica es para
todo cristiano, la exigencia para el pastor es más alta. Esto quiere decir que
la dependencia de Dios debe ser mayor en un ministro que en cualquier otro
hermano. La oración es tan seria para el ministro que no orar es no cumplir con
la vocación a la cual fue llamado. Un pastor hizo la siguiente observación
sobre la vida de oración de los ministros[4]:
“La oración es la
vida y el alma de nuestra sagrada función; sin ella, no podemos esperar éxito
en nuestro ministerio; sin ella nuestras mejores instrucciones son estériles y
nuestras más arduas tareas son ociosas. Antes de poder inspirar terror en aquellos
que rompen la ley, debemos primero, como Moisés, pasar mucho tiempo retirados
con Dios; la oración a menudo le da el éxito a aquellos con poco talento,
mientras que los grandes, sin ella, son inútiles o perniciosos. Un ministro que
no es un hombre de piedad y oración, aunque tenga otros muchos talentos, no
puede ser llamado siervo de Dios, sino más bien un siervo de Satanás, escogido
por él, por la misma razón por la que escogió a la serpiente antigua debido a
que era más astuta que cualquier otra bestia del campo que Dios había hecho.
Que monstruo debe ser ese ministro del evangelio, oh Dios, ese dispensador de
las ordenanzas del evangelio, ese intercesor entre Dios y su pueblo, ese
reconciliador del hombre con su creador sino se mira a sí mismo como un hombre
de oración”
Al tomar estas palabras en serio, vemos todo el peso que
tiene la vida de oración en la vida del pastor. Pero un pastor no solamente
debe ser un hombre de oración, sino también un hombre que “usa bien la palabra
de verdad” (2 Tim 2:15) cuando Pablo le escribió las cartas al joven pastor
Timoteo se nota bastante el énfasis de Pablo por la preocupación doctrinal (1
Tim 1:3; 4:6,11-16; 6:2-4; 6:11-14; 2 Tim 1:13-14; 2:2; 4:1-2) por tanto un
pastor debe cultivar estas disciplinas espirituales constantemente y debe ser
ejemplo en ello.
La vida espiritual del pastor debe ser disciplinada, por
esto mismo Pablo le escribió al joven Timoteo “Ejercítate para la piedad;
porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo
aprovecha, pus tiene promesa de esta vida presente y de la venidera” (1 Tim
4:7-8) y además Pablo ejemplifico esta vida disciplinada con varias metáforas.
Un pastor debe ser un soldado que sufre por el evangelio (2 Tim 2:3-4) un
atleta que lucha por el evangelio (2 Tim 2:5) un labrador que trabaja por el
evangelio (2 Tim 2:6) y un obrero aprobado delante de Dios (2 Tim 2:15) Todas
estas metáforas suponen la disciplina del pastor en su vida espiritual.
Además de esto un pastor debe cuidarse de sí mismo en estas
disciplinas espirituales. Un pastor antiguo llamado Richard Baxter escribió un
libro titulado “El pastor Reformado” él dió la siguiente advertencia para los
ministros[5]:
“Sea diligente en
mantenerse en una buena y saludable condición espiritual. Primero predique sus
sermones a sí mismo. Su pueblo se fijará si usted ha pasado mucho tiempo con
Dios y serán beneficiados. Lo que ocupa más su corazón se comunicará más
eficazmente a ellos. Confieso que cuando mi corazón está frío, entonces mi
predicación es fría. Si nuestro amor, fe o reverencia disminuyen pronto se
manifestará en nuestra predicación, quizás no tanto en lo que predicamos sino
en la manera en que lo hacemos. Y nuestro pueblo sufrirá. Por otra parte, si
estamos llenos de amor, fe y celo, entonces nuestro ministerio traerá
refrigerio y aliento. Hermanos, guarden sus corazones para mantenerlos libres
de las concupiscencias, las pasiones y la mundanalidad. Mantengan su fe, su
amor y su celo. Pase mucho tiempo en comunión con Dios. Si no hace esto, entonces
todo irá mal. Usted debe obtener de Él, el fuego celestial para consumir sus
sacrificios. Si su fervor es artificial usted no puede esperar la bendición de
Dios. Los pecados vergonzosos y las herejías comienzan normalmente con
desviaciones pequeñas. Frecuentemente Satanás se aparece como un ángel de luz
para atraerle hacia las tinieblas. Si usted cede ante el orgullo o cae en el
error, entonces usted será una maldición en lugar de una bendición para el
pueblo de Dios. Por lo tanto, tenga cuidado tanto para su propio beneficio,
como para el de otros. Yo pienso que un ministro debería cuidar su corazón
especialmente antes de ministrar en público. Lea algún libro espiritualmente
estimulante o considere la gran importancia de su mensaje o piense en las grandes
necesidades espirituales de su grey. Suba al púlpito en el celo del Señor, para
que los corazones de los oyentes puedan ser calentados, antes de salir del
servicio”
La vida espiritual del pastor es bastante importante
porque él debe ministrar a otros por medio de la oración y la palabra de Dios. El
pastor es el ejemplo de la grey, por lo que él debe mostrarse ejemplo en estos
dos elementos básicos de la vida cristiana que son la oración y la Biblia. Los
pastores se pueden sentir tentados a hacer muchas cosas y descuidar estas
disciplinas espirituales esenciales. Pero cuando los apóstoles se vieron
enfrentados a un conflicto respecto a la repartición de los alimentos en el
primer siglo (Hechos 6:1) la respuesta de ellos no fue encargarse ellos mismos
de estas cosas, sino que buscaron hombres idóneos que se encargaran de esto
(Hechos 6:3) La respuesta de ellos era simple “No es justo que nosotros dejemos
la palabra de Dios para servir a las mesas” (Hechos 6:2) más bien era correcta
su decisión de “Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la
palabra de Dios”. Descuidar estas dos disciplinas espirituales, es descuidar el
fundamento del ministerio pastoral, ya que nada puede realizarse sin la
dependencia en oración con el Señor y la revelación escrita que Dios nos dado.
La vida familiar del Pastor
El estándar que Dios ha establecido para el ministerio
pastoral están revelados en las “cartas pastorales” donde Pablo especifica con
claridad cuáles son (1 Timoteo 3:1-7; Tito 1:5-9) el primer requisito para un
pastor es que sea “irreprensible”, esto quiere decir literalmente que el pastor
“no será llamado a rendir cuentas”, “sin mancha”, “por encima de toda reprensión”.[6] La
idea de “irreprensible” no tiene que ver con la perfección sin pecado, pues en
ese caso nadie podría estar llamado al ministerio pastoral. Más bien, alude a
un hombre de carácter maduro y santo, que con su vida ejemplifica lo que lo que
predica. No hay nada en él que sea evidente pecaminoso que lo descalifique del
ministerio. Los requisitos exigidos por Dios para el ministerio pastoral se
pueden dividir en tres aéreas. En primer lugar la moralidad sexual, en segundo
lugar el liderazgo familiar y en tercer lugar un carácter piadoso para con los
creyentes y los no creyentes.[7]
La moralidad sexual
La primera cualidad de carácter es que el pastor sea
“marido de una sola mujer”. Han existido diversas interpretaciones sobre esta
frase, como que lo que está diciendo este texto es que el marido no debe
practicar la poligamia, no debe ser viudo o no debe ser soltero. Pero la verdad
es que ninguna de estas ideas son correctas con el texto, ya que la poligamia
está prohibida para todos, no solo para los pastores (Mt 19:5). Tampoco puede
estar condenando la posibilidad que un hombre viudo se vuelta a casar (Rom
7:1-6) ni tampoco es probable que se refiera a un soltero ya que hasta donde
sabemos Pablo y Timoteo eran solteros. Así ¿Qué significa la frase? Lo que la
frase dice literalmente es “hombre de una mujer” por lo que significa que esta
entregado a su mujer, dedicado completamente a su mujer y a nadie más. Es
sabido que una de las tentaciones que los pastores enfrentan es la “tentación
sexual”, por tanto un pastor debe ser bastante cuidadoso en esta área. Uno de los pecados más destructivos para los
pastores, es el pecado sexual (1 Cor 6:18) ya que no solamente es un pecado
que ofende a Dios y destruye su comunión
con él, sino que además destruye su relación con su esposa. Al destruir su
relación con su esposa, destruye su testimonio como pastor, perdiendo su
credibilidad y finalmente siendo “blasfemado el nombre de Dios” por su pecado. El
pastor John MacArthur comenta sobre esto[8]:
“En el siglo actual
la cristiandad evangélica se ha enfocado mayormente por la batalla por una
doctrina pura –y debe hacerlo-, pero estamos perdiendo la batalla por la pureza
moral. Tenemos a personas con una teología correcta pero que están viviendo
vidas impuras. El estándar de Dios no puede ser rebajado por causa de la simpatía.
No debe serlo porque podemos ser amorosos, perdonadores, bondadosos,
misericordiosos y amables sin comprometer lo que Dios dice acerca del carácter
del hombre que quiere que dirija su iglesia. Todas las batallas por la
integridad son, en definitiva, vanas si los predicadores de las iglesias son
corruptos y las ovejas ya no siguen a sus pastores como modelos de santidad. La
iglesia debe tener líderes irreprensibles. Todo lo que sea menos es una
abominación a Dios, amenaza desastres para la vida de la iglesia”
El liderazgo familiar
La segunda cualidad del pastor que podemos extraer es
“que gobierne bien su casa que tenga a sus hijos en sujeción con toda
honestidad” (pues el que no sabe
gobernar su propia casa ¿Cómo cuidará de la iglesia de Dios?) (1 Tim 3:4-5) en
sencillas palabras es que el pastor sepa guiar a su familia espiritualmente. Esto
es muy importante tenerlo en cuenta ya que el ministerio pastoral ejerce mucha
presión sobre la familia. Los datos no son alentadores respecto a esta
problemática, por ejemplo en el contexto norteamericano las problemáticas son;
poco tiempo con la esposa, problemas de dinero, nivel salarial, dificultades en
la comunicación, expectativas de la congregación, diferencias sobre el uso del
tiempo libre, dificultad criando hijos, problemas sexuales, la ira del pastor
hacia la esposa, diferencias sobre la carrera del ministerio, diferencias sobre
la carrera del cónyuge.[9] Es
poco probable pensar que los problemas en nuestro contexto sean diferentes.
Entonces ¿Cómo enfrentar estas problemáticas? Poniendo en práctica los
principios bíblicos que enseñan la responsabilidad como esposo y padre.
El pastor como esposo (Efe
5:25-33; Col 3:19)
El pastor debe amar a su esposa como “Cristo amo a su iglesia”. El debe
reflejar y ejemplificar este amor en su vida cotidiana y en la comunidad en la
cual pastorea. Entonces ¿Cómo amo Jesús a su iglesia? Veamos como Pablo nos
enumera en estos versículos como Jesús amo a su iglesia (Efesios 5:23-33) En primer lugar Jesús amo a su esposa la
iglesia sometiéndose al Padre (Mt 26.29; Jn 4:34; 6:38; 1 Cor 15:28) por
tanto el pastor manifiesta su amor a su esposa cuando se somete a Dios. Este es
el argumento planteado de Pablo sobre la sujeción en el contexto (Efe 5:21)
Cristo siendo cabeza de la iglesia no hizo lo que quiso, sino que se sometió al
Padre. Por tanto el debe ser la “cabeza” del hogar en este sentido (1 Cor 11:3)
En segundo lugar, Cristo siendo cabeza de la iglesia fue un servidor de
ella (Mt 20:25-28; Jn 13:13-15) que el pastor sea el “cabeza” de la mujer
quiere decir que él es servidor de ella. Por lo tanto como pastores debemos servir
a nuestras esposas en sus necesidades, y así mostrar el amor abnegado que
Cristo mostro con su iglesia.
En tercer lugar, Jesús amo a su iglesia de forma
paciente. Los discípulos del Señor no siempre hicieron lo que él les decía, en
ocasiones se mostraban con poca fe (Mt 8:26), no entendían (Mc 8:17) o
simplemente discutían por poder (Luc 22:24) pero Jesús tuvo la paciencia para
reprenderles y enseñarles en el camino. Jesús sabiendo que los discípulos eran
pecadores, tuvo paciencia para con ellos en todo. La situación es más
complicada para nosotros porque nosotros somos pecadores, tanto el marido como
la esposa. Por tanto en muchas ocasiones el pastor como cabeza de hogar deberá
ser paciente.
En cuarto lugar, Jesús amo a su iglesia hasta la
muerte. Jesucristo puso como estándar de su discipulado la negación de sí
mismo hasta la muerte (Mt 16:24-25; Mc 8:34-35; Luc 9:23-24) El mismo cumplió
esto literalmente por amor a su pueblo (Juan 12:24-26) el pastor debe estar
dispuesto a amar a su esposa hasta la muerte.
En quinto lugar, el pastor debe santificar a su
esposa por medio de la enseñanza. Esta práctica era lo que antiguamente se
llama “los cultos familiares”. El pastor debe estar guiando espiritualmente a
su familia por medio de la palabra. Para poder realizar esta tarea es obvio que
debemos conocer la palabra de Dios. Jesús usaba las Escrituras para
combatir a Satanás (Mt 4:1-11) nos mando a escudriñar las Escrituras porque
ellas dan testimonio de él (Jn 5:39) y esto es porque ella es la espada del
Espíritu (Efe 6:17) El pastor que no realiza esta tarea, no está llevando su
ministerio de forma adecuada.
Finalmente este capítulo podemos ver 4 razones
más de porque deben los pastores amar a sus esposas. La primera razón es
que amar a su esposa es amarse a sí mismo (V28-29) La segunda razón es
que deben amar a su esposa porque es miembro de Cristo (30) por tanto es parte
del cuerpo de Cristo (1 Cor 12:17) La tercera razón es que deben amar a su
esposa porque son una sola carne (31) citando Génesis 2:24. Y la cuarta y
última razón es que deben amar a su esposa porque refleja el misterio entre
Cristo y la iglesia (32-33)
Al examinar de forma rápida estos versos del Apóstol
Pablo podemos ver que el llamado que tienen los hombres (especialmente los
pastores) es amar de forma sacrificial a sus esposas. Un pastor que va a
cumplir con eficacia su ministerio debe comenzar amando a su esposa de la manera
que Dios ha establecido.
[1]
http://www.iglesiareformada.com/Spurgeon_Discursos_Estudiantes.pdf
[2]
Paul Tripp. El llamamiento peligroso. Editorial Faro de Gracia. Páginas 9-20
[3]
John Piper. Hermanos, no somos profesionales. Editorial Vida.
[4]
Thomas K. Ascol. Querido Timoteo, Cartas al ministerio pastoral. Páginas 63-64
[5]
http://www.iglesiareformada.com/Baxter_el_pastor_reformado.pdf
[6]
John MacArthur. El ministerio pastoral. Editorial Clie. Año 2005. Página 114.
[7]
Ibíd.
[8]
John MacArthur. El ministerio pastoral. Editorial Clie. Año 2005. Página 115.
[9]
John MacArthur. El ministerio pastoral. Editorial Clie. Año 2005. Página 188.
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