El famoso antropólogo francés Claude Lévi Strauss afirmo
en una ocasión que:
“La vida familiar está presente en
prácticamente todas las sociedades humanas, incluso en aquellas cuyas
costumbres sexuales y educativas están muy distantes de las nuestras. Tras
haber afirmado durante alrededor de cincuenta años que la familia, tal como la
conocen las sociedades modernas, no podía ser sino un desarrollo reciente,
resultado de una prolongada y lenta evolución, los antropólogos se inclinan
ahora a la opinión contraria; a saber, que la familia, apoyada en la unión más
o menos duradera y socialmente aprobada de un hombre, una mujer y sus hijos, es
un fenómeno universal, presente en todos los tipos de sociedades[1]”
Incluso un no creyente puede darse cuenta que la idea del
“matrimonio” o “vida familiar entre un hombre y mujer” es algo universal. Nosotros
lo sabemos porque Dios es quien instituyo el matrimonio. Dios había creado todo
muy bueno (Gen 1:31) no obstante después
de que Dios el trabajo de “labrar y guardar el huerto” (Gen 2:15) expreso Dios
que “No es bueno que el hombre este solo; le haré una ayuda idónea para él”
(Gen 2:18) ¿Qué significa esto? Significa que el hombre tenía la necesidad de
una compañera, de una ayuda. Los hombres no somos “autosuficientes” pues
necesitamos de una compañera, pero esto tampoco significa que la compañera sea
“imprescindible (esto sería endiosarla) sino tantos hombres como mujeres
necesitamos en primer lugar de Dios y luego de la compañía del esposa o esposa.
La institución del
matrimonio
En Génesis 2:21-25 tenemos la institución del matrimonio.
Vemos que Dios fue quien creó a la mujer de la costilla del hombre (Gen 2:21-22)
Hay una famosa frase del puritano Matthew Henry sobre este pasaje que dice:
“La
mujer fue hecha de una costilla del costado de Adán: no fue hecha de su cabeza
para gobernar sobre él, ni de sus pies para ser pisoteada por él; sino de su
costado para ser igual a él, bajo su brazo para ser protegida y cerca de su
corazón para ser amada[2]”
Adán quedo maravillado con la creación
de Eva y expreso de forma poética lo que ella significaba para él (Gen 2:23) En
las Escrituras se llama al hombre a deleitarse junto a la “mujer de su
juventud” (Prov 5:18-20; 1 Cor 7:3-5) Sin duda Adán pudo deleitarse como nadie
de nosotros en Eva debido a que no habían caído en pecado. El varón (Ish)
nombra a la varona (Isha) porque ella tenía su origen en él. Que Adán le haya
puesto nombre indica que el tenia autoridad sobre ella. Como hombres casados
debemos entender que nuestras esposas son un regalo de Dios para nuestras vidas
y debemos alegrarnos como Adán por ello.
Génesis 2:24 es el un versículo que se
repite a través de las Escrituras (Mt 19:5; Mc 10:7-8; 1 Cor 6:16; Efe 5:31)
Esto es porque la enseñanza que contiene este pasaje es fundamental para el matrimonio.
Este verso contiene 2 enseñanzas fundamentales. La primera es que el matrimonio
es la relación más íntima y exclusiva que existe en la humanidad. Aquel que se
casa debe dejar “a padre y madre”, esto no significa que no debe honrarlos (Exo
20:12; Efe 6:1-2) sino debe separarse de ellos para comenzar una relación más
profunda con su esposa. La enseñanza práctica de este pasaje siempre ha sido
que esposo y esposa vivan solos cuando se casan. La segunda enseñanza es que el
hombre se debe unir a su esposa. La palabra “unirá” tiene el sentido de unión
permanente o indisoluble, lo cual significa que no se considera el divorcio. La
frase “una carne” expresa una total unidad, una profunda intimidad entre las
partes. Por eso es que la fornicación o adulterio es tan destructivo porque
viola la intimidad de la “una sola carne” (1 Cor 6:16) la enseñanza práctica de
este pasaje es que “la intimidad” entre
ambos debe ser total. Esto no refiere solo a lo sexual, sino lo que viven y
comparten juntos. Nadie puede entrar a esa intimidad entre marido y mujer.
Por tanto todas las prácticas
pecaminosas como la fornicación (Lv 18:20), el adulterio (Lv 20:10-21), la
homosexualidad (Lv 18:22), el divorcio (Mal 2.16), la poligamia (Gen 2:24),
zoofilia (Lv 18:22), incesto (Lv 18:6-23;20-21) que distorsionan el matrimonio
son odiadas por Dios.
La caída y el matrimonio
La caída altera radicalmente la relación del matrimonio.
Desde el principio el hombre no ejecuta su labor como cabeza (Gen 3:6-7) y
luego el hombre culpa a la mujer por el pecado (Gen 3:12). El trabajo para
sostener al hogar se torna difícil (Gen 3:17-19). De aquí en adelante el
matrimonio se va distorsionando. Lamec toma dos mujeres (Gen 4:19) Abram tiene
dos mujeres (Gen 16:1-3) Jacob tiene dos mujeres (Gen 29:15-30) Judá fornica
con Tamar (Gen 38) David fornica (2 Sam 11) Salomón se desvía por las muchas
mujeres (1 Rey 11) La poligamia ni el divorcio jamás fue propósito original de
Dios (Mal 2:16). Esto demostraría que no ha existido nunca una “edad de oro”
del matrimonio, pues vivimos en un mundo de pecado donde en toda época el
matrimonio a estado en “crisis”. La historiadora Stephanie Coontz escribió un
libro llamado “La historia del matrimonio[3]”
en el cual nos comenta sobre esto:
“Después
de todo, durante miles de años la gente ha estado quejándose de que el
matrimonio está en crisis y suponiendo que en una época anterior había corrido
mejor suerte. Los griegos de la Antigüedad se quejaban amargamente de la
decadencia moral de las esposas. Los romanos lamentaban tener cifras de
divorcio muy elevadas y comparaban la situación con otros tiempos en los que
habría existido una mayor estabilidad familiar. Los colonos europeos que
llegaron a Estados Unidos comenzaron a protestar por el debilitamiento de la
familia y la desobediencia de las mujeres y los niños casi tan pronto como
descendieron de los barcos[4]”
Debido a que el pecado entró en el mundo,
ahora todo matrimonio está expuesto al pecado. En la época de Jesús también
existía “crisis en el matrimonio” y los fariseos querían tentar a Jesús para
que respondiera si era valido o no el matrimonio. Jesús responde que el plan
original de Dios jamás fue el divorcio y solo se permitió la “carta de repudio”
por la dureza de los corazones del pueblo (Mt 19:1-9)
La redención y el matrimonio
En la época de Jesús había dos escuelas de
interpretación que discutían cosas acerca del matrimonio y el divorcio (Mt
19:1-9; Mc 10:1-12; Luc 16.18) Una era la escuela de Hillel, el cual era un
famoso rabino[5].
Esta sostenía que un hombre podía divorciarse de su mujer por cualquier razón.
La otra era la escuela de Shamai, la cual era estricta en cumplir la ley.[6]
Esta sostenía que un hombre podía separarse de una mujer por inmoralidad
sexual. Jesús manifestó el propósito original del matrimonio y los discípulos
concluyeron que no “conviene casarse”. La intención de esta frase es que si
buscas tu propia satisfacción y egoísmo en el matrimonio, entonces no conviene
casarse. El matrimonio fue creado para glorificar al Señor y por lo tanto
renunciar a todo egoísmo pecaminoso. Por tanto podemos decir que cuando Cristo
nos salva, el matrimonio igual se redime (2 Corintios 5:17) Jesus vino a
mostrar que el verdadero sentido del matrimonio es el verdadero amor, que es
amor sacrificial. Cuando el matrimonio está centrado en Cristo, ese matrimonio
está cumpliendo el propósito por el cual Dios lo creo. El cual es mostrar el
amor entre Cristo y su iglesia (Efesios 5:32) Dios muestra ese amor por su
pueblo a pesar de que es infiel (Jer 2:
2, 20, Oseas 2:4-25) Hay casos en los cuales solo uno de los conyugues se
convierten. Ellos deben seguir los mandatos que Dios inspiro en el Apóstol
Pablo (1 Cor 7:12-16). Entonces vemos que el matrimonio cristiano busca como
objetivo principal glorificar a Dios antes que cualquier otra cosa.
Los deberes
del esposo
El deber del esposo comienza sometiendo
a Jesús y después de someterse a Jesús es la “cabeza de la mujer” (1 Cor 11:3)
¿Qué significa esto? Que los esposos son los responsables de la provisión
material y espiritual del hogar. Esto no era nada nuevo en la época. Lo que si
era radicalmente novedoso era el mandato que Pablo le da a los maridos diversos
pasajes (Efe 5:25; Col 3:19; 1 Pedro 3:7) La familia Romana estaba basada en el
liderazgo del “Paterfamilias” (cabeza
libre) con poderes absolutos en lo político, judicial y religioso[7].
Esto significa que la esposa, los hijos y esclavos bajo el “Paterfamilias” eran
su propiedad y podía hacer lo que lo que quería con ellos, incluso matarlos. Además
él como “Paterfamilias” (cabeza libre) no tenia que someterse a nadie, el en si
mismo era la ley. Pero Pablo le dice a los hombres de Corintios que ellos
siendo cabeza tienen una cabeza que es Cristo (1 Cor 11:3). Para los hombres
del Imperio Romano era común ser “ásperos con sus esposas” (Col 3:19) y que
expresaran que era muy difícil vivir con ellas. Pero Pablo les llamaba a vivir
de forma sabia con ellas y tratándolas como “coherederas” (1 Pedro 3:7) Esto
era radical para un pensamiento de la época.
Pero este mandato no termina allí, sino que la exposición
más amplia para el marido está en Efesios 5:25-33. Amar a la esposa como Cristo
amo a la iglesia y entregarse por ella (V 25) En el mundo los hombres no tiene
ningún estándar o guía para seguir y evidenciar que son realmente hombres. Pero
en el cristianismo tenemos a Jesucristo como Señor y modelo de vida. El fue
Dios encarnado, el hombre perfecto. Cuando Pablo habla de que debemos amar
nuestra esposa como Cristo amo a la iglesia establece inmediatamente cual es el
estándar para nosotros como hombres.
¿Cómo amo Jesús a su
iglesia? (Efe 5:25)
En
primer lugar Jesús amo a su esposa la iglesia sometiéndose al Padre (Mt
26.29; Jn 4:34; 6:38; 1 Cor 15:28) por tanto el hombre manifiesta su amor en
primer lugar cuando se somete a Dios. Este es el argumento planteado de Pablo
sobre la sujeción en el contexto (Efe 5:21) Cristo siendo cabeza de la iglesia
no hizo lo que quiso, sino que se sometió al Padre. Por tanto para que como
hombres cumplamos realmente nuestro rol de “cabeza” debemos en someternos al
padre a su voluntad revelada en su palabra.
En
segundo lugar, Cristo siendo cabeza de la iglesia fue un servidor de ella (Mt
20:25-28; Jn 13:13-15) el marido al ser cabeza de la mujer quiere decir que él
es servidor de ella. Lamentablemente abundan las ideas equivocadas de ser
“cabeza” pues se piensa que es una especie de rey al cual deben servirle en
todo ¡Es todo lo contrario! Como hombres estamos llamados a servir a nuestras
esposas y así mostrar el amor abnegado que mostró Cristo con su iglesia.
En
tercer lugar Jesús amo a su iglesia de forma paciente. Los
discípulos del Señor no siempre hicieron lo que él les decía, en ocasiones se
mostraban con poca fe (Mt 8:26), no entendían (Mc 8:17) o simplemente discutían
por poder (Luc 22:24) pero Jesús tuvo la paciencia para reprenderles y
enseñarles en el camino. Jesús sabiendo que los discípulos eran pecadores, tuvo
paciencia para con ellos en todo. La situación es más complicada para nosotros
porque nosotros somos pecadores, tanto el marido como la esposa. Por tanto en
muchas ocasiones el hombre como cabeza de hogar deberá ser paciente.
Debido a que vivimos en una cultura egoísta y feminizada, los hombres de hoy no
pueden soportar “un poco de presión” pues explotan inmediatamente y no tienen
paciencia con su esposa. Esto manifiesta el poco amor y dominio propio que
abunda en los hombres de hoy.
En
cuarto lugar Jesús amo a su iglesia hasta la muerte. Jesucristo
puso como estándar de su discipulado la negación de sí mismo hasta la muerte
(Mt 16:24-25; Mc 8:34-35; Luc 9:23-24) El mismo cumplió esto literalmente por
amor a su pueblo (Juan 12:24-26) Cuando los hombres entramos al matrimonio,
entramos a un proceso de morir continuamente. Esto no quiere decir que el
matrimonio sea terrible, sino que para amar como el Señor nos demanda, debemos
morir a nuestros deseos egoístas y amar a nuestras esposas con todo nuestro
ser.
Cada una de estas características muestra cómo debemos
amar a nuestras esposas. Pablo escribió lo que es el verdadero amor y aplica
sin duda al rol que como hombres tenemos que amar a nuestras esposas (1 Cor
13:4-7)
La santificación de la
esposa por medio de la palabra (Efe 5:26-27)
Pablo sigue ampliando como se muestra el amor de Cristo
por su iglesia y como nosotros como hombres debemos seguirlo. Jesús murió por
su iglesia y ahora la esta santificando por medio de su palabra (Juan 17:
17-19) la predicación de la palabra es tan importante porque santifica a su
iglesia. Este es el mismo trabajo que el hombre debe hacer, santificar a su
esposa por medio de la palabra de Dios.
En
primer lugar, el esposo debe santificarse a sí mismo por medio de la palabra. Cristo
era intrínsecamente santo, pero nosotros somos declarados santos por medio de
su obra, somos santos por sus meritos. (Rom 5:1) Pero a la vez estamos en el
proceso de santificación y como hombres estamos llamados a ser santos (1 Pedro
1:16) Por lo que el llamado como hombres es a la santificación (1 Tes 4:7) Por
tanto debemos alejarnos de todo pensamiento pecaminoso (Mt 5:28) de la mujer
extraña (Prov 5-7) y que toda conversación pecaminosa que nos contamina (Efe
5:3) y procurar santificarnos cada Dios en toda nuestra manera vivir.
En
segundo lugar, para santificar a la esposa con la palabra de Dios, debemos
conocer la palabra de Dios. Jesús usaba las Escrituras para
combatir a Satanás (Mt 4:1-11) nos mando a escudriñar las Escrituras porque
ellas dan testimonio de él (Jn 5:39) y esto es porque ella es la espada del
Espíritu (Efe 6:17) Es una pena ver como los hombres de hoy no conocen las
Escrituras y en vez de estar enseñando a sus esposas en el hogar, ¡Ellas les
están enseñando! Con esto no estamos diciendo que sea malo que una mujer enseñe
en cosas a los hombres, pero esa no es la labor principal de la esposa, sino
del hombre. Por tanto un esposo debe ser el guía espiritual en su hogar por
medio de la enseñanza de la palabra de Dios. El debe estar siempre atento y
dispuesto a dirigir la lectura de la palabra y a poder responder a las
preguntas que las esposas formulan (1 Cor 14:34-35)
En
tercer lugar el esposo debe preparar a la esposa para presentarse sin mancha
delante de Dios. Esta es una ilustración del proceso de por
vida que el marido debe invertir en su esposa. El debe ser el que guía a su
esposa a más profundidad espiritual cada día.
3 razones para amar a su
esposa
Finalmente este capítulo podemos ver 3 razones más
de porque debemos amar a nuestras esposas. La primera razón es que amar a tu esposa es amarte a ti mismo
(V28-29) debido a que somos pecadores, vamos a tender amarnos a nosotros
mismos de manera natural, por eso Jesús dijo “Ama a tu prójimo como a ti mismo”
(Mt 22:39) así que de la misma manera en cómo nos amamos a nosotros mismos
debemos amar a nuestra esposa. Nuestro principal énfasis no debe ser nuestras
necesidades, sino las necesidades de la esposa.
La
segunda razón es que debemos amar a la esposa porque es un miembro de Cristo (30) Cuando
uno se casa con una hermana en Cristo, debe tener en claro que el Padre de ella
es Dios, por tanto es parte del reino de Dios y miembro del cuerpo de Cristo (1
Cor 12:27) ¿Acaso se puede tomar una hermana en Cristo y tratarla de cualquier
forma cuando la Biblia nos advierte del trato con uno de los más pequeños? (Mt
18:6; Rom 14)
La
tercera razón es que debemos amar a la esposa porque somos una sola carne con
ella (31) Pablo recuerda que cuando uno se une a su
mujer es una sola carne (Gen 2:24) por tanto el cuidado, la atención, la
dedicación debe ser total, pues no se trata de alguien extraño, sino del ser
mas intimo que Dios le ha provisto. ¿Podríamos acaso ser indiferentes con
nuestras esposas?
Amar porque es un misterio sublime entre Cristo y la
iglesia (V32-33) El matrimonio es un llamado sublime de Dios para los
cristianos, no es que el estado “lo legalice” no es que la iglesia lo “bendiga”
es que es creación de Dios. Dios es el autor del matrimonio y es tan sublime
porque representa algo mucho más profundo de lo que podemos ver o pensar,
representa la unión entre Cristo y la Iglesia.
[1]
Roudinesco, Elizabeth. La familia en desorden. Página 13.
[2]
https://gustadadios.com/2013/03/08/hecha-de-su-costado/
[3]
https://www.amazon.es/Historia-del-matrimonio-gedisa/dp/8497841212
[4]
Stephanie Coontz. Historia del Matrimonio. Página 11.
[5]
http://ec.aciprensa.com/wiki/Hillel
[6]
http://ec.aciprensa.com/wiki/Shammai
[7]
Luis Rodolfo. Manual de Derecho Romano. Página 398.
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